Bibiana Aído: “Me tocó caerme y levantarme unas cuantas veces”

¡What the fuck!”, suelta Bibiana Aído. Estamos en un sótano de Bogotá. El rumor de unas cascadas había generado un momento zen que se ha quebrado. Aído (Alcalá de los Gazules, Cádiz, 44 años) cae en la cuenta de que lleva buen rato hablando de su pasado. En 2008, el presidente José Luis Rodríguez Zapatero la convocó a La Moncloa. Tras escucharla una hora, le dijo que sería la ministra más joven de la historia, a sus 31 años, a cargo de algo totalmente nuevo: el Ministerio de Igualdad. De ella se escribieron toda clase de insultos y tergiversaciones que, vistos hoy, sonrojan a cualquiera. Aído representa ahora a ONU Mujeres en Colombia.

Pregunta. De niña cantaba La Internacional

Respuesta. Tenía seis o siete años; me sabía el estribillo. No era lo común a mi edad.

P. ¿La prepararon para un horizonte político, como algunos padres con los niños futbolistas?

R. No, jamás. A mi hermana menor no le interesa la política.

P. La apadrinaron González, Chaves… Era La Niña.

R. Era más una leyenda de la época. No creo que influyeran en mi nombramiento. Son amigos y referentes, pero nunca los he visto como padrinos, ni pienso que me hayan visto como ahijada. Me decían La Niña porque era muy jovencita y estaba muy involucrada en pactos políticos, en las Juventudes Socialistas. Hoy tenemos mayor conciencia de cierto estereotipo de género que se usa con el lenguaje, en la manera de tratar a la gente. Ya no se referirían a mí como La Niña.

P. Y su familia, ¿cómo llevó su tiempo en política?

R. Fue una época dura; la observo con mucha distancia. Sin arrepentimiento, porque tengo mucha vocación de servicio público y pude servir a mi país durante ese periodo. Creo que se hicieron muchas cosas, pero lo veo sin ninguna añoranza. En mi familia nadie tiene añoranza de esa época.

P. Dijo en este periódico, al poco de ser nombrada, que iba a ser la mosca cojonera del Gobierno. ¿Lo fue?

R. Se consiguieron determinadas cosas por la insistencia. No todo era alianzas. Teníamos un compromiso muy claro del presidente Zapatero, que era un convencido de la agenda de la igualdad de género. Había detractores dentro. Y la sociedad no estaba en el nivel de compromiso y conciencia social de ahora. Los movimientos feministas son mucho más fuertes; están desafiando esas asimetrías de poder que han llevado al mundo a punto de crisis en que estamos hoy.

P. ¿Sigue habiendo muchos señoros en España?

R. La política sigue siendo un espacio muy masculino, aunque hemos avanzado, está más equilibrado que entonces.

P. ¿Llegó a la política con 10 años de adelanto?

R. No; creo que me tocó romper algunos esquemas, caerme unas cuantas veces, levantarme, tratar de quitar la piedra del camino para que no cayeran otras que venían detrás. Veo esa etapa sin ninguna nostalgia, pero con la satisfacción y certeza de haber hecho las cosas lo mejor que pude.

P. Había burlas de usted casi a diario. ¿Se sintió acosada?

R. La exposición pública forma parte de la vida política. En el caso de la mujer, esa exposición viene cargada de estereotipos de género. Sigue existiendo un altísimo nivel de violencia política sobre las mujeres, no solo en España. Tenemos datos de la Unión Interparlamentaria de 2018: más del 80% de las parlamentarias sufren violencia psicológica, casi el 45% sufre amenazas, violaciones, violencia física y casi el 50% teme por su seguridad y la de su familia.

P. ¿Eso es un sí?

R. Ya le he contestado.

P. Acuñó una frase contra sus detractores: “Que ladren”.

R. La resistencia se hace más fuerte mientras más avanzamos. El conflicto nunca está entre quienes tienen el poder y quienes no lo tienen, sino entre quienes tienen el poder y quienes están accediendo a él. El machismo sabe que le queda poco tiempo, que está perdiendo la batalla; por eso ladra con más rabia que nunca.

P. ¿Se wasapea con Zapatero?

R. Está muy preocupado y ocupado por América Latina. Para mí es un referente en política, honesto, transparente. Gran amigo.

P. No ha ganado muchos apoyos por mediar en Venezuela.

R. Allí desarrolla una labor responsable sin importarle el qué dirán, sin importarle su imagen.

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