Ábalos no es el único que no respeta a las mujeres

Soy miembro del Partido Socialista Obrero Español desde que cumplí 18 años. Me siento parte de su historia y admiradora de la inmensa mayoría de quienes forjaron una organización a base de ideas, lucha, cárcel y exilio, así como de los protagonistas de la necesaria reconciliación entre los españoles durante la Transición, con Felipe González a la cabeza.
El PSOE ha sido mi casa y mi familia, conozco sus entresijos, sus casas del pueblo y a cientos de militantes y concejales, alcaldes, diputados y senadores que trabajan con el único ánimo de mejorar la vida de nuestros ciudadanos en España y en el mundo, muy especialmente de aquellos que tienen menos oportunidades.
El socialismo español ha escrito partes brillantes de nuestra historia reciente y también algunos renglones torcidos, no voy a eludirlo. Las organizaciones y las personas cometen errores, algunos muy serios, y es la rectificación sincera de esas equivocaciones la que nos permite seguir adelante.
Las organizaciones y las personas están teñidas de la cultura dominante y en la nuestra el patriarcado y el machismo siguen siendo dos de sus pilares.
Fue en los años noventa —y no antes— cuándo el PSOE afirmó en su doctrina que el feminismo formaba parte intrínseca del socialismo. No podía ser de otra manera: el socialismo combate los privilegios y la opresión, y, por eso, el PSOE encabezó una enorme tarea reformista en favor de los derechos de las mujeres que ha ido equilibrando las desigualdades entre los dos sexos e incorporando a las mujeres a todos los espacios de la vida profesional, pública y política. Y, a pesar de que aún estamos lejos de haber obtenido una igualdad real, lo cierto es que las mujeres españolas han avanzado tanto que se han puesto prácticamente al nivel de aquellas que viven en países con un largo desarrollo de las políticas públicas feministas.
Sin embargo, el mundo de la política sigue siendo un espacio marcado por el poder masculino. Hará falta más tiempo para que los partidos sean realmente equilibrados en cuanto al poder femenino. Todavía hoy, en los partidos políticos más importantes de nuestro país la cooptación de las mujeres candidatas a cualquier puesto sigue siendo cosa de los líderes varones. La evolución es positiva, desde mi punto de vista, y cada vez encontramos a más mujeres con capacidad de decisión, pero estamos lejos de tener el mismo grado de poder.
Tal vez por eso, una de las reivindicaciones de las mujeres socialistas —y de muchas otras— contra la explotación del cuerpo de las mujeres no acaba de convertirse en prioridad ni del PSOE ni de ningún partido en los últimos años. Siempre pasa algo, y el compromiso de regular la prohibición del consumo de prostitución acaba arrumbado en algún cajón. Hoy, todavía, se acepta con naturalidad que hombres poderosos alquilen por un rato cuerpos de mujeres jóvenes sometidas a todo tipo de vejaciones a cambio de dinero.
No voy a hacerme eco de las intolerables expresiones que hemos podido escuchar en los audios, conocidos estos días, entre José Luis Ábalos y Koldo García, palabras humillantes que cosifican a las mujeres. Reconozco que me han dolido mucho más esas palabras que las presuntas mordidas de dinero que investiga la UCO.
Ábalos y Koldo no son los únicos que se refieren a las mujeres utilizando ese lenguaje soez y vejatorio, lo sabemos bien. Pero también sé que no se puede predicar la moral pública cuando la moral privada es tan sucia.
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