La guerra europea por la nuclear y el gas estalla en la cumbre del clima de Glasgow

Cumbre del clima tras cumbre del clima la energía nuclear trata de reivindicarse como una vía para luchar contra el calentamiento global. Esta tecnología no emite gases de efecto invernadero a la hora de generar energía y se intenta postular como una alternativa a los combustibles fósiles junto a las renovables —aunque los detractores de la nuclear argumentan sus altísimos costes y el problema de los residuos que deja atrás—. En la cumbre de Glasgow ha ocurrido de nuevo y el debate nuclear ha vuelto a surgir, esta vez impulsado también por el momento de altos precios de la electricidad. Alemania, que se fijó un calendario de cierre nuclear tras el accidente de Fukushima, ha impulsado en la COP26 una declaración en contra de que la Comisión Europea incluya a esta tecnología en el listado de inversiones que se pueden clasificar como verdes y beneficiosas para la lucha contra el cambio climático en la taxonomía que está preparando Bruselas. Este instrumento, que debe servir para señalar las fuentes que Europa considera como renovables, pretende convertirse en la primera guía a nivel internacional para los inversores interesados en ese sector.
La declaración impulsada por Alemania supone un enfrentamiento directo y público con Francia, que lucha por incluir a la nuclear en la taxonomía europea para impulsar su industria nacional. De hecho, su presidente, Emmanuel Macron, anunció esta semana que su país construirá nuevas centrales nucleares. Y argumentó que será beneficioso para la lucha contra el cambio climático y para controlar los costes de la electricidad. Pero Alemania rechaza esos argumentos y en la declaración que ha impulsado en Glasgow se considera que la energía nuclear es “incompatible” con la taxonomía europea, que busca impulsar las inversiones para lograr la descarbonización del sistema energético de la UE. Dinamarca, Luxemburgo, Portugal y Austria se han sumado a este posicionamiento en un acto celebrado este jueves en el pabellón de Alemania en la COP26.
En la declaración se pide abiertamente a Bruselas que excluya a la energía nuclear de esa taxonomía verde. “Nos preocupa que la inclusión de la energía nuclear en la taxonomía dañe permanentemente su integridad, credibilidad y, por lo tanto, su utilidad”, se apunta en el texto firmado por estos cinco países.
España, sin embargo, ha rechazado unirse pese al ofrecimiento realizado por el Gobierno alemán en funciones. A simple vista la negativa del Gobierno español puede parecer contradictoria con la postura que ha mantenido hasta ahora. En junio, España junto a Alemania, Austria, Dinamarca y Luxemburgo enviaron una carta a la Comisión Europea en la que pedían exactamente lo mismo: que la nuclear se dejara fuera de la taxonomía. Sin embargo, la diferencia es que ahora Bruselas también está estudiando incluir en esa taxonomía al gas natural, un combustible fósil que emite menos gases de efecto invernadero que el petróleo o el carbón a la hora de generar energía, pero que no deja de ser perjudicial para el cambio climático. Si Francia empuja para que la nuclear reciba esa etiqueta verde, Alemania hace lo mismo para que el gas natural también la tenga.
Fuentes del Gobierno español aseguran que no quieren tomar partido en esta guerra y que se oponen a que ambas tecnologías entren en la taxonomía, que está pensada para impulsar las inversiones futuras en nuevas plantas e infraestructuras. Teresa Ribera, la vicepresidenta para la Transición Ecológica, ha asegurado desde Glasgow: “Las presiones ejercidas por algunos estados miembros para incluir dos tecnologías asociadas a la utilización de gas y de energía nuclear son un error”.
Solución salomónica
El tira y afloja energético entre Francia y Alemania apunta a una solución salomónica por parte de Bruselas a favor tanto de la energía nuclear como del gas. La Comisión ultima un “acto de implementación” que otorgará a ambas fuentes de energía un papel preponderante durante la transición hacia una economía sin dióxido de carbono. La nuclear y el gas habían quedado fuera de la taxonomía energética de la UE. Esta herramienta determina qué emisiones de deuda pueden clasificarse como bonos verdes, lo que permitirá atraer a un creciente número de inversores (sobre todo, fondos de pensiones y fondos de inversión) dispuestos a aceptar un precio ligeramente más alto a cambio de hacerse con esos títulos.
Bruselas teme que la inclusión de fuentes que no responden exactamente a los criterios de la taxonomía, como es el caso del gas y la nuclear, diluya el atractivo de esa clasificación y aleje a los inversores. Pero fuentes comunitarias reconocen que la presión del Gobierno de Macron a favor de la nuclear ha alcanzado tal magnitud que será inevitable hacer concesiones.
La Comisión planea reconocer a la nuclear como “fuente estable”, necesaria para facilitar la introducción de energías renovables cuya capacidad de producción depende de factores imprevisibles como el viento o las horas de luz solar. En el caso del gas, se le otorgaría un papel como “fuente de transición”, imprescindible durante un período por precisar en el que sería necesario completar el mix energético con ese hidrocarburo. Bruselas quiere evitar que ambas fuentes reciban la etiqueta verde completa que lucen las renovables y prefiere reconocerlas con una etiqueta similar (naranja o marrón) que permita al inversor apreciar la diferencia. Las nuevas etiquetas podrían estar aprobadas antes de fin de año si se cumple el calendario previsto por el ejecutivo comunitario.
Ribera ha explicado que, “durante muchos meses, expertos en inversión sostenible en tecnologías han venido fijando criterios sobre cuáles son las decisiones de inversión que merecen un reconocimiento, una inclusión entre las tecnologías que respaldan con mayor efectividad la transición energética y, en general, la transición en la economía descarbonizada”. Y ha recordado que la energía nuclear y el gas natural “no estaban incluidas por tener otro tipo de limitaciones o por tener otro tipo de efectos”. Ribera considera que “es perfectamente posible poder seguir haciendo inversiones en los años de transición en gas y nuclear”, pero “tiene poco sentido incluirlas en una lista seleccionada después de mucho tiempo de trabajo entre expertos” sobre qué energías deben ser consideradas realmente verdes.
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