Ferrari se aturulla en el alboroto del GP de Mónaco y Checo Pérez sale victorioso

El circuito de Mónaco ya es de por sí un escenario lo suficientemente particular, como para que los responsables de Dirección de Carrera se metan en un lío ellos solos, que termine por convertir el gran premio en un auténtico delirio. La lluvia provocó que a los comisarios les entrara el tembleque y optaran por ir retrasando el arranque de la prueba para incredulidad de los pilotos y de su tropa, que en según qué momentos no sabía qué hacer ni hacia dónde ir, de arriba para abajo sin rumbo, como pollos sin cabeza. En un domingo marcado por la algarabía, Ferrari tuvo a bien ponerle todavía más picante al asunto para desgracia de Charles Leclerc, que sigue con la maldición que le persigue en Montecarlo. El mal fario que persigue al monegasco parece cosa de magia negra. El muchacho acumula dos ‘pole position’ consecutivas en su casa, por más que todavía no ha conseguido transformar en victoria ninguna de ellas. El año pasado, una avería en su monoplaza le impidió hasta tomar la salida. Esta vez fueron las decisiones tomadas desde el muro las que le negaron un triunfo que tenía muy bien encarrilado.

Tras el fallo en el motor que le condenó el domingo pasado en Montmeló, Leclerc lo tenía todo de cara para desquitarse de la mejor manera imaginable. Sin embargo, el caos que se instaló en Montecarlo debido al mal tiempo hizo que Ferrari se aturullara, que a sus estrategas se les nublara la vista y que él terminara todavía más cabreado que la semana pasada en el Circuit. La poca gracia de Ferrari coincidió con la destreza de Red Bull en el momento clave, que fue cuando el circuito se secó y llegó el momento de desechar las gomas de lluvia extrema con las que todos los coches arrancaron

Colocado cómodamente al frente del pelotón, a Leclerc le llamaron para que acudiera al taller en primera instancia (vuelta 18) pero le colocaron los compuestos intermedios, sin reparar en que Checo Pérez, que circulaba el tercero y había parado un giro antes (el 17º), iba a salir por delante de él. Esa vuelta fue suficiente para que a la marca de Maranello le entrara el pánico y volviera a reclamar la presencia de Leclerc, que se reincorporó a la pista el cuarto, por detrás del mexicano, de Carlos Sainz y de Max Verstappen. La bandera roja que volvió a pararlo todo permitió ver al líder de Ferrari completamente desencajado, sin saber muy bien hacia dónde mirar ni qué decirles a sus chicos, conscientes todos ellos del marrón en que le habían metido.

La enésima reanudación ordenó el rebaño y dejó el asunto visto para sentencia a favor de Checo y Red Bull. Se trata de la tercera victoria del corredor de Jalisco en la F1, la primera esta temporada después del chasco que se llevó el domingo pasado en España, donde sus jefes le obligaron a dejarse adelantar por Verstappen. Al igual que entonces, en Mónaco tampoco ganó ni el piloto más rápido ni el coche más rápido, Leclerc y Ferrar, a quien no sirvió de consuelo ni la segunda posición de Sainz, un auténtico perro de presa detrás del chico de Jalisco, que se las apañó para ensanchar su monoplaza y así desactivar cualquier intento de ataque por parte del madrileño. Mad Max completó un podio que le permite coger algo más de aire al frente de la tabla general sobre Leclerc, que nada más cruzar la meta se quedó atónito, como si no se creyera qué acababa de pasar: “No tengo palabras. La temporada es larga pero no podemos hacer esto”. Fernando Alonso, por su parte, terminó el séptimo, la misma posición que ocupó en la salida.

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