“Era una carnicería, no lo puedo superar”: así fue el rescate de los migrantes muertos en la tragedia de Chiapas

Es el retrato desgarrador de la crisis migratoria en México. Un camión con al menos 160 migrantes volcó el jueves a las afueras de Tuxtla Gutiérrez, en el sur del país, y se estrelló a 100 kilómetros por hora contra un puente peatonal. La cabina donde iban los migrantes, en su mayoría guatemaltecos, estalló por el impacto y dejó una estela de cuerpos en la carretera. “Fue una carnicería, no lo puedo superar”, relata Jorge Gómez González, un vecino que socorrió a las víctimas. Hasta el mediodía de este viernes, 55 personas habían fallecido y al menos 106 estaban hospitalizadas.
El puente de la muerte. Así llaman los vecinos al sitio de la tragedia, cerca de la capital del Estado de Chiapas. Allí presencian cada mes un accidente diferente; han visto morir a mucha gente, pero nunca una tragedia de estas dimensiones. Gómez González tiene su casa justo frente al lugar. Estaba parado el jueves en la entrada de su vivienda, cuando sobre las 15.20 vio a un camión tomar la curva a gran velocidad. El vehículo se salió de control, chocó primero contra un poste de electricidad, luego contra un puente, y se partió en dos. Por un lado, la cabina del conductor, por el otro, el compartimento con el centenar de personas.
“Con el primer impacto se abrió la caja y salieron disparados. Muchos eran jóvenes, hasta niños había. Nunca en mi vida había visto esto”, cuenta Gómez González. Fue el primero en salir a asistir, dice, y junto con los vecinos del lugar tendieron mantas de sus propias casas en el suelo de la carretera para tender allí a los cuerpos. “Saqué a una muchacha como de unos 25 años, le puse algo debajo de su cabeza, y al ratito cerró sus ojos. Se murió en mis manos”, cuenta llorando. “No lo puedo superar, esta gente solo luchaba por algo mejor”.
Ningún migrante de los que aparece en la lista pasa de los 45 años. La gran mayoría estaba en la veintena, y un puñado ni siquiera había cumplido la mayoría de edad. Naymer Fuentes Bravo fue una de las primeras víctimas mortales en ser identificada. Guatemalteco, de 30 años, fue trasladado a un hospital y falleció durante la cirugía. Cuatro hombres más corrieron con el mismo destino, pero las autoridades no lograron identificarlos, y anunciaban sus casos con la descripción de la ropa que llevaban puesta en el momento en que fueron rescatados de los restos del camión.
“La cabina explotó y salió un manojo de gente. Era como un acordeón, unos encima de los otros, costaba mucho verlo”, cuenta Emanuel Hernández, otro vecino que ayudó a las víctimas. Quienes socorrieron a los migrantes vieron huir al conductor del camión, quien continúa prófugo. Pero ninguno prestó atención a cómo era o cómo iba vestido, porque la imagen y el grito ensordecedor de la gente llorando era más importante. Los vecinos estuvieron media hora sacando cadáveres y asistiendo a los que sobrevivieron, solo la mitad de los que viajaban, hasta que llegaron las autoridades.
Un drama cotidiano
El accidente es el enésimo reflejo de una tragedia que recorre el país a diario, un fenómeno que recobró fuerza hace un año coincidiendo con la salida de Donald Trump de la Casa Blanca, las expectativas generadas con la llegada de Biden y acelerado por la devastación que los huracanes Iota y Eta dejaron en países como Honduras. Varias poblaciones de las fronteras sur y norte se han convertido en cárceles a cielo abierto en las que miles de personas se quedan atrapadas a la espera de resolver su situación migratoria. El hartazgo empuja de vez en cuando a algunos grupos a marchar hacia Ciudad de México para reclamar una regularización. La última caravana salió de Tapachula, en la frontera con Guatemala, a finales de octubre y se aproxima estos días a la capital. Mientras tanto, México y Washington tratan de poner en marcha un plan para aumentar las inversiones en Centroamérica que, de momento, solo está definido sobre el papel. El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, ha lamentado este viernes la lentitud de Estados Unidos para aplicar esos programas. “Desgracias como esta tienen que servir para resolver la migración desde el origen”, ha afirmado.
El vehículo viajaba de Guatemala a Veracruz, y había pasado varios retenes policiales y militares, incluida la misma frontera, sin ser detenido ni sometido a ninguna revisión. Un grupo de migrantes explicaba a este periódico que los viajes en los tráileres de los camiones es una práctica que se ha incrementado mucho en el último tiempo ante el endurecimiento de la política migratoria mexicana, algo que los han empujado a tomar vías más inseguras. “Al Gobierno le pedimos que haga su trabajo, ¿cómo puede ser que este camión haya pasado la frontera así? Los que murieron eran personas, no animales”, dice Hernández con rabia contenida.
Juan Manuel Zarzain, titular de la comisión local de derechos humanos, explicaba que la identificación de los muertos será un proceso complicado, porque muchos de ellos ni siquiera traían documentos. “No hay quien los identifique, más que a los que viajaban con un familiar sobreviviente”, ha dicho. Las autoridades mexicanas esperan poder localizar y trasladar a las familias a México para poder realizar el reconocimiento.
Este viernes, los vecinos volvieron al lugar del accidente a dejar una ofrenda y llevaron a un cura que improvisó una pequeña ceremonia. Pocos de los presentes pudieron dormir la noche anterior. “Esa imagen no se nos quita nunca más”, dice Hernández.
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