Ensamblajes

Las preposiciones son la tornillería de la lengua. Solo tienes que echarlas sobre la mesa como un puñado de tuercas para escoger la adecuada. Del mismo modo que hay tornillos con rosca de paso fino, tornillos de rosca de madera, tornillos de cabeza redonda o hexagonal, incluso de cabeza ranurada o cruciforme, hay preposiciones de espacio, de lugar, de tiempo, etcétera. Si quieres decir que has perdido el apetito “desde” que te tragaste aquel documental de la tele “sobre” un matadero de cerdos, has de colocar el “desde” y el “sobre” en los lugares estratégicos para que el significado fluya por la oración como el agua por una red de tuberías bien ensambladas. Y es que la preposición tiene mucho también de pequeño adminículo de fontanería. Se parece a ese empalme que enlaza el sumidero del lavabo con la bajante general. Cuando el manguito o la preposición se agrietan, el sentido hace aguas, se derrama y aparecen charcos debajo del fregadero.

Fui a la ferretería a comprar un tubo para la ducha, pues se me había roto el viejo, y volví a casa con el que no era por no haberme fijado bien en el diámetro de la rosca. Quiere decirse que es más fácil colocar una preposición que hacer frente a un arreglo doméstico. Para saber la preposición que conviene utilizar en la frase “no puedo con mi alma”, no necesitas estudiar: basta con que no puedas de verdad con tu alma. El mundo está lleno de gente que no puede con su alma y que lo dice correctamente cuando llega a casa por la noche. “No puedo con mi alma”, exclamamos dejándonos caer sobre el sofá. Adviértase que nos ha salido sin querer “sobre el sofá”, no “bajo el sofá” ni “ante el sofá” ni “entre el sofá”, etc. La preposición se coloca sola. Intente usted, en cambio, poner un programa sencillo de la nueva lavadora sin leerse hasta la extenuación las instrucciones del electrodoméstico.

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