Cuando tu padre quiere que juegues béisbol y a ti te gusta el ‘soccer’

El portero Kasey Keller aterrizó en el Rayo Vallecano en 1999. De Madrid sabía poco y del barrio de Vallecas, que lo terminaría elevando a la categoría de ídolo, aún menos. Pero lo que le sorprendió de verdad es que tanto periodistas como aficionados le consideraban un auténtico desconocido pese a que había disputado un Mundial con Estados Unidos y levantado la Copa de la Liga inglesa con el Leicester. Pasado un tiempo, un comentarista le dio una divertida explicación a esta circunstancia, que rescata ahora entre risas: “Imagínate: cuando tú llegaste a España ya había habido varios estadounidenses que habían pisado la Luna, ¡pero ninguno que hubiera jugado en la mejor liga del mundo!”, cuenta al teléfono desde Seattle, la ciudad de la Costa Oeste donde colgó los guantes en 2011.

Hace unos 30 años la mayor potencia económica y política del planeta vivió un despertar futbolístico. En 1990, el país disputó una Copa del Mundo por primera vez desde 1950 y en 1994 repitieron la experiencia como organizadores del torneo. Entre ambos hitos, los futbolistas de la selección que jugaban fuera del país pasaron de ser cuatro en la primera cita a casi el 90% de la plantilla en la segunda. Keller se convirtió en un símbolo de esa generación al ser el primero que jugó la Premier League, la Bundesliga y LaLiga Santander. Aunque los verdaderos adelantados aquí, en España, fueron Tab Ramos y Peter Vermes. Estos aventureros, igualmente ignotos para la mayoría de la afición, llegaron a principios de la década a la UE Figueres, en la división de plata, para compartir vestuario con ilustres como Toni Jiménez o el fallecido Tito Vilanova.

Ninguno de ellos disfrutó de una experiencia muy duradera ni tuvo demasiados relevos. Hasta hace poco, ni siquiera una decena de compatriotas había pasado por LaLiga. Sin embargo, esta temporada puede marcar el comienzo de una nueva era. La presencia de cinco hombres con pasaporte estadounidense en las dos máximas categorías supone un récord histórico y es un signo de esperanza para una nación que definitivamente quiere abrirse camino en el deporte rey.

Una nueva hornada de futbolistas

Matt Miazga, del Deportivo Alavés, es buen ejemplo para descifrar esta nueva camada. El central reúne todas las características que perfilan a la mayoría de los jugadores –Sergiño Dest (FC Barcelona), Yunus Musah (Valencia CF), Matthew Hoppe (RCD Mallorca) y Shaquell Moore (CD Tenerife)– que se han incorporado a la élite: es joven (26 años), lleva menos de tres temporadas en LaLiga, ha debutado con la selección absoluta, creció en una familia con raíces en otras latitudes (en su caso en Polonia) y salió al extranjero a una edad temprana para terminar su formación o empezar su carrera profesional.

“La mayoría nos conocemos muy bien entre nosotros. Compartimos vestuario en la selección ahora y también con algunos hemos jugado juntos en las selecciones inferiores”, cuanta Miazga, que recuerda cómo su padre y sus tíos emigrados a Nueva Jersey eran “unos auténticos locos por el fútbol”, una pasión que le inculcaron desde pequeño.

Algunos de ellos, junto a otros nombres destacados como Cristian Pulisic, del Chelsea, o Weston McKennie, de la Juventus, son las grandes esperanzas para un país que tiene la vista puesta en 2026, fecha en la que volverán a albergar la Copa del Mundo. El evento, explica Adrián Segovia, jefe de contenido y distribución de LaLiga North America, debería dar un nuevo empujón al que ya es el cuarto deporte más popular allí, por detrás del béisbol, el baloncesto y el fútbol americano. “El fútbol se ha posicionado como un fenómeno cool y quiere entrar en el podio en cuanto a popularidad”, opina.

Cuando nació Miazga, en 1995, solo habían pasado dos años de la creación de la MLS, la liga profesional de fútbol de Estados Unidos. Entonces todo parecía nuevo y todo estaba empezando. Pero en poco tiempo, estima el defensa, se puso en marcha toda una estructura formativa de la que él se benefició en un momento clave, el paso de la niñez a la adolescencia. “Era el momento perfecto. Cuando yo tenía 12 o 13 años el fútbol empezó a ser realmente relevante y los clubes organizaron academias. Yo hice una prueba con 200 o 300 chicos para los New York Red Bulls y acabé entrando. Fue un gran paso”, explica Miazga, que debutó en el mismo club a los 17 años para luego fichar por el Chelsea, donde ha encadenado varias cesiones en Inglaterra, Países Bajos y Francia hasta llegar a Vitoria.

