Aquel chico desgarbado, este “hombre del Renacimiento”: la leyenda de Pau Gasol

El español pone punto final a una carrera en la que no sólo conquistó cimas deportivas impensables, también se ganó el respeto de la NBA. “No se le percibe como un extranjero”, confiesa Scariolo

Antes de pisar la Luna, Pau Gasol era un chico desgarbado que aguantaba bromas de “mal gusto” en el colegio. Antes no solo de triunfar en la NBA, sino de ganarse su respeto, Pau Gasol era un adolescente que soñaba con estudiar Medicina y que tocaba el piano y que hasta los 16 años no fue captado por el Barça. Antes de la leyenda, el origen, los cimientos de lo que ha sido una trayectoria impensable. Podría parecer que el baloncesto lo eligió a él y seguramente fue al contrario. Igual que se ha acabado despidiendo no cuando la lesión más grave de su carrera le empujaba a ello, sino cuando él así lo ha decidido. Antes que las condiciones físicas, una mente privilegiada.

A los 14 años medía 189 centímetros. Le llamaban ‘Fido Dido’, como aquel personaje que se convirtió en imagen de la bebida 7up. Y cuando por fin entró en la cantera del Barça, Juan Carlos Navarro recuerda que “era bastante reservado, que raramente se abría a los nuevos compañeros”. Aquel chico tímido y filiforme al que la Bomba ‘adoptó’ como su mejor amigo -él y su novia se lo llevaban al cine-, se iba a transformar en uno de los deportistas más exitosos e influyentes de la historia. Porque Pau Gasol ha traspasado durante sus 22 años de carrera profesional los límites del baloncesto. Phil Jackson le llegó a definir como “un hombre del Renacimiento”.

Aquel 3 de agosto en Saitama, el caprichoso lugar más emblemático de su carrera, Pau estaba diciendo adiós sin querer decirlo. Se despedía de la selección, el patio de su recreo, y de los Juegos Olímpicos, uno de los tantos territorios en los que reinó. ¿Del baloncesto? “Toca desconectar y hablar con la familia de si merece la pena seguir jugando al baloncesto o si debería dar un paso a un lado a otros desafíos”. Ha tardado dos meses en confirmar lo que ya parecía una evidencia. Aunque qué no era posible para el tipo que con 41 años volvió a jugar al primer nivel tras una fractura en el pie que le mantuvo dos años completamente apartado. Ese regreso postrero fue su última lección.