El Ibex cierra el mejor primer semestre desde 1998

El empresario Warren Buffett perfeccionó su fórmula de inversión gracias a un buen puñado de libros entre los que destaca Análisis de seguridad, escrito por Benjamin Graham, un título que leyó hasta en 12 ocasiones pese a que reconoció que le había resultado aburrido. Cualquier lectura que haga cualquier inversor de los últimos seis meses puede concluir que el primer semestre del año ha sido de todo, menos aburrido. Las alegrías (bursátiles) heredadas de la victoria de Donald Trump dejaron paso a una fuerte corrección tras la puesta de largo de la política comercial que quería poner en marcha contra sus principales socios comerciales, pingüinos incluidos. El mercado activó el modo pánico y las caídas se agravaron en la renta variable mientras el dólar se debilitaba, si bien, fueron las fuertes ventas de deuda, que presionaron al alza las rentabilidades de los bonos, las que hicieron temer que la deuda estadounidense ya no era considerada un activo refugio —el bono a 30 años superó el 5% para moderarse hasta el 4,8% actual— y provocaron que el mandatario se viera obligado a pausar sus planes y anunciara una tregua de 90 días. Una capitulación en toda regla que bastó para que los inversores regresaran al parqué y que ha permitido al Ibex registrar su mejor primer semestre desde 1998.

El selectivo español cierra la primera mitad del año con una subida del 20,7% que le lleva a rozar los 14.000 puntos, máximos de 2008. Un comportamiento que solo superado entre las grandes Bolsas mundiales por el Dax alemán, y con el que logra situarse por encima del Euro Stoxx 50 (8%), o el de las principales Bolsas estadounidenses, donde el S&P 500 registra un avance ligeramente superior al 5% penalizado por la incertidumbre activada por Trump. Tras años en los que el excepcionalismo de EE UU ha logrado que Wall Street tuviera rendimientos mejores que la Bolsa europea, los inversores del viejo continente han optado por retornar parte de sus inversiones ante la robustez de la economía de la zona del euro y la perspectiva de un mayor gasto fiscal, especialmente en Alemania, ante la necesidad del rearme de Europa. Junto a ello, las firmas de análisis reconocen que, ahora sí, los activos europeos podrían comportarse mejor y que pese a lo recorrido en estos meses sigue habiendo atractivo, mientras que en la primera mitad de año han reducido su exposición a la Bolsa estadounidense. Una Bolsa que para los bolsillos europeos se ha visto muy penalizada ante la apreciación del euro frente al dólar: el S&P 500 baja un 6,7% en el año si se calcula en euros. Tanto es así que desde Bank of America reconocen que “Estados Unidos sigue siendo un mercado importante por su tamaño y liquidez, pero esperamos un mayor reequilibrio de los flujos de capital hacia Europa”.

Si la película más taquillera de 1998 fue Armageddon, donde un asteroide amenazaba el futuro de la Tierra y sus habitantes, las amenazas para los mercados de este 2025 han sido varias: a las tensiones comerciales activadas por los aranceles de Trump se ha sumado la inestabilidad geopolítica ante la escala del conflicto en Oriente Medio, que por momentos ha llegado a hacer temer por el uso de armas nucleares o al cierre del Estrecho de Ormuz por parte de Irán, que llegó a disparar el precio del barril de crudo y de gas natural licuado. Sin embargo, la quirúrgica intervención realizada por Estados Unidos en suelo iraní y la cosmética respuesta de Teherán han desactivado, por ahora, la alerta roja, y los bond vigilants, un grupo de selectos inversores con músculo suficiente como para presionar al Gobierno de EE UU ha logrado frenar por ahora los desmanes financieros del mandatario estadounidense.

La desigual evolución económica de Europa y Estados Unidos ha provocado además que el Banco Central Europeo (BCE) y la Reserva Federal bifurquen sus caminos. Mientras la institución liderada por Christine Lagarde ha seguido rebajando el precio del dinero hasta dejarlo en el 2% —acumula siete recortes consecutivos—, el camino seguido por Jerome Powell ha sido bien distinto. El presidente de la Fed ha insistido pese a las amenazas de Trump a la independencia del banco central por mantener los tipos y esperar a ver la evolución de los datos macroeconómicos y el impacto de los aranceles. El mercado no descarta que el BCE haga una pausa en el camino en julio y prevé hasta tres recortes por parte de la Fed en lo que resta de año.

