Hallado en La Rioja el rastro de uno de los dinosaurios más rápidos

Reconstrucción de un terópodo en plena carrera sobre sedimentos lacustres durante el tiempo de agua baja.
Reconstrucción de un terópodo en plena carrera sobre sedimentos lacustres durante el tiempo de agua baja.Francesc Gascó

Algunos de los dinosaurios depredadores bípedos (terópodos) más rápidos dejaron su rastro en La Rioja hace entre 100 y 145 millones de años. Una investigación sobre 12 huellas fosilizadas halladas en el yacimiento de La Torre, del municipio de Igea, ha determinado que los ejemplares que marcaron el suelo a su paso podían alcanzar hasta 45 kilómetros por hora. Esta velocidad los convierte en unos de los más rápidos, por detrás de otros terópodos como un ejemplar joven de Tyrannosaurus rex, que podía llegar a 50 kilómetros por hora, y del más pequeño Compsognathus (64 kilómetros por hora). Sin embargo, superaban al velocirraptor (38 kilómetros por hora). El trabajo ha sido publicado en Scientific Reports y encabezado por Pablo Navarro‑Lorbés, paleontólogo de la Universidad de La Rioja.

Las huellas analizadas se corresponden con ejemplares del Cretácico Temprano y presentan los tres dedos funcionales característicos del “pie de bestia” (traducción de la palabra griega terópodo) así como una forma más larga (28,9 centímetros) que ancha (26,9 cm). La investigación ha podido confirmar que se trata de rastros fosilizados de ejemplares ágiles y de tamaño medio de este suborden de dinosaurios saurisquios. El paleontólogo precisa: “Por nuestras estimaciones a partir de las huellas, tenían una altura hasta la cadera de entre 1,3 y 1,4 metros, lo que podría significar que estamos hablando de dinosaurios de hasta dos metros de altura y unos cuatro metros de longitud”.

Una de las huellas halladas en el yacimiento de Igea denominado 6A. / PABLO NAVARRO-LORBÉS
Una de las huellas halladas en el yacimiento de Igea denominado 6A. / PABLO NAVARRO-LORBÉS

Sin embargo, la investigación no ha podido concretar la especie exacta. En este sentido, Navarro-Lorbés explica: “La configuración de las icnitas [huellas fosilizadas] de dinosaurio depende de varios factores: la forma del pie del animal, las características del barro en el que pisaban y el movimiento realizado por el pie a la hora de generar la huella. Ya que la forma del pie de los dinosaurios carnívoros es, a grandes rasgos, muy similar en muchas especies (tres dedos relativamente gráciles acabados en garras), es difícil asignar una huella determinada a una especie concreta. Además, conocemos algunas de las especies que habitaban la península Ibérica durante el Cretácico Inferior, pero no las conocemos todas, por lo que no es posible saber qué especie de dinosaurio las produjo. Por los restos fósiles que existen en la península Ibérica y características de las huellas, sabemos que fueron producidas por un dinosaurio carnívoro (terópodo) perteneciente o bien al grupo de los carcarodontosauridos o espinosauridos”.

Los restos de La Torre se dividen en dos grupos, uno de cinco huellas (6A-14) y otro de siete (6B-1). La primera pista pertenece a un terópodo más grande y se calcula que el rastro se corresponde con una carrera progresiva de entre 23,4 y 37 kilómetros por hora. El segundo ejemplar era más ágil y dejó vestigios de cambios de velocidad abruptos, como si maniobrara, y a un paso más rápido (entre 31,7 y 44,6 kilómetros por hora en su ritmo más veloz).

Los autores del estudio destacan que, más allá del hallazgo singular, “el estudio de las huellas de los dinosaurios puede ayudar a responder algunas preguntas sobre el comportamiento y la biodinámica así como de la interacción de estos animales con el medio ambiente”. Según Navarro-Lorbés, “permiten conocer cada vez con mayor precisión la forma en la que los dinosaurios se desplazaban y vivían, aportando valiosa información sobre sus capacidades y relación con el entorno”.