LaLiga North America, el consorcio de LaLiga que potencia la imagen del campeonato en Estados Unidos, Canadá y México, se ha implicado a fondo en este nuevo empujón al balompié. En un país donde hoy se emiten todos los partidos de LaLiga Santander, la delegación cuenta con un equipo que crea contenido específicamente para llegar, explica Segovia, de “forma orgánica y natural” a un público criado en la “cultura de los highlight [mejores jugadas]” y donde la competencia de entretenimiento para los jóvenes es muy grande. Por otro lado, a través de LaLiga Grassroots, la organización está apoyando al fútbol base en la región con la detección y desarrollo del talento, la formación de entrenadores extranjeros o ayudando al desarrollo de la metodología de clubes locales a través de acuerdos de colaboración. También se conceden becas en el país par jugadores de clubes españoles mediante el programa LaLiga ProPlayer.

Real Madrid y FC Barcelona disputaron el primer ElClásico en Estados Unidos en 2017 en el Hard Rock Stadium de Miami.
Real Madrid y FC Barcelona disputaron el primer ElClásico en Estados Unidos en 2017 en el Hard Rock Stadium de Miami.Getty Images

En el surgimiento de nuevos futbolistas en el tercer país más poblado del mundo, con cerca de 330 millones de ciudadanos, también están contribuyendo los clubes. Segovia destaca, por ejemplo, que la presencia de varios ex de LaLiga como el entrenador Tata Martino –”su equipo es el que mejor juega con diferencia”– o el delantero Carlos Vela han elevado el nivel de la competición. Asimismo, recalca, son varios los equipos de LaLiga Santander que disponen de centros formativos allí. De uno de ellos surgió Matthew Hope, incorporado el pasado verano al RCD Mallorca. “A los 11 años ingresé en la Barça Academy de Arizona, cerca de donde crecí, en California. Era como una réplica de La Masia, con los mismos sistemas de entrenamiento”, recuerda el delantero.

Hoppe cuenta que de pequeño practicó varios deportes, pero acabó enganchando al fútbol. Como Miazga, cree que se benefició de la popularización de este deporte y recuerda que su padre siempre le animó, incluso llegando a ejercer de entrenador personal antes de ingresar en la academia blaugrana. Un panorama bastante diferente al que se encontró Keller años atrás, cuando al cambiar los guantes de pitcher por los de guardameta se encontró la mirada reprobadora de su padre, que había sido jugador semiprofesional de béisbol. “Creo que no lo aceptó hasta que me marché a Europa y vino a un partido con el estadio lleno”, confiesa.

Fútbol, no soccer

Al igual que Miazga, a poco que Hoppe empezó a despuntar salió de su país rumbo a un gran club europeo. A los 18 años, en 2019, lo reclutó el Schalke 04 para el juvenil, aunque rápidamente subió al primer equipo. En su segunda titularidad con el primer equipo, en enero de 2021, anotó un triplete. Y su cesión a un equipo de LaLiga Santander esta campaña buscaba hacerlo crecer más allá de la segunda división alemana.

Hoppe y la mayoría de sus compatriotas comparten la circunstancia de ser jóvenes en busca de su sitio en el profesionalismo en un país muy diferente y muy alejado de su hogar. Además, la pandemia ha aumentado la sensación de lejanía y aislamiento. “Es cierto que no es fácil”, admite el mallorquinista, que curó su nostalgia invitando a unos amigos directamente desde Estados Unidos para celebrar el día de Acción de Gracias el pasado noviembre. Algo que también ocurre con Miazga, que pasa bastantes tardes recuperándose de los entrenamientos viendo la NBA o la UFC, una popular competición de artes marciales mixtas. Eso sí, reconoce que prefiere la comida española a la americana. Una última confesión que el jugador del Alavés lanza antes de colgar el teléfono indica que su adaptación está bastante avanzada.

– Yo siempre digo fútbol. Después de jugar tantos años en Europa no puedo decir soccer [como se conoce en Estados Unidos].

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