Luz y tinieblas

La Real Academia Española define “prejuicio” como “opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable, acerca de algo que se conoce mal”. Si tiene que ver con la ignorancia, debería tener también solución, es decir, ser reversible. Es lo que nos gusta pensar a los periodistas: que la información puede ayudar a construir una sociedad mejor. Twitter mostró este jueves que siendo eso cierto, la definición de la RAE no es completa. Existe un tipo de prejuicio más tenaz que cualquier dato o argumento. Hay quien elige vivir en las tinieblas, y grupos entrenados para arrastrar a la oscuridad a cuantos puedan.

No es casualidad que Jesús Medina, doctor en Leganés (Madrid), haya titulado Una mañana de luz blanca el relato en primera persona de su primera eutanasia. Su testimonio en EL PAÍS aporta claridad sobre un asunto complejo, lo que no impidió que durante su debate en el Congreso se frivolizara hasta niveles vergonzantes: “Se legaliza el homicidio porque es más cómodo y económico. El Estado desea la muerte de los más débiles. Es la destrucción de nuestra cultura, que tiene raíces cristianas”, decía Vox.

La valentía del doctor Medina al compartir su experiencia con una paciente de 86 años con un cáncer de colon terminal tuvo en las redes sociales, esa gran plaza pública, la recompensa que ofrece a veces la información —empatía—, pero también lo convirtió en diana de la cerrazón.

Hubo tuiteros que difundieron su relato escogiendo distintas frases del texto: “Comienza la sedación y ella no pierde la sonrisa. Sus nietas le dicen todo lo que la quieren y ella se despide deseando felicidad para todos nosotros” (@juanmanuelreina). “En el salón ya se oyen besos, deseos entrecortados, agradecimientos, algún sollozo y los últimos abrazos muy apretados” (@ribasadri). “Queda en el aire un espíritu de paz, de dignidad, de respeto a la vida y al proceso de morir” (@vbaosv).

Hubo quien utilizó sus cuentas de Twitter para dar las gracias al doctor Medina y a los que, como él, han ayudado a morir a quien padece un sufrimiento extremo e irreversible: “Este relato. Lo que la eutanasia tenía que traer: dignidad, paz, amor. Gracias a todos los sanitarios que lo hacen posible y a quienes lucharon por ello” (@lauralruiz). “Para pensar. Gracias a EL PAÍS y al doctor Medina por este documento” (@vicenmora). “Ojalá hubieran legalizado la eutanasia mucho antes y así mi abuelita no hubiera sufrido de esa manera y tampoco nosotros como familia” (@leilaand). “Un relato bello y estremecedor. Su brevedad y sencillez nos lleva de la mano de las emociones de ese momento. Vale la pena leerlo” (@jorgeinsunza).

Y hubo, también, quien prefirió no entender y descargó vulgaridad e insultos desde su cuenta de Twitter: “Apología de la muerte. El diario lamentable de la mañana” (@PedroPrezJuri). “Ella estaba llena de vida. Asesinos” (@SubTutelaDei). “Agradezco muchísimo a EL PAÍS la ayuda que me brinda para la operación biquini y la dieta para el verano. Todavía estoy vomitando y no he pasado de la entradilla” (@drapocalipsis). “Jesús Medina, no te conozco, pero Dios me libre de cruzarme contigo, carnicero inmundo” (@bernardodlpaz).

Dios, por cierto, estaba presente para este médico: “Debo prepararme por dentro y por fuera esta mañana […] Rezo y comparto mis sentimientos con mis seres queridos. Vuelvo a rezar un rato largo cuando ya no hay nadie en casa…”. Pero en la cabeza de quienes custodian ese tipo de prejuicios, la clase que fulmina la empatía, no cabe pensar que un médico creyente pueda ayudar a una anciana con un cáncer terminal a morir dignamente y rodeada de amor. Ahí no entra ni entrará nunca la luz.

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