La leyenda de Matos Moctezuma se agranda con el premio Princesa de Asturias

Eduardo Matos Moctezuma (Ciudad de México, 1940) ha obtenido este miércoles el premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales, uno de los pocos reconocimientos que aún faltaban en su trayectoria. El gran arqueólogo del mundo azteca agranda así su leyenda, digna de los viejos dioses que rescató del escarnio de la Conquista y elevó a las vitrinas de los museos. Matos sigue la estela de otros nombres ilustres, caso del historiador John Elliott, el economista Amartya Sen o la filósofa Martha Nussbaum.
El arqueólogo no contesta al teléfono, casi un cliché, la cara aburrida de la moneda. En el lado opuesto, cualquiera le imagina pasando el plumero por una roca antigua, en una cripta subterránea de Ciudad de México. Su número fijo suena y suena y al final se escucha el pitido del fax, pero nadie atiende. No habla hoy el arqueólogo, retirado pero nunca quieto, asumido su estatus de libro andante, de enciclopedia de carne y hueso. Sus alumnos los hacen por él.
El más laureado, Leonardo López Luján, actual responsable del proyecto arqueológico Templo Mayor, ha escrito en Twitter: “Eduardo Matos Moctezuma no puede ser encasillado fácilmente, es un todoterreno: investigador de talla mundial, creador de museos, divulgador científico, profesor de excelencia, gestor cultural y director de proyectos emblemáticos en Tula, Teotihuacan, Tlatelolco y Tenochtitlan”.
Las cuatro tes del mundo viejo en el centro de México. Tula, la capital tolteca; Teotihuacan, misteriosa predecesora del mundo azteca, y la dupla Tlatelolco-Tenochtitlan, gran capital imperial mexica, la metrópoli en el lago, la urbe bajo los volcanes, la “ciudad abuela”, como Matos se ha referido siempre a ella. Sería injusto fijar a Matos en esta última. Casi como decir que Napoleón fue simplemente un gobernador francés. No, Matos es el pasado, no como ofensa, sino como referencia. Lo representa porque antes de él no fue pasado, sino vergüenza. Matos encarna una época en que México redescubrió la belleza de los antiguos.
Hay episodios en su vida que exigen un tiempo distinto al actual, minutos lentos. Por ejemplo, en febrero de 1978, cuando operarios de la compañía de la luz dieron con la roca de la Coyolxauhqui a un par de metros de profundidad detrás del zócalo de la capital. ¿Cómo fue aquello para un hombre que arrancaría sobre aquella roca el gran proyecto arqueológico nacional, el rescate del centro ceremonial de Tenochtitlan?
Matos lo ha contado muchas veces, quizá una de las más memorables aquella en Ravello, Italia, en 1988, 10 años después del hallazgo, con el centro de Ciudad de México patas arriba y la Coyolxauhqui, diosa rectora de los aztecas, felizmente rescatada de aquel amasijo de tuberías, tumba indigna. No es que dijera nada especial, el arqueólogo hizo lo que suele hacer: describir a detalle, con candor científico, el hallazgo. Allí, a pocos kilómetros de Herculano, víctima del Vesubio, zona cero de la arqueología europea. Sin complejo alguno, como recordaba López Luján en una semblanza que una vez escribió de su maestro.
Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Matos declaraba a EL PAÍS en 2017 que la mayor satisfacción de su carrera ha sido ese proyecto de excavación del Templo Mayor, que surgió a partir del descubrimiento de la Coyolxauhqui. Según la cosmovisión mexica, Coyolxauhqui murió descabezada a manos de su hermano. En la piedra aparece así, decapitada, desmembrada, adornada con cascabeles. El hallazgo propició que el Estado mexicano se embarcara en uno de los proyectos arqueológicos más importantes del siglo XX en América, con Matos Moctezuma a la cabeza.
Entre sus obras publicadas destacan Muerte a filo de obsidiana: los nahuas frente a la muerte, Vida y muerte en el Templo Mayor y La muerte entre los mexicas. El Colegio Nacional de México ha editado sus obras completas en ocho tomos. La Universidad de Harvard lo distinguió con la Medalla Henry B. Nicholson y también estableció una cátedra con su nombre. También ha impartido clases en las Escuela de Altos Estudios Sociales de París y fue distinguido como Chevalier dans l’Ordre des Palmes Académiques, y Chevalier de l’Ordre National du Mérite. Matos Moctezuma ha declarado en más de una ocasión que está completamente en desacuerdo con la idea de que el mundo azteca resulte más difícil de entender que el de cualquier otra civilización. “Para comprender una cultura lo primero es conocerla”. En otoño, el arqueólogo pronunciará su discurso en Oviedo si acude a la ceremonia de entrega del galardón.
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