El brazo de Rune quiebra a Alcaraz y conquista el Godó

Ruge ahí abajo un vikingo: Yeeeeeessss!!! Y lo lamenta sentado en la silla Carlos Alcaraz, desenlace fallido para él en el Godó. Chof general: 7-6(8) y 6-2, en 1h 37m. Adiós al tercer título, festeja esta vez el danés, rostro aniñado y azote de Hércules. Hasta la desgracia del español, lo merecía. Impresionante partido el suyo. Se pregunta la grada qué hubiera pasado de no haber surgido el contratiempo, el fallo físico de la pierna derecha del murciano al poco de haber comenzado el segundo set, pero hasta ahí, instante en el que saltaba la alarma, el campeón, cinco títulos en la ATP, ha reunido sobrados méritos para coronarse por primera vez en Barcelona. Extraordinarios días los de Rune, también cosecha de 2003, y resignado final de torneo para el español.

No se unirá aún en el palmarés a Orantes, Emerson y Wilander. Cae del puesto dos al tres, ya que el alemán Alexander Zverev ha triunfado en paralelo en Múnich. Y se dirige a los presentes con pena. Deporte y sufrimiento, las lesiones. Lo inevitable. Parte del juego. “Ha sido una semana muy intensa y dos semanas de no parar, de tener cada día una exigencia al máximo. Hoy no ha podido ser, he dado todo lo que tenía. No sé si me podía haber exigido más… Pero gracias por esta bonita semana”, dice, antes de acordarse de David Ferrer, el director que ahora lo deja. Después, al ganador le tiembla la voz, todavía sin excesiva experiencia en el protocolo y recuperando la memoria, porque eran ya dos años sin hacerse con un premio: “Mi español no es muy bueno, pero os agradezco el apoyo. No sé qué mas decir…”.

Celebra Rune en un día de cielo azul, en el que la masa de nubes va cruzando lentamente la frontera de la Torre de Collserola en lo alto de la montaña y los turistas nórdicos sudan durante la caminata, Rambla paquí, Rambla pallá, que cantaba Manu Chao. Sabe bien el danés cómo aprieta el sol del Mediterráneo, por eso de la preparación en la Costa Azul, así que ese no va a ser el problema. No por ahí. Otra historia es lo que hay enfrente: Alcaraz, maquinaria activada y pegándole duro, jugando a intimidar. La primera falta, el primer córner y el primer chut para nosotros, inoculaba a los suyos Cruyff. Y a ello va el murciano, lo mismo un Romario que un Laudrup, u hoy un Goiko de arriba a abajo y de un lado a otro, que es lo que toca.

Va a haber que correr, vaya que sí. Empacho de carreras para el español porque enfrente, carga con todo el sentido y todo el alma un socio generacional que sacude sin cesar, de un lado a otro, valiente, muy punzante. Da gusto ver a un Rune así, tan lúcido, con brújula, un patrón claro y tanta decisión. Ahí hay orden. Parece otro tenista últimamente. ¿Se enganchará a la causa de los más fuertes? A este nivel, sin duda. Encaja un primer golpe el rubiales, pero a continuación, Alcaraz pisa malamente un bache y pincha. Son dos juegos muy malos. No le entra el saque y no la huele al resto; del 3-2 al 3-4. De repente, un desagradable cambio de escenario.

Alcaraz, en una acción del partido.

Todo iba muy rápido —en realidad, por donde más le interesaba a Rune— y ahora, en un plis plás, todo se espesa y Pedralbes pierde luz. Se pone feo. El nórdico ya ha dado un paso definitivo al frente y va a por él con todas las de la ley, imponente con esos trallazos que apenas botan y, especialmente, con esa derecha paralela que asusta, salvaje, poderosísima. Ya lo advertían los índices de calidad de golpeo registrados por la ATP a lo largo de la semana: superiores los del danés, tanto con la derecha como con el revés. Sufre Alcaraz sobremanera en el cuerpo a cuerpo, así que tira del arte de la dejada, a ver si de esa forma apaga el ánimo del hoy Foreman. Qué manera de zurrar.

El murciano va con la lengua fuera, intentando detener el alud, pero no hay manera de contener semejante abordaje. Todo empieza a resultarle incómodo, está quejoso en algunos instantes. Unos pajarillos que revolotean alrededor del dron le despistan al servicio y luego Rune le pone contra las cuerdas: 5-4 abajo y dos bolas de set. Impresionante resto a los pies del rival, que él salva con una réplica extraordinaria que solo servirá para alargar el crédito en el set. Medicina ilusionante, pero momentánea. Salva otras dos situaciones terminales, pero a la quinta que tiene Rune, termina atinando. Una roca, ese chico. Puños de acero. No se tuerce y sigue y sigue con toda la artillería.

El duelo se le pone de cara al danés, pero todavía mucho más después de que se haya resuelto el tercer juego del segundo set, cuando sin haber ofrecido signo alguno de daño, pide la asistencia. Va 2-1 por encima y se marcha al vestuario acompañado del doctor, alarma; la vuelta es al trote, pero enseguida cunde el pesimismo. Tiene mala cara, se le resbala la raqueta, le tratan de la ingle; está pero no está. Ahí hay algo. No se mueve con la gracilidad habitual, replica como puede y su gesto lo dice todo; se debate a partir de ahí entre forzar o no, entre seguir o bien abandonar, minimizar daños. Ya ha cedido el saque otra vez y aun así se saca un par de conejillos de la chistera, doble opción de break. Pero no hay retorno para él.

Remata la semana el danés. Rune, o Demolition Man. El merecidísimo triunfador de este 2025 en Barcelona.

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