El BCE anuncia el fin de las compras de deuda y una subida de tipos de interés del 0,25% en julio

Punto final de una era de política monetaria en la zona euro. El Banco Central Europeo (BCE) cierra este jueves una etapa que Mario Draghi abrió a comienzos de 2014 en Ámsterdam, cuando mostró a los mercados su artillería para hacer frente a la penuria económica que vivía la zona euro: un extraordinario programa de compra de deuda que acompañaría de unos tipos de interés en terreno negativo. Nueve años después, la presidenta del Eurobanco, Christine Lagarde, anuncia en la misma ciudad el fin de esa casi década de compras de deuda y tipos negativos ante la galopante inflación, que para este año el BCE prevé que será de media del 6,8% este año; el 3,5% en 2023, y el 2,1% en 2024. Según la nota difundia por la institución, la compra de deuda acabará el 1 de julio y, en ese mismo mes, se producirá la primera subida de tipos en 11 años, del 0,25%. Pero no será la única. El comunicado adoptado por el Consejo de Gobierno apunta a que en septiembre habrá otra, cuya magnitud no precisa porque dependerá de las perspectivas de inflación que la institución tenga en ese momento en su mano. Si el alza de precios a medio plazo sigue por encima del 2%, el BCE avisa que el alza puede ser mayor.
Mervyn King, exgobernador del Banco de Inglaterra, proclamó una vez el sueño de todo banquero central: “Mi ambición es ser tan aburrido como sea posible”. Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo (BCE), tenía encomendada este jueves la misión de no serlo. En sus manos tiene desde hace semanas tres bolas que no puede dejar caer. Una: los mercados deben convencerse de que la institución que preside hará cuanto esté en su mano para atajar la inflación. Dos: sus decisiones no pueden asfixiar un crecimiento ya mermado por la guerra en Ucrania. Y tres: debe atar corto las primas de riesgo para evitar una catástrofe como la Gran Recesión. Sin embargo, el BCE se ha decatado ya por poner la inflación como la primera de sus prioridades. “La elevada inflación es un gran desafñio para todos nosotros. El Consejo de Gobierno se asegurará de que la inflación regresa al su objetivo a medio plazo del 2%”, ha arrancado Lagarde en su discurso.
Lagarde comparece este jueves después de la reunión del Consejo de Gobierno del BCE, que será clave para la política monetaria de la zona euro en los próximos trimestres. Con nuevas previsiones económicas en la mano, los mercados esperan que Lagarde eleve el tono. Cunde la percepción de que el Eurobanco va tarde. Máxime cuando una treintena de entidades financieras han llevado a cabo, en conjunto, más de 300 subidas desde el año pasado. Y los halcones llevan desde el cónclave de abril sobrevolando Fráncfort para que la francesa apriete cuanto antes la palanca para subir los tipos de interés. “Es frustrante que el BCE siga arrastrando los pies”, afirma Charles Wyplosz, profesor del Graduate Institute de Ginebra.
Ante la impaciencia de algunos miembros, Lagarde hizo ya parte del trabajo de este jueves a través de su blog. En un inusual movimiento esbozó el camino que iba a seguir en verano: punto final a la compra de deuda y subida de tipos de al menos medio punto hasta finales de septiembre. El dato de inflación de mayo, del 8,1% —el más elevado desde la creación del euro—, le dio el último empujón para una hoja de ruta para la que se ha ido creando un consenso dentro del consejo. Por ahora, ese acuerdo apunta a una subida del 0,25% en julio y otra idéntica en septiembre. Eso sacaría a la zona euro de la etapa de tipos negativos —la tasa de facilidad financiera está en el -0,5%— en la que vive desde hace ocho años.
El gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, ha asentido públicamente con esa hoja de ruta, pidiendo que el proceso de subida de tipos sea “gradual”, evitando “movimientos abruptos”. Pero varios miembros del consejo de gobierno empiezan a ir más allá. El gobernador austriaco, Robert Holzmann, había pedido incluso una subida ya este mismo jueves. Y hasta cinco halcones habían aumentado la apuesta al reclamar más mano dura y un incremento de medio punto en julio. Entre ellos el de Países Bajos, Klaas Knot, el anfitrión del consejo.
El ‘síndrome Trichet’
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“Los bancos centrales llegan tarde a la inflación, como ha admitido la Reserva Federal. Incluso su anterior presidenta, Janet Yellen, dijo que se equivocó. Pero para ser honesto, no creo que los bancos centrales tengan la culpa. Nadie podría haber predicho un nuevo confinamiento en China y muy pocos predijeron los cambios estructurales en la inflación”, afirma a través de videoconferencia.
Con este tono más agresivo, algunos banqueros consultados en las pasadas semanas sostienen que Lagarde busca un efecto Volcker, en referencia al presidente de la Reserva Federal que logró acabar con la galopante inflación de los años setenta. Sobre todo, le dio credibilidad. “La Fed vivió de los réditos durante tiempo”, dice un exbanquero consultado. Sin embargo, Lagarde no puede permitirse el precio que pagó Paul Volcker: acabar con la inflación desorbitada a costa de una recesión. Y si bien los economistas del BCE elevan las perspectivas de inflación respecto a las de marzo, rebajan las de crecimiento al 2,8% en 2022 (2,3 puntos menos), el 2,1% en 2023 (igual que entonces) y el 2,1% en 2024 (dos décimas más).
No en vano, el BCE vive aún bajo el síndrome Trichet, el expresidente del Eurobanco que subió a destiempo los tipos en 2008 y 2011. Hay quienes todavía tiemblan solo imaginar las consecuencias. Hay consenso para subir los tipos, paso a paso. No para grandes saltos. “Habrá debate”, auguran desde Fráncfort.
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