El cura depredador de menores de Barcelona estuvo activo 40 años y acabó en dos parroquias de la ciudad hasta 2004
EL PAÍS puso en marcha en 2018 una investigación de la pederastia en la Iglesia española y tiene una base de datos actualizada con todos los casos conocidos. Si conoce algún caso que no haya visto la luz, nos puede escribir a: [email protected]. Si es un caso en América Latina, la dirección es: [email protected].
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José Vendrell Cortasa, el sacerdote acusado de abuso de menores por al menos 15 personas en la provincia de Barcelona en los años sesenta y setenta y que pasó impunemente de un destino a otro, siguió activo hasta su fallecimiento en dos parroquias de Barcelona, la de Sant Domènec de Guzmán, en el barrio de Sant Antoni, de 1990 a 1999, y la de Sant Ignasi, de la calle Provenza, de 1999 a 2004. La información que publicó este diario el pasado sábado reconstruyó su carrera hasta 1990, pues la información que había recabado indicaba que se había retirado en ese año en una parroquia del municipio de Montcada i Reixac, pero en realidad aún tuvo estos otros dos destinos, según confirma el arzobispado de Barcelona. El 8 de enero de 1991 fue nombrado administrador parroquial de la parroquia de Sant Domènec de Guzmán, y el 24 de febrero de 1992 fue designado párroco. Tras ser trasladado, el 15 de julio de 1999 le hicieron párroco de Sant Ignasi de Loiola, cargo que desempeñó hasta su muerte, con 70 años, en 2004. Es decir, ejerció casi 40 años en al menos cinco parroquias.
Hasta ahora han surgido acusaciones contra Vendrell en la parroquia de Santo Tomás de Aquino, en Barcelona, donde permaneció al menos desde 1965 a 1970, y en Caldes D’Estrac, municipio costero a unos 40 kilómetros de la capital catalana al que fue trasladado tras denuncias de dos familias. En este lugar pasó cinco años, hasta 1975, cuando tuvo que abandonar el pueblo a raíz de un nuevo escándalo. Fue entonces cuando recaló en Montcada i Reixac, hasta 1990. Antes de ser sacerdote, fue entrenador en el club de natación Montjuic, de 1954 a 1957.
Ahora este diario ha encontrado a una víctima más, David Boguñá, que se despertó el sábado con la noticia: “Me sorprendió, después de tantos años”. Uno de los que aparecían en el reportaje era un hermano suyo que, como él, estuvo en el internado del colegio de Caldes D’Estrac, donde Vendrell era el director. “Este tío era un depredador brutal. Están diciendo que si hay 20 víctimas…No, habrá cientos. Lo intentaba con todos. Te llevaba a su apartamento, te daba una copita de whisky o de coñac, un cigarrito, y probaba. A mí me pasó con 12 años. Me bajó los pantalones y me empezó a masturbar, pero le empujé y salí llorando de allí. Nunca más lo intentó”. Boguñá asegura que conoce al menos a otras cuatro personas cercanas de aquella época que sufrieron abusos. “En el pueblo era vox populi”, concluye. De este modo, el número de víctimas conocido se eleva a 20.
No obstante, la diócesis que dirige el presidente de la Conferencia Episcopal, Juan José Omella, sigue sin dar información sobre lo que sabe del caso y solo ha confirmado el dato de sus dos últimos destinos a preguntas concretas de este diario. No aclara la trayectoria de Vendrell, ni si conocía sus abusos, si le constan denuncias previas ni los motivos de los traslados y quiénes serían responsables de su encubrimiento.
Del mismo modo, aún no ha abierto una investigación canónica, pese a que conoce el caso desde hace dos meses, a través del tercer informe de pederastia en la Iglesia española de EL PAÍS, y el sábado fue publicado un reportaje con ocho testimonios. Sigue sosteniendo que solo puede hacerlo si las víctimas acuden a denunciarlo al arzobispado, aunque afirma que investiga por “otras fuentes”. Ha calificado los informes de este periódico, que han recogido 500 casos en un año, de “delaciones anónimas” que no son suficientes para emprender una investigación previa. Lo cierto es que la archidiócesis está desobedeciendo al Papa, pues las normas del Vaticano obligan a abrirla ante cualquier indicio verosímil de delito, como las informaciones de medios de comunicación, y no es necesaria la denuncia de una víctima. Este diario solo facilita a diócesis y órdenes el contacto con las víctimas si estas dan su autorización, y en este caso hasta ahora no lo han hecho, aunque ha adelantado que próximamente contactarán con el arzobispado.

EL PAÍS ha recogido hasta ahora el testimonio de seis personas que fueron alumnos en Caldes y de dos de la parroquia de Santo Tomás de Aquino. Este grupo ha prestado declaración ante la comisión del Defensor del Pueblo que investiga los abusos, y asegura que al menos otras siete personas que conocen han hecho lo mismo, pero desconocen el número total, porque en los últimos meses han hablado con muchos antiguos compañeros que aseguraron que se unirían a ellos. El Defensor explica que no puede revelar cuántos son los denunciantes que se han dirigido a la institución, debido a la Ley de Protección de Datos. Solo ha indicado que en su última visita a Barcelona entrevistó a 25 personas, aunque no solo de este caso.
El ayuntamiento de Caldes D’Estrac divulgó ayer un comunicado firmado por todos los partidos en el que expresa “su más contundente condena” del caso. “El Ayuntamiento, con todos los grupos municipales en bloque, hace público su apoyo y solidaridad a todos los afectados y sus familias. Asimismo, se compromete a facilitar todo el apoyo que necesiten y esté a su alcance, reafirmando su postura de tolerancia cero frente a la violencia sexual y cualquier tipo de abusos”. El consistorio ya se ha reunido con algunas de las víctimas y se plantea unirse a las denuncias al Defensor del Pueblo.
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