Caminantes más que corredores

De esta forma, según la investigación sobre huellas fósiles, para estos dinosaurios, “caminar era el comportamiento más común” (96%), aunque también se han identificado algunos casos de trote, en la mayoría de los casos, y carrera.

De acuerdo con el estudio, las huellas de La Rioja —“hasta donde sabemos”, según matizan los autores— se corresponden con las de “uno de los dinosaurios más rápidos que se conocen”, solo superados por dos ejemplares, uno del Jurásico Temprano y otro del Cretácico Inferior, cuyos rastros fueron hallados en los yacimientos estadounidenses de San Juan (Utah) y en Texas. “El rastro de La Torre 6B”, según comenta Navarro-Lorbés, “es a día de hoy el tercer rastro de terópodo más rápido que se conoce”. El investigador español explica que el dinosaurio de Utah podría alcanzar los 55 kilómetros por hora, “si bien este rastro solo cuenta con dos huellas conservadas”.

Medición preliminar de una de las huellas durante los trabajos de campo.
Medición preliminar de una de las huellas durante los trabajos de campo.Alberto Labrador

Según la investigación, “las huellas de los dinosaurios halladas en el yacimiento de La Torre se corresponden con las tres velocidades más altas jamás calculadas para las pistas de terópodos no aviares”. Además, en el caso del ejemplar más ágil, el rastro muestra su capacidad de ejecutar y controlar cambios sustanciales de velocidad mientras corría y que las condiciones ecológicas “eran propicias para que los terópodos de tamaño mediano se movieran corriendo”.

También detalla el estudio que estos “buenos corredores” de La Rioja, con masas inferiores a los 1.000 kilogramos, desarrollaron esta capacidad “debido a su doble condición de cazadores de especies más pequeñas y presas de depredadores más grandes”. Según añade Navarro-Lorbés, “para los animales que produjeron estas huellas (dinosaurios carnívoros de mediano tamaño), ser rápidos y ágiles les proporcionaba una ventaja importante a la hora de depredar, pero también para no ser depredados por otros carnívoros de mayor tamaño”.

En este sentido, Tom Cullen, científico del Museo Field de Chicago, coincide: “Los diferentes patrones de crecimiento pueden marcar una gran diferencia en la forma en que un animal encaja en su ecosistema. Hacerse grande rápidamente puede ser una ventaja competitiva: hace que sea más fácil cazar otros animales y más difícil que otros animales lo cacen”. Y los demás animales evolucionaron también para adaptarse a estas condiciones, según explica el paleontólogo español: “Probablemente, sus presas, dinosaurios herbívoros bípedos (ornitópodos), pudieron alcanzar también altas velocidades y poseer una buena maniobrabilidad para huir de sus depredadores”.

El Tyrannosaurus rex, el depredador prehistórico más popular, caminaba a una velocidad de unos 4,6 kilómetros por hora, según un equipo científico de Países Bajos que estableció este dato con el análisis del balanceo de su cola, según se ha publicado en la revista Royal Society Open Science. Según Pasha van Bijlert, autor principal del trabajo e investigador de Ciencias del Movimiento en la Universidad Libre de Ámsterdam (Vrije Universiteit), “el balanceo de la cola, gracias a los ligamentos, servía de contrapeso. Es comparable a la suspensión de un puente y producía parte de la fuerza necesaria para empujar de forma rítmica el cuerpo hacia delante a dos patas. La velocidad de la pisada tenía que corresponder a la frecuencia natural con que sube y baja la cola y nosotros indicamos que el paso del Tyrannosaurus rex era de 1,28 metros por segundo”.

La investigación liderada por Navarro-Lorbés forma parte de la tesis de este, dirigida por Angélica Torices, directora de la cátedra de Paleontología de la Universidad de La Rioja, y ha sido realizada en colaboración con científicos del Centro de Interpretación Paleontológica de La Rioja y de las universidades Complutense de Madrid, País Vasco y Nacional de Río Negro (Argentina).

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