El presidente y la primera ministra de Finlandia apoyan el ingreso “cuanto antes” en la OTAN

El presidente de Finlandia, Sauli Niinistö, y la primera ministra del país nórdico, Sanna Marin, han emitido este jueves un comunicado conjunto en el que instan a solicitar el ingreso en la Alianza Atlántica. “Finlandia debe pedir su adhesión a la OTAN cuanto antes”, reza el comunicado. El lunes dará comienzo en el Parlamento finlandés el debate sobre la adhesión; la mayoría de formaciones ya han anunciado públicamente que se mostrarán a favor, incluso algunos miembros de la Liga Verde. El Comité de Defensa del Parlamento recomendó esta semana la adhesión en el bloque militar, al considerarlo la mejor opción para garantizar la seguridad nacional. La posición del presidente Niinistö tiene una importancia decisiva, ya que en Finlandia el presidente dirige la política exterior del país en cooperación con el Gobierno. Este sábado está previsto que el Partido Socialdemócrata finlandés —cuya posición tradicional ha sido contraria al ingreso en la Alianza— anuncie su postura definitiva.
Las advertencias de Rusia a Finlandia (5,5 millones de habitantes) para que no solicite su ingreso en la OTAN han surtido el efecto contrario. El 25 de febrero, solo un día después del inicio del brutal ataque sobre Ucrania, María Zajárova, la portavoz de Exteriores en el Gobierno de Putin, amenazó a Helsinki y Estocolmo con “graves consecuencias políticas y militares” si decidían integrarse en la Alianza. Desde entonces, los avisos intimidatorios del Kremlin han sido constantes. Una encuesta difundida el lunes por la radiotelevisión pública del país nórdico señala que el 76% de los ciudadanos se muestra a favor de la adhesión en la Alianza Atlántica, y solo un 12% rechaza el ingreso en el bloque militar. A finales del año pasado, menos del 20% de los finlandeses era partidario de solicitar el ingreso en la OTAN.
El cambio radical en la opinión pública también se ha visto reflejado en la clase política finlandesa. En una entrevista con este diario a finales de enero, hace poco más de 100 días, la socialdemócrata Marin —que está al frente de una coalición de cinco partidos— destacó que la adhesión a la Alianza no era una posibilidad que se contemplara a corto plazo.
La adhesión del país nórdico a la Alianza pondría fin definitivamente a la política de neutralidad que ha imperado en el país nórdico desde el inicio de la Guerra Fría. Tras luchar dos guerras contra la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial —tras las que Finlandia tuvo que renunciar a parte de su territorio—, Moscú forzó a Helsinki a firmar un acuerdo de cooperación que en la práctica supuso que los políticos finlandeses estuvieron controlados y condicionados por el país vecino durante décadas. Tras la disolución de la URSS, el pacto expiró en 1992 y tres años más tarde Finlandia —junto con Suecia y Austria— ingresó en la UE. Helsinki considera que la neutralidad política terminó con el ingreso en el club comunitario. Y más si cabe desde 2009, cuando entró en vigor el Tratado de Lisboa que introdujo la cláusula de defensa mutua (artículo 42.7). Finlandia ha reiterado estos años que no era un país neutral, sino “no alineado militarmente”.
El ingreso de Finlandia en la OTAN implicaría que la frontera entre los aliados y Rusia pasaría a ser más del doble de larga que actualmente; los 1.360 kilómetros que separan a al país nórdico del territorio ruso se sumarían a los algo más de 1.200 que hay ahora en las fronteras de Polonia, Noruega, Estonia, Letonia y Lituania
El temor a una posible agresión de Rusia —de la que se independizó Finlandia en 1917— nunca se disipó del todo en el país nórdico. Prueba de ello es que casi un millón de finlandeses son reservistas, o la amplia red de instalaciones diseñadas para ser convertidas en refugios antiaéreos. El ejército finlandés cuenta con una potente fuerza aérea —acordó en diciembre la compra a Estados Unidos de 64 unidades del caza más moderno del mundo (el F-35)— y su capacidad militar es superior a la de la vecina Suecia, que tras el fin de la Guerra Fría emprendió un proceso de paulatina desmilitarización que se frenó tras la anexión rusa de Crimea, en 2014.
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El anuncio de este jueves de Finlandia mete más presión a Suecia, donde los eventos se suceden a toda velocidad para alcanzar cuanto antes una posición firme respecto al ingreso en la Alianza. En el país escandinavo también ha habido un profundo cambio en la opinión pública provocado por la brutal agresión contra Ucrania, pero no tan vertiginoso: una encuesta de abril refleja que el 57% de los ciudadanos se muestra a favor de la adhesión, frente al poco más del 25% que lo apoyaba a finales del año pasado. El Partido Socialdemócrata sueco también anunciará su posición el próximo domingo, tras décadas en las que ha rechazado de plano la opción de integrarse en la organización transatlántica. El martes está previsto que el presidente Niinistö viaje a Estocolmo.
El secretario general de la Alianza, Jens Stoltenberg, ha dejado en claro durante los últimos meses que tanto Finlandia como Suecia tienen garantizada su ingreso en caso de que así lo decidan. El proceso, sin embargo, llevará unos meses. La Alianza podría invitar formalmente a ambos países en la próxima cumbre que se celebrará en Madrid, el 29 y 30 de junio. Aun así, la adhesión tendría que ser ratificada por los Parlamentos de los 30 países miembro.
El primer ministro británico, Boris Johnson, viajó este miércoles a Estocolmo y a Helsinki para firmar acuerdos de garantías de seguridad mutuas, tratando así de disipar las dudas que puedan surgir en Suecia y en Finlandia en torno a una situación de vulnerabilidad en la que se encontraría durante los meses que durara el proceso de ratificación. Estados Unidos también ha señalado que en caso de que los dos países nórdicos soliciten el ingreso, habrá que adoptar medidas preventivas que garanticen su seguridad hasta que la adhesión se haga efectiva.
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