Cruel derrota de España en la final del Europeo de balonmano

España se quedó a las puertas del cielo. Después de un Europeo que ni soñado, presente en una final que costaba imaginar solo dos semanas antes, se quedó sin el oro de la peor forma, con un penalti transformado por los nórdicos con el tiempo cumplido (27-26). En la última posesión de un encuentro claustrofóbico, los colegiados pitaron siete metros por una acción de Joan Cañellas sobre Albin Lagergren. No hubo muchas protestas y Niclas Ekberg, que había salido del confinamiento por covid para disputar la lucha por el título, sentenció a Pérez de Vargas y terminó ahogando a España.

Un minuto antes, la selección había dispuesto de una posesión para atrapar la triple corona continental, pero el lanzamiento de Cañellas acabó manso en las manos de Palicka. Ahí sí reclamaron los de Jordi Ribera falta sobre el catalán. No fue sancionada y el desenlace quedó abocado a un último ataque de 19 segundos, resuelto de una forma letal para España. El líder sueco, Jim Gottfridsson, nombrado horas antes del partido el MVP del torneo, tomó la palabra en el tiempo muerto por encima del seleccionador y ordenó a los suyos las maniobras a voz en grito. La pelota le llegó a Lagergren, encontró a Cañellas hundido y el dedo de los árbitros apuntaron al punto fatídico. Más que nunca para España. Si una semana antes contra Rusia se salvó en el último segundo y en la misma situación, cuando el oro solo estaba a un palmo acabó llorando en la lona.

La selección había vuelto a hacer de las suyas para tener opción de ganar cuando ya solo colgaba de una mano del choque. A falta de tres minutos, perdía por dos y Suecia atacaba. La posesión tuvo todo el aire de un match ball, pero los nórdicos se la dejaron por el camino y España repitió uno de esos renaceres tan suyos. Empataron Figueras y Cañellas (26-26), Suecia colapsó de nuevo en ataque, y a la selección le quedó una opción de vencer que no aprovechó. Tan cerca y, esta vez, tan lejos. Después de la gesta en semifinales ante Dinamarca, a España aspiraba a subir otro peldaño en la historia: ganar su tercer título europeo seguido, algo que solo había logrado hasta entonces, precisamente, Suecia (1998, 2000 y 2002). Los nórdicos cerraron el domingo conservaron ese honor y regresaron a lo más alto de un campeonato 20 años después. Exuberantes en los noventa, poco a poco se fueron perdiendo por el camino (su último título databa del Mundial 2022) hasta que este 2022 regresaron a la cima ante los Hispanos. A media tarde, Dinamarca se quedó con el bronce tras derrotar a Francia (32-25) en la prórroga.

El primer paso de la final lo dio la portería de Suecia. Si la de España podía ser considerada la más completa del campeonato por la dupla Gonzalo Pérez de Vargas-Rodrigo Corrales, su colega Andreas Palicka figura, sin duda, entre la aristocracia del puesto. Y se hizo presente nada más arrancar con un puñado de intervenciones que sirvieron para poner a los suyos en ventaja. Los nórdicos detenían atrás y corrían adelante. Ese era su plan y lo cumplían. Su único problema era algo que no aparece en ningún guion, ni propio ni ajeno: sus fallos desde los siete metros, dos seguidos de su especialista Hampus Wanne (otro que acababa de salir del confinamiento) que impidieron que la distancia fuera preocupante para los Hispanos.

A España le cuesta poner el motor en marchar y ajustar todos sus reglajes, y la última estación del Europeo no fue la excepción. Pero ningún equipo como ella para corregirse a sí misma sobre la marcha. Agradecida por los errores ajenos desde el punto de penalti, fue encontrando sus propias soluciones: dando con un eficaz Ángel Fernández en el extremo izquierdo, con la pericia de Adrià Figueras para moverse en el pivote y con Tarrafeta picoteando desde el central en alianza con Cañellas. Llegó a tener Suecia posesión para una diferencia de tres tantos (11-9) y acabó el primer acto por detrás (12-13) porque su ataque se había pasado casi ocho minutos a oscuras y la producción de Palicka ya no era la misma.

La segunda parte empezó al ritmo de Ian Tarrafeta, que sumaba sin fallo y asistía al pivote. En la otra costa respondía Bergendahl. Era un intercambio de golpes en el que parecía sentirse más cómoda España, que atrapó una ventaja de dos goles (14-16), nada menor en un duelo a tanteador bajo. Los novatos mandaban en España: Tarrafeta y Casado se hicieron los dueños del ataque.

Viniendo desde atrás, el panorama era alentador para los muchachos de Jordi Ribera, pero el encuentro no rompió. La final se encaminó hacia un callejón opresivo. Figueras percutía desde los seis metros, Gottfridsson dirigía ante la desesperación de Ribera, que pedía más atención sobre él. Las porterías no pesaban mucho, aunque la sueca tenía un punto más. Corrales, sin paradas que llevarse a la boca en 15 minutos de la segunda parte, le dio el relevo a su amigo Pérez de Vargas, que sí se apuntó alguna, pero nada diferencial.

Con las piernas agarrotadas, el técnico español se jugó las lentejas con todos los veteranos en pista. Replegó a Casado y Tarrafeta, y dio pista a Sarmiento. Así volvieron los Hispanos a la vida tras verse casi noqueados a falta de tres minutos. Hasta que murieron en la orilla.

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