Alcaraz desborda a Paul y accede a las semifinales de Roland Garros

Qué manera de pegar, de correr, de dominar. “Menuda bestia”, se escucha en la tribuna. Bocas abiertas en la noche de Roland Garros, donde 15.000 espectadores se compadecen del tipo que guerrea como puede ahí abajo: a nadie le gustaría ser Tommy Paul, el hombre que sufre en silencio, que hace lo que puede, barrido. Carlos Alcaraz en modo máquina. Sinnerizado. Empeñado todo el mundo en que se robotice, el murciano atiende y dice: aquí me tenéis, focus, esto es lo que queríais. Ahora bien, que a él nadie le quite lo suyo, que nadie le prive de sus golosinas. Es un tenista bordándolo. Un todo absoluto: 6-0, 6-1 y 6-4, tras 1h 34m. Luego el viernes, careo en las semifinales con Lorenzo Musetti (6-2, 4-6, 7-5 y 6-2 a Frances Tiafoe).

Y eso que, a priori, Paul es uno de esos huesos duros de roer. Tipo duro el norteamericano, de esos jugadores que no se desestabilizan, de los que van a piñón fijo, de los que no se inclinan con facilidad y exigen independientemente de cómo vaya el marcador. No se altera, no pestañea, no transmite. Sin embargo, ese transcurrir desmontaría a cualquiera. Peligro: ¡Alud! El Alcaraz despampanante tiene ganas de lucirse y de regalar, de obsequiar al público de noche y al mismo tiempo reafirmarse: señoras y señores, mesdames et messieurs, aquí estoy yo. El campeón. Imponente él, arrollador, con todo en cada pelotazo. Espejismo ese juego que se dilata diez minutos. En un santiamén, ya tiene el primer set entre las manos.

El estadounidense no está fino con el saque y comienza cada punto a remolque, incómodo todo el rato, demasiado expuesto. Pretende protegerse, pero no puede. No le da tiempo. Cada tiro, un castigo para él. Incómodo, mastica plátano y se quita el vendaje de la pierna derecha, a ver si así cobra un poco más de energía y se suelta un poquito más, pero no encuentra tregua. Aunque no lo exteriorice, sobre la arena hay un deportista sufriendo. Desesperado. Muy mal plan para él. Alcaraz, un puñal, le aborda y le asfixia sin compasión, inspirado por los cuatro costados: servicio, derecha, volea, revés. En todo acierta, con todo ataca. Soberbio el arsenal. Parcial de 7-0 y el drive desprendiendo fuego. Misión: salvar al soldado Tommy.

Y así es, va Alcaraz en línea recta y decidido en este Roland Garros que ya ha cogido forma, en el que los candidatos ya se han posicionado y en el que todos le señalan como el favorito. Es él contra el mundo. A la demostración de fuerza de hace un año se une el brillante recorrido en esta gira y todo invita a pensar que el torneo está en sus manos, dependiendo de él mismo, de no ser que a Jannik Sinner le dé por otro golpe de autoridad, que a Alexander Zverev le entre un arrebato de campeón —hoy por hoy, cuesta imaginarlo— o que Djokovic, el hombre milagro de todos los tiempos, rebobine hacia agosto y se impregne de ese episodio inolvidable de los Juegos.

En 49 minutos, el murciano ya acaricia también el segundo parcial y en la grada, empatizando, surge el grito espontáneo. No es para menos. Pobrecillo, piensa el personal: “¡To-mmy! ¡To-mmy! ¡To-mmy!”. A nadie le gustaría estar en ese pellejo ahora mismo. Le ha caído encima un rayo. Descerraja Alcaraz un ganador tras otro, 40 al final, y somete, serio y aplicado de principio a rúbrica. Nada de sustos esta vez. Resueltos los sobresaltos de las rondas previas y muy concienciado, cuentan los que le conocen, deshoja a un adversario confundido, al que no deja siquiera caer el suelo durante la tunda. Se ha convertido Paul en un saco de golpes. Le azota un competidor sin fisuras que, efectivamente, ha dado con el buen camino.

Le basta con dosificar y rematar en la recta final. No hay dilaciones. Más y más seriedad, no sin fuegos artificiales. Si no es la perfección, no está demasiado lejos. Es Alcaraz en trance; en paralelo, un rival hecho pedazos. “Tuve unas sensaciones increíbles, trataba de dar cada golpe al cien por cien, daba igual el que fuera, sin pensar en nada más que en pegarle e ir hacia delante. Ha sido uno de esos partidos en los que te entra todo. Podría haber cerrado los ojos y todo hubiera ido dentro, así que estoy completamente satisfecho. Supongo que queríais ver más tenis y lo siento, pero tenía que hacer mi trabajo”, le contesta a Mats Wilander, todavía asombrado el sueco.

Por tercer año seguido, pisará las semifinales. Y oficialmente, en París se busca héroe capaz de rendirle. Es Alcaraz contra todos. ¿Tal vez Musseti? ¿O acaso Jannik Sinner, citado este miércoles con Alexander Bublik (hacia las 15.00, Movistar+)? ¿Quizá Novak Djokovic, cara a cara con Zverev (20.15)? Sea quien sea, deberá alcanzar su máximo. Sin duda.

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