Garbiñe Muguruza, una maestra con mayúsculas

Garbiñe Muguruza se proclamó campeona de la Copa de Maestras al imponerse en la final celebrada en Guadalajara a Anett Kontaveit por 6-3 y 7-5, en 1h 38m. La española, de 28 años, se convirtió así en la primera jugadora nacional que levanta el título y añade otra muesca más a su palmarés, en el que ya figuran dos grandes (Roland Garros 2016 y Wimbledon 2017) y el número uno que alcanzó hace cuatro años. De esta forma, Muguruza se unió a Manolo Orantes (1976) y Alex Corretja (1998) como los tres únicos españoles que han conquistado el torneo, y se distingue con un logro histórico que se le negó a Arantxa Sánchez Vicario (finalista en 1993) o Conchita Martínez.

Muguruza se abrió paso hacia el éxito en su cuarta participación, después de un recorrido progresivo en el que ha ido de menos a más, con una derrota en el estreno (Karolina Pliskova), una remontada en la segunda aparición (Barbora Krejcikova), una victoria obligada en la tercera (Kontaveit) y la explosión en el cruce de semifinales contra Paula Badosa, en el que expresó su mejor versión. Encontró continuidad en la final, de nuevo ante la estonia, y se hizo así con el prestigioso premio maestro, ingresando en un exclusivo club en el que destacan nombres tan ilustres como los de Navratilova, Graf, Evert, Seles, Hingis, Sabatini o Sharapova.

En un curso oscilante, Muguruza pone un broche de oro que le permite, además, encaramarse a la tercera posición de la clasificación mundial, recuperando así el terreno perdido en los últimos tiempos. La última vez que figuró en el podio fue en julio de 2018 y ahora vuelve a brillar entre las más fuertes, subrayando su condición de tenista singular y especial, capaz de todo si llega a su punto de ebullición. Sin fortuna esta temporada en los grandes escenarios –no franqueó los octavos en ningún grande–, se reencuentra con la gloria en México, territorio que la ha arropado a 1.566 metros de altitud.

Como en casa, inspirándose en su paso feliz por Monterrey (2018 y 2019) y coreada por la grada latina –”¡Garbiñe, hermana, ya eres mexicana!”–, la española reflorece y se reivindica desde la veteranía, en un instante en el que un buen pelotón de jóvenes viene metiendo los codos en la élite y reclamando los focos. Hoy apuntan a ella, que reclama su espacio y reverdece con una remontada que lleva la firma de Conchita Martínez en el banquillo. La aragonesa cogió a una jugadora rota hace tres años, febrero de 2018, y la devuelve al primer plano con un sofisticado ejercicio de reconstrucción anímica.

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