“Incluso disponiendo de una bola de cristal, probablemente nuestras decisiones de inversión en el primer semestre del año hubieran sido erróneas”, reconoce Yves Bonzon, CIO de Julius Baer, quien apunta que muchos de activos de riesgo “han completado un viaje de ida y vuelta y se acercan a sus niveles de principios de año”, a excepción del dólar, que se encamina a su peor semestre en dos décadas y cuya debilidad ha llevado al euro a cotizar sobre los 1,172 billetes verdes, su nivel más alto en cuatro años. Mientras la renta variable ha logrado recomponerse, y tanto los índices globales como los estadounidenses han regresado a niveles récord, la caída del dólar se ha seguido acelerando. Esta vez, el aumento de las tensiones bélicas en Oriente Medio no ha servido para frenar la sangría del billete verde.

El dólar, tradicional activo refugio en episodios de estrés financiero, enfrenta a fuertes presiones bajistas. Frente al euro, acumula una caída del 13,2% en apenas seis meses, el peor semestre desde la creación de la moneda única europea. El comportamiento del índice dólar es aún más negativo: el indicador, que mide la evolución de la divisa frente a una cesta de seis monedas, retrocede un 10,4%, el mayor desplome desde el segundo semestre de 1991, cuando la recesión derivada de la crisis del petróleo obligó a la Reserva Federal a acelerar la bajada de tipos de interés, y el peor arranque de año desde 1973. La caída del dólar es el mejor termómetro entre la comunidad de inversores del impacto que generan las políticas de Trump y el consenso cree que sigue teniendo recorrido.

El oro, por su parte, ha vuelto a reafirmarse como activo refugio por excelencia en tiempos de tempestad, pese a que también sufrió la venta generalizada provocada por el mal llamado Día de la Liberación. El metal dorado roza los 3.300 dólares la onza, tras haber llegado a superar los 3.500 dólares en los momentos de mayor incertidumbre, y desde Berenberg estiman que seguirá al alza. “Es probable que la fuerte demanda continuada de los bancos centrales, las tensiones geopolíticas en curso y el creciente déficit presupuestario estadounidense, que cuestiona cada vez más la sostenibilidad de la deuda estadounidense, sigan apoyando el precio del oro a medio plazo, junto con un mayor debilitamiento del dólar”, reconocen mientras que desde Lombard Odier insisten en que “el oro sigue siendo un diversificador estratégico útil en las carteras”.

Suavizada, por ahora, la posibilidad de un cerrojazo del Estrecho de Ormuz, por donde circula un 20% del petróleo mundial, el precio del crudo —que en una semana pasó de subir 10 dólares a bajar esos mismos dólares— ha vuelto a moderarse y se sitúa por debajo de los 67 dólares el barril de Brent. Los estrategas de Citi apuntan que “los mercados parecen considerar que los riesgos geopolíticos han disminuido significativamente, aunque el camino a seguir podría seguir siendo difícil. El telón de fondo bajista fundamental para el petróleo, especialmente después del tercer trimestre de 2005, podría volver a cobrar importancia incluso cuando la OPEP+ se reúna a principios de julio para decidir cuánto petróleo volverá a traer en agosto de 2005”.

Con todo, las incertidumbres que han sobrevolado la primera mitad del año los mercados están lejos de mitigarse y los inversores miran de reojo el calendario donde el 9 de julio, día en el que termina la tregua dada por Trump, si bien las firmas de análisis esperan que se espera se trate de una fecha flexible, tras las últimas declaraciones realizadas en las que Washington se ha mostrado dispuesto a cerrar pactos comerciales con una decena de países, China incluida, antes del 1 de septiembre. De ahí, que el tercer trimestre, un periodo en el que la volatilidad tiende a dispararse ante la caída de la negociación, volverá a poner a prueba la tranquilidad de las carteras.

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