Feliciano tumba a Rublev y acerca los cuartos para España

Comenzó torcida la tarde en el Madrid Arena. Colas en el exterior y los aficionados combatiendo como podían el frío otoñal, esperando a que se cerrase la dilatada serie entre Kazajistán y Canadá. Mientras, el equipo español pulía la conjura y descontaba los minutos hasta que a eso de las 18.15, dos horas y cuarto sobre el horario previsto, Feliciano López y Andrey Rublev saltaron a la pista para jugarse el primer punto de la serie decisiva entre España y Rusia, ambas en busca de los cuartos. Y contra el retraso, la tensión y aquellas voces que presuponían que el toledano tenía poco que hacer, 40 años frente a 23, el cinco del mundo contra el 106, una réplica en toda regla: 2-6, 6-3 y 6-4.

Es decir, España obtuvo lo que necesitaba para entrar directamente por la pugna por el acceso a la siguiente fase, un punto que le sitúa entre los tres candidatos a ser el segundo mejor equipo. Pero puede ser mejor. Si lograr una victoria en los dos pulsos restantes, Pablo Carreño-Daniil Medvedev o el dobles que cerrará la serie, progresaría directamente a la siguiente estación de la competición.

Como el primer día frente a Ecuador, el preparador decidió apostar por el toledano de entrada y prescindió de la opción de Albert Ramos. Pesó de nuevo el pedigrí de Feliciano, identificado a más no poder con una competición que le ha visto levantar cinco Ensaladeras y disputar 31 series, repuesto ya de los mareos que le impidieron jugar el dobles del viernes. Él, 40 años, volvió a ser el elegido, pero así como dos días antes se encontró con Roberto Quiroz, resistente pero a posteriori dócil, esta vez se topó con un rival muy difícil de domesticar. Rublev se revuelve como los pitbulls.

Cinco del mundo y cada vez más sólido, el ruso de 24 años enseñó los colmillos y mordió de inmediato, en el primer turno al resto. Logró el break y abrió brecha rápido porque además, a Feliciano le costó coger temperatura. Dos dobles faltas propiciaron la segunda rotura y en 27 minutos se decantó el primer parcial. Aunque venía con la lección aprendida, el español entendió que ante Rublev no valen las medias tintas, y se lanzó a por él a pecho descubierto. Le costó coger vuelo y calibrar el saque, pero a la que lo hizo se enderezó y se reenganchó al duelo, arropado por los 9.000 espectadores presentes en las gradas.

Esto es la Davis, y el aficionado también juega. Apretó el Madrid Arena –en ocasiones, más de lo permitido por el protocolo del juego limpio– y al ruso se le empezó a encoger el brazo. Recto hasta entonces, a Rublev le empezó a pesar el ambiente y el saque-red de Feliciano, que produjo una ráfaga (break para 4-2), aguantó el achuchón (tres opciones de rotura salvadas al siguiente juego) y se adjudicó el set para igualar. A pecho descubierto, cortando la bola, inmenso en la red. Arriesgando con los segundos, porque se trabó con los primeros. Un todo o nada, la única opción válida en un territorio para valientes.

Ganó terreno, rotura para 2-1; administró la renta con sus saques, clínic de oficio, sin dudar; y disfrutó de una atmósfera que le condujo hacia la victoria y en paralelo devoró a Rublev, desquiciado conforme se le inclinó el pulso y su derecha perdía la dirección. Observaba desde la grada Gerard Piqué, el ideólogo del nuevo formato, y pese a que el moscovita se revolviera en los instantes finales con tres reveses cruzados que aportaron suspense a la última recta, atrapó con decisión una victoria que sitúa al equipo español en una posición más que interesante. Feliciano y la Davis, la Davis y Feliciano. La fórmula de no acabar.

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