El ciclónico Alcaraz también inclina a Djokovic en Madrid

En menos de 24 horas, dos cabelleras de postín. De Rafael Nadal a Novak Djokovic. De gigante a gigante. E historia, mucha historia. A sus 19 años y dos días, Carlos Alcaraz (6-7(5), 7-5 y 7-6(5) se retira de la pista central de Madrid convertido ya en el tenista más joven que vence a los dos colosos (le precedía el griego Stefanos Tsitsipas), el primero que lo hace en tierra batida y el quinto que lo consigue en días sucesivos tras David Nalbandian (2007), Andy Roddick (2008), Nikolai Davydenko (2009) y Roger Federer (2010). Es también el finalista más joven en la Caja Mágica, que emite bramidos, le aclama y goza después de 3 horas y 35 minutos de verdadero frenesí.

No ha desmerecido en absoluto la resistencia de Djokovic, cada vez más reconocible y más cerca de consolidar su vuelta. Sin embargo, el número uno tampoco resiste al alud. Lo de Alcaraz es todo un golpe de estado. Después de conquistar su primer Godó, irrumpirá este domingo (18.30, La 1 y Movistar) en su segunda final consecutiva sobre arcilla –contra Tsitsipas o Alexander Zverev, citados esta noche en el otro cruce– y redibuja el escenario de cara a Roland Garros: a la espera de que Nadal se restablezca del todo y de que el serbio termine de elevarse, no hay jugador ni aspirante más en forma que él.

Lo prometido es deuda, y Alcaraz había hecho una declaración de intenciones la tarde anterior, después de apear a Nadal. Garantizaba el murciano osadía y jugar para ganar, y respetó el ideario al dedillo. De principio a fin, sin excepción ni tregua. Podrá vencer o caer, pero lo hará siendo fiel a sí mismo porque no concibe otra manera de competir. Siempre hacia adelante, ni un paso atrás. Así lo entiende él, es su naturaleza. Abordó al de Belgrado con todo su arsenal y le lanzó un órdago tras otro, de latigazo en latigazo, reto a reto en cada peloteo. Puño arriba, dejada tras dejada, sin miedos ni temores. Señoras y señores del tenis, aquí estoy yo, vino a decir otra vez.

De tú a tú contra el hombre de goma, que trató de conducir el duelo por donde más le interesaba; es decir, enredo y galimatías, meter al chico en el laberinto e intentar marearle de tanto hacerle pensar, tratando de desestabilizarle con recurrentes cambios de direcciones, ritmos y velocidades, levantando la bola hacia el infinito para que durante la trayectoria Alcaraz pensara más de lo conveniente en quién tenía enfrente: aquí estoy, Carlitos; sí, soy yo, aquel al que hasta hace nada seguías por la tele. El que manda. Se las sabe todas Nole, zorro viejo ya. La reiterativa fórmula jerárquica de los gigantes.

La red, una táctica abrasiva

Se parapetó el número uno en la línea de fondo y desde ahí empezó a fabricar y apretar, a tejer esa tela de araña que tantas y tantas presas ha atrapado. Tuvo un desliz nada más comenzar, pero corrigió y empezó a imponer una corrosiva propuesta que fue proporcionándole réditos, y al final del primer parcial pesó más. Impuso Djokovic su velocidad de crucero y su solidez con el servicio –hasta 21 puntos seguidos, firmó–, aunque tuvo que rematar la dentellada en el tie-break, que culminó a grito pelado. Al festejo le siguió la reprimenda de la grada madrileña, decantada el día anterior por Nadal. Esta vez no había duda.

“¡Caaaaarlos, Caaaaarlos, Caaaaarlos!”, coreó en repetidas ocasiones la Caja Mágica. “¡Sí-se-puede, sí-se-puede, sí-se-puede!”, agregó al listado el público de la central. Respondió al arrope Alcaraz con una embestida todavía más radical, invitándole al serbio a un reto constante en la red. El serbio aceptó el desafío, pero se equivocó. Accedió a un territorio abrasivo Nole porque en el pulso de espadachines, el español encontró una mina de oro: 18 aciertos en 23 subidas a la red, por los 14 en 29 del balcánico. Así rediseñó el partido Alcaraz y así, con esa frialdad, esa valentía y esa imaginación que tiene, selló el segundo set: contradejada de revés. Una marca de la casa.

La Caja Mágica explotó. Y de la mano, siguió ganando voltaje el duelo, cada vez más intenso y más taquicárdico, sin ceder uno ni otro. Resistió Djokovic a base de oficio, pero los manotazos del murciano (50 golpes ganadores, por 29) terminaron inclinando la fortuna a su favor. Tremendo lo de esa derecha. Un cañón, puro veneno. Sin parangón en estos momentos. El serbio reaccionó a la primera situación límite con un ace y después siguió apagando fuegos, compaginando errores con su precisión con el saque. Sin embargo, no consiguió contener la última arremetida y el litigio se resolvió a la foto finish, haciendo justicia a una magnífica tarde de tenis en la que Alcaraz multiplicó su mensaje: va con todo a por todo.

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