El Primavera Sound Barcelona arranca con el pop de Pet Shop Boys como estandarte infalible

Durante la tarde pareció que se repetiría el miércoles de Stromae de hace 9 años, cuando el cielo cayó sobre la cabeza de los galos. Y de toda la multitud que asistió a la jornada inaugural de aquel Primavera Sound. Pero no, por fortuna sólo unos pequeños charcos en el escenario recordaron este miércoles que había llovido. Lo que sí llovió, y mucho, fue pop bailable en la jornada gratuita del Primavera de este año, protagonizado en su arranque por Pet Shop Boys. ¿Gente?, mucha, pero no en cantidad como para agobiarse más de lo normal en un concierto multitudinario. Las cifras, como en las elecciones, esperarán al recuento final que se hará público el sábado, cuando al festival casi sólo le quede despedirse.

Lo importante este miércoles: canciones como Suburbia, Can You Forgive Her?, Opportunities o Where Streets Have No Name siguen haciendo bailar al público en un contexto de distinción estética muy propio en Pet Shop Boys. Era el primer día y todo era nuevo menos el dúo inglés. Al recinto se entra a la brava y de buenas a primeras hay un escenario pequeño, el del Primavera PRO. Llegados a la primera explanada dos enormes mastodontes dan la medida del festival, dos escenarios orientados hacia el mar que parece pueden facilitar el flujo de público funcionado alternativamente. En la zona de restauración central las mesas corridas ocupan menos espacio para facilitar el tránsito del público, propósito que se supone que este jueves, con todo el recinto abierto y a pleno rendimiento, se verá igualmente aplicado en toda la extensión del Fórum. Comodidad, la posible en festivales tamaño XXL, tránsito razonable y seguridad son las máximas del Primavera, que ha reajustado aforo para que quienes ya superan los 40 pero aún mantienen espíritu festivalero, no se retiren del mundanal ruido. Por cierto, entrando en este festival, contemporáneo, se percibe un runrún como de gran feria de pueblo en fiestas, idea acentuada por las letras que formando el nombre del certamen con bombillas, suben y bajan con ingenuidad. Sólo faltaba olor a churros.

Y en ese contexto, con el público aún sin pulseras que denoten lo pagado, exceptuando los VIPS, que de entrada han de ser distintos (en caso contrario no podrían acceder a sus zonas), los Pet Shop Boys reinaron, Un comienzo estupendo. Comparecieron ataviados con gabardinas blancas y unas máscaras medio robóticas que bien podrían haber sido concebidas por el mangaka Naoki Urusawa. Y si el grupo de house-pop bailable que actuó antes, Confidence Man, no pararon de marcarse acrobacias, coreografías, cambios de vestuarios y carreras atléticas de punta a punta del escenario, Tennant y Lowe se movieron lo justo, Lowe ni eso, tieso como las farolas que decoraban el escenario frente a una pantalla apaisada situada tras ellos. Hablando de pantallas, se impone el modelo vertical en los laterales de los escenarios, el triunfo anunciado de la estética Tik Tok que hace casi imposible los planos generales. Suerte que no actuaban Blood Sweat & Tears. Y de una tuna cabrían dos mandolinas y media capa.

El concierto de Pet Shop Boys, cuatro décadas de carrera y actuales, como mínimo en sus temas más logrados, como el primer día, fue estupendo. Mayormente consagrado a recuperar sus éxitos, tal y como acabaron el año pasado, sacudieron a la audiencia hasta el primer remanso con la delicada Love Comes Quickly. La canción que sonaba era descrita por un primer griterío de adhesión multitudinario. Con Always On My Mind fue de escala Richter, menor con Dreamland pesa al despliegue de luces del escenario, y de nuevo telúrico con piezas como It’s A Sin, What Go West o West End Girls. Eso sí, el montaje, bonito y vistoso, careció del punto distintivo, por original, o minimalista o de extraordinario gusto, al que Pet Shop Boys han acostumbrado a su público durante giras y giras. Pelillos a la mar, ya estamos en Primavera.

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