El falso último concierto de Siniestro Total fue un gozoso despiporre

Dio exactamente igual que el sonido resultase embarullado en varias fases del concierto. Tampoco a nadie le supuso ningún problema que alguien desde el escenario soplase un saxo y no se escuchase. La escenografía se antojó austera, y qué más da. ¿Alguien se molestó porque en lugar de músicos conocidos de otras bandas los invitados fuesen… ellos mismos? Claro que no. Nadie se quejó anoche en un abarrotado WiZink Center de Madrid. Aquello fue una fiesta, la celebración del final de una banda, Siniestro Total, única en el rock español, un grupo que conecta con nuestra versión cafre, juerguista y correosa, y lo hace desde la ironía no exenta de intelectualidad. Una banda que representa a muchos otros músicos de este país: tipos que han cimentado su carrera en la furgoneta, cargando los amplificadores de pueblo en pueblo y grabando las canciones que les ha dado la gana, sin hacer ni puñetero caso a las normas del mercado. Y anoche iban a pasar por encima con sus trajes negros y sus guitarras eléctricas de los malditos fallos técnicos. Nada les iba a jorobar su baño de masas final. Nada…

Mira que han sufrido sobresaltos Siniestro Total en sus 40 años de carrera, pero pocos como el de anoche. Salieron al escenario y lo comprobaron con sus asombrados ojos: sí, efectivamente, allí estaban 15.000 espectadores que habían abonado un mínimo de 40 euros por barba (y tómese eso de la barba literal, porque el porcentaje de público masculino, cuarentón y cincuentón, fue mayor, aunque también había mujeres que se sabía las canciones frase por frase). Seguramente la audiencia de pago más grande de sus cuatro décadas de existencia. Siniestro Total llevaba años ofreciendo conciertos aquí y allá, en fiestas barriales con entrada gratuita o de pago con unas audiencias tan fieles como modestas. Pero fue anunciar que se retiraban y miles de personas arramblaron en horas con el aforo. Así somos por aquí, deseando vivir situaciones épicas.

Y el caso es que el de anoche no era el último concierto del grupo gallego. Se anunció como tal, pero al volar las entradas tan rápido se añadió otra fecha, la de hoy sábado (esta vez asistirán unas 9.000 personas). Así que allí estábamos todos gozándolo en el falso último concierto de Siniestro Total. El ambiente previo en las inmediaciones fue inmejorable, con las terrazas y los bares de las calles cercanas repletos y la gente consumiendo preferentemente latas de medio litro de cerveza (“yonkilatas” que diría el castizo), muchos con camisetas donde se leía “ante todo mucha calma”, uno de los discos en directo célebres de los vigueses. Por cierto, mucha gente de Vigo acudió a la capital para despedir la banda de rock más famosa de su ciudad

La grupo empezó el recital ya con Miguel Costas, que dejó a sus compañeros en 1994, hace ya 26 años, hasta ayer. Costas, recordemos, es la voz de temas punteros de los gallegos como Bailaré sobre tu tumba o Miña terra galega, que cantó anoche junto a otras muchas. Fueron dos horas y cuarto de un concierto que diseñaron como un equilibrio entre canciones populares y (digamos) rarezas para la parroquia ultra, concretadas en temas no habituales en su repertorio como Bésame, soy gallego, Assumpta o Nocilla, ¡qué merendilla!

Jorge Beltrán, Julián Hernández y Miguel Costas en otro momento del concierto. / VÍCTOR SAINZ
Jorge Beltrán, Julián Hernández y Miguel Costas en otro momento del concierto. / VÍCTOR SAINZ Víctor Sainz

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Julián Hernández, amo y señor de la situación, estuvo locuaz en algunos comentarios. Se posicionó con los tiempos de hoy dirigiéndose al público en femenino varias veces: “todas nosotras”, “pónganse guapas”, “estamos aquí todas juntas”. Realizó Hernández algunas peroratas gamberras y divertidas. “Ustedes no lo saben, pero el mundo del rock es muy intelectual. En la furgoneta tenemos debates sobre muchas cosas: los pecados capitales, la guerra de Ucrania… Y hemos llegado a una conclusión y es que todo pasa porque España se droga”, dijo ante las risas del público. O: “Llega un momento en los conciertos del WiZink, cuando tocan estrellas como Calamaro o Fito, que se prepara el set acústico, donde se interpretan canciones y baladas de los ochenta”. Entonces sacaron unas sillas al escenario y unas guitarras acústicas. Parecía que, efectivamente, iban a tocar en acústico. Pero fue un paripé. Julián rompió la acústica contra el suelo y se llevaron las sillas. A continuación se colgaron los instrumentos eléctricos y atacaron Joder, Cristina a guitarrazo limpio. 

La furia del concierto provocó que los de las gradas apenas se sentasen. Abajo, en la pista, era un manicomio, claro. Fue digno de ver a 15.000 personas desgañitarse al entonar “Ayatolah, no me toques la pirola”. Ay, si el bueno de Germán Coppini, su primer cantante, levantase la cabeza. Fue un concierto de mini de cerveza agarrado con un brazo alzado y con el otro abrazando a tu colega. Porque había ganado la copa nuestro equipo y teníamos que celebrarlo, oe.

Los únicos invitados fueron ex miembros de la banda: el ya mencionado Miguel Cosas y los bajistas Alberto Torrado y Segundo Grandío. Todos salieron a saludar al final del recital, además de Ángel González, batería desde 1988 a 2018, pero actualmente impedido. Un detalle por parte de la banda proporcionarle unos minutos de gloria en la despedida.

La terna final fue infalible: Bailaré sobre tu tumba, ¿Quiénes somos?, ¿de dónde venimos?, ¿a dónde vamos? y Somos Siniestro Total, gema de una de sus especialidades: realizar versiones de temas en inglés (en este caso de Highway to Hell, de AC/DC), pero reformulando la letra en castellano. Abandonando el local, felices, la gente se preguntaba: ¿será verdad que Siniestro Total se acabará con el concierto extra de hoy sábado también en el WiZink? Juega a su favor que con una carrera basada en la socarronería pueden hacer lo que absolutamente les dé la gana, incluido, por supuesto, echar marcha atrás. Y nadie se quejará…

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