Macron admite la “cólera” por la reforma de las pensiones y se da 100 días para calmar los ánimos en Francia

Emmanuel Macron se da 100 días para calmar los ánimos en una Francia convulsa por la impopular reforma de las pensiones, que entró en vigor este fin de semana y empezará a aplicarse en otoño. En un discurso televisado a la nación, el presidente francés defendió el aumento de los 62 a los 64 años de la edad de jubilación, lamentó no haber podido obtener un consenso y prometió sacar lecciones de la cólera popular que ha provocado la ley.

“Se ha expresado una cólera, cólera ante un trabajo que a demasiados franceses no les permite vivir bien, ante precios que aumentan”, aseguró.

La inconcreción de las medidas y la frustración que ha dejado una reforma impuesta contra la voluntad de la mayoría de los franceses complicarán el objetivo del presidente para estos tres meses: poner en marcha un pacto nacional sobre la vida laboral. Los sindicatos han rechazado su invitación para reunirse el martes con él en el palacio del Elíseo y se han dado cita el 1 de mayo para una jornada de manifestaciones masivas.

“Tenemos delante de nosotros 100 días para la calma, la unidad, la ambición y la acción al servicio de Francia”, concluyó Macron el discurso de 14 minutos, tras enumerar las prioridades desde ahora hasta el 14 de julio, día de la Fiesta Nacional. Los 100 días son un plazo simbólico, que habitualmente se concede a los nuevos Gobierno. Esta vez, se lo concede simbólicamente a su primera ministra, Élisabeth Borne, en la cuerda floja tras la agitada aprobación de la reforma de las pensiones. Y se los concede a sí mismo, como si quisiera reiniciar su presidencia tras ser reelegido hace solo un año.

Coincidiendo con el discurso del presidente, se convocaron varias caceroladas —300, según la ONG Attac— delante de Ayuntamientos y prefecturas en varias ciudades de Francia. La intervención, desde el palacio del Elíseo, se había grabado con antelación.

Laurent Berger, secretario general del sindicato reformista CFDT, reaccionó en la cadena BFMTV: “Hay un vacío en la intervención del presidente de la República: no hay nada para los trabajadores y trabajadoras que tendrá que trabajar dos años más”.

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El presidente quiso aprovechar el discurso para intentar, primero, reconectar con los franceses. Cerca del 70% del país están en contra del aumento de la edad de jubilación. Su popularidad ha caído al 28%, según un sondeo reciente de Ipsos, que coincide a grandes rasgos con los de otros institutos. No es el nivel más bajo de su presidencia. A finales de 2018, con la revuelta de los chalecos amarillos, cayó hasta el 20% y después se recuperó. Su antecesor, el socialista François Hollande, cayó todavía abajo.

“Es evidente que esta reforma no es aceptada”

“¿Es aceptada esta reforma? Es evidente que no”, se respondió Macron a sí mismo en el discurso. Y añadió: “Lo lamento”. A continuación, admitió: “Nadie, ni yo, puede estar sordo ante esta reivindicación de justicia social ni de renovación de la democrática, en particular expresada por nuestra juventud”. Y añadió: “Hay que extraer todas las lecciones”.

Macron perfiló tres grandes temas que, en su opinión, deben garantizar la fuerza de Francia para la próxima década