El motociclismo rinde pleitesía al espectacular Valentino Rossi en Valencia en su última carrera

No había mucha cosa en juego en la última carrera del año, en el circuito Ricardo Tormo de Cheste (Valencia). Pero sí tantísimas emociones. Compartidas. Unos cuantos adioses. Y una despedida que eclipsó cualquier adelantamiento en la pista. Valentino Rossi, a los 42 años, corrió su última carrera. Y cruzó la meta en décima posición después de 27 vueltas bajo un cálido sol en tierra de naranjos, arroces y pólvora. Los homenajes, los abrazos, los saltos, los cánticos, parecían no tener fin. Mientras hubiera tracas y quedara prosecco ―ya no se brinda con cava en el podio ni en el pit lane, sino con el espumoso italiano― duraría la fiesta en torno al 46. Se marcha una leyenda. Termina una era. Y había que celebrarlo como es debido.

Un total de 76.226 espectadores ocupaban las tribunas de Cheste en un domingo especial en el que, además, la gran afluencia de público dio otro color al gran premio después de dos años sin apenas ambiente en los circuitos, atenazados como corrieron los pilotos entre el ruido más silencioso: el del rugir de sus motores, sin gritos ni aplausos de la grada. No fue así este fin de semana, lo que animó las celebraciones de Rossi, el hombre espectáculo, el que logró hacer del motociclismo un deporte de masas que llegó a todos los rincones del mundo, el maestro, ídolo y rival, ejemplo para las jóvenes promesas, amigo de los suyos.

Uno de esos amigos, de los que ha cosechado en los últimos años por la enorme pasión que siente por las motos, es Pecco Bagnaia, a quien guio y ayudó a través de la Riders Academy, a quién empujó hasta MotoGP. Subcampeón del Mundial, sumó este domingo su cuarta victoria del año enfundado en un casco blanco en el que podía leerse Che spettacolo, una réplica de uno de los cascos más famosos de Rossi, que lució en homenaje a su referente. “Quería dedicarle esta carrera y esta victoria a Vale, por todo lo que ha hecho por nosotros”, decía Bagnaia.

Su triunfo fue también el triunfo de Ducati Corse, la mejor fábrica de la temporada. El título lo han logrado tipos como Bagnaia; pero también como Jorge Martín, segundo en Valencia después de haber pasado una noche terrible, afectado por una gastroenteritis ―”llevo en ayunas desde la comida de ayer. Me daba miedo no resistir físicamente toda la carrera”, confesaba en el parque cerrado―; o como Jack Miller, tercero, que completó un podio copado íntegramente por pilotos Ducati. Era la primera vez en la historia que ocurría. Pero nadie podrá decir que no fuera lo esperado este año, en que también pueden alardear los de Bolonia de llevarse el título al mejor equipo, el oficial Ducati Lenovo; al mejor equipo independiente, el Pramac Ducati; y al mejor piloto independiente, Johann Zarco; además, cuentan en sus filas también con el mejor debutante del año: Jorge Martín. Señal de que fichan bien, pero también de que esta moto tan temida años atrás es hoy una máquina para todos los públicos, con el carácter de siempre, una gran potencia, pero también un excelente paso por curva en manos de quienes saben sacar todo su rendimiento en plena inclinación.

Pecco Bagnaia, ganador en Cheste, con un casco de Valentino Rossi.
Pecco Bagnaia, ganador en Cheste, con un casco de Valentino Rossi.JOSE JORDAN (AFP)

La alegría de Ducati se entremezcló con la de Rossi, un hombre que nunca fue de lágrima fácil. El sofocón de Danilo Petrucci, que también deja el Mundial ―correrá el Dakar el próximo enero―, contrarrestaba con la sonrisa de Rossi, feliz en su adiós. Todos los pilotos lo esperaron en uno de los fondos del circuito. Para felicitarle y darle las gracias. Los rossistas, en las gradas, los colegas, a su lado. Sus amigos y familia, testigos de excepción. No tenía tiempo para tanto abrazo Valentino mientras lo esperaba, emocionada hasta las lágrimas ―lo mismo que su amigo Uccio―, su prometida, Francesca Sofia Novello, embarazada, en el box.

Han sido 432 grandes premios, con 115 victorias, muchos momentos estelares, polémicas y diversión. Que Rossi culminó con una vuelta de honor larga y majestuosa. Lo acompañaron hasta el pit lane todos los comisarios de pista, a quienes chocó la mano. Y al llegar a los garajes lo recibió un pasillo de moteros agradecidos. “Gracias por el espectáculo”, decía una pancarta hecha por el equipo Suzuki, una de las pocas marcas con las que nunca corrió, pero que, como todos, también tuvo palabras de agradecimiento.

Al llegar a su box, ni un palmo de espacio libre, se puso de pie encima de su Yamaha. Y respondió con grandes aspavientos. La fiesta siguió dentro. Volaba el prosecco. Y cantaban todos al compás: “Oé, oé, oé, oeeeé; Valeee, Valeeee”.

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