La presión hospitalaria obliga por primera vez a Alemania a trasladar pacientes al extranjero

Alemania se empieza a ver superada por la fuerza de la cuarta ola de coronavirus. El ritmo de contagios parece imparable; cada día se pulveriza el récord anterior mientras los hospitales sufren sobrecargas que no habían experimentado ni en lo peor del invierno pasado. Un hospital bávaro ha tenido que trasladar a dos enfermos graves de covid-19 a otros centros del norte de Italia por falta de camas en la unidad de cuidados intensivos. Es la primera vez que ocurre en un país que en anteriores olas pudo ayudar a sus vecinos ingresando a enfermos extranjeros. Ahora ha sucedido al revés. El hospital de Frisinga, a 40 kilómetros al norte de Múnich, no encontró puestos libres en los hospitales alemanes cercanos y tuvo que enviar a un paciente en helicóptero a Bolzano, y a otro en ambulancia a Merano, al norte de Italia.

El número de contagios, que este jueves ha marcado otro máximo, con 65.371 diagnósticos, preocupa enormemente porque la curva es ascendente, casi vertical, y no parece que vaya a llegar al pico en los próximos días. La incidencia, ahora en 337 casos por 100.000 habitantes (en siete días, lo que equivaldría aproximadamente a 674 en dos semanas, como se suele medir en España), empezó a crecer a mediados de octubre pese a las advertencias de epidemiólogos y expertos en salud pública, que pedían no relajar las restricciones ante la llegada del frío. Ahora, ante la alarmante situación hospitalaria, las autoridades están volviendo a aplicar medidas para tratar de contener los contagios. El Bundestag ha aprobado este jueves la reforma de la Ley de protección contra enfermedades infecciosas y por la tarde se reúne el Gobierno con los líderes de los 16 Estados federados para acordar medidas comunes.

El dramático llamamiento a la acción de Lothar Wieler, el presidente del Instituto Robert Koch (RKI), ha causado impresión en un país que no está muy acostumbrado a que apelen a sus emociones. “La Navidad será muy dura”, aseguró en un encuentro digital el miércoles por la noche. El vídeo se ha hecho viral. El jefe del RKI, el organismo que asesora al Gobierno en materia de enfermedades infecciosas, suele mostrarse comedido en sus apariciones públicas, pero anoche quiso ser muy claro: “Nunca hemos estado tan preocupados como ahora”, insistió. Muchos hospitales, como la Charité, en Berlín, ya han suspendido cirugías programadas. Pero siguen llegando enfermos con un infarto o un ictus, o accidentados, que necesitan una cama en cuidados intensivos. Wieler explicó que se tarda horas en encontrarles un puesto libre.

“Los pronósticos son extremadamente sombríos”, aseguró, contrito, el jefe del RKI: “Estamos en situación de emergencia y quien no lo vea estará cometiendo un grave error”. En una rueda de prensa anterior al vídeo viral Wieler había hecho cálculos sobre las muertes que seguirán en unas semanas a los datos de contagios actuales. La tasa de fallecimientos es de alrededor del 0,8% en Alemania, lo que quiere decir que ocho de cada 1.000 infectados no sobreviven. “Esto significa que de los 52.000 [el dato del miércoles] contagios diarios que tenemos, 400 personas morirán”, advirtió el experto.

Falta personal para atender las UCI

El problema de los hospitales alemanes no es de camas. El país tiene una de las mejores ratios de Europa de puestos de UCI por habitante, sobre el papel. En realidad, muchas están inutilizadas porque no hay personal para atenderlas. Según los últimos datos disponibles, el país cuenta con unas 21.000 camas de cuidados intensivos disponibles, 6.300 menos que hace un año. Ralf Berning, enfermero de cuidados intensivos en un hospital de Bielefeld, contó el miércoles en uno de los programas de mayor audiencia en la televisión pública que la falta de personal especializado, sobre todo enfermeras, es dramática. En su unidad, por ejemplo, hay 16 puestos pero solo pueden aceptar a 10 pacientes. La situación es especialmente complicada en Baviera, Turingia y Sajonia, al sur y al este del país, donde se registran las peores cifras de contagios.

El RKI advirtió ya a finales de julio de que la cuarta ola podría superar a las anteriores si la tasa de vacunación no mejoraba. Alemania tiene, junto con otros países de habla germana, como Austria y Suiza, los peores porcentajes de inmunizados de la Europa occidental. Solo el 67,8% de su población está completamente vacunada (frente a un 80% de España). En los últimos días, ante la amenaza de que los no vacunados vean limitada su vida social, han vuelto a verse colas en algunos centros. La tasa de pinchazos por 100.000 habitantes ha aumentado ligeramente. A la espera de lo que decidan las autoridades, varios Estados federados se han adelantado y han impuesto la llamada regla 2G: para entrar a bares, restaurantes, espectáculos y actividades culturales se exige estar vacunado o un certificado de haber pasado la enfermedad en los últimos seis meses. La capital, Berlín, impuso la nueva regla este lunes. Ya no es válido presentar un test negativo a la entrada de cualquier establecimiento.

Las autoridades locales están aprobando todo tipo de restricciones, como la vuelta a las mascarillas en los colegios, o la necesidad de que los alumnos se hagan test de antígenos periódicamente para detectar infecciones asintomáticas. También se han suspendido numerosos espectáculos y actos festivos, como los tradicionales mercadillos de navidad que se instalan en estas fechas en todas las ciudades alemanas. La ausencia de medidas comunes ha sido muy criticada en las últimas semanas. El Gobierno saliente de Angela Merkel no ha conseguido reunirse con los presidentes regionales hasta este jueves, mientras que el probable nuevo Ejecutivo, un tripartito formado por socialdemócratas, verdes y liberales, ha rechazado extender la llamada “situación epidémica de alcance nacional”, que permite a los Estados introducir restricciones sin la aprobación previa de sus parlamentos.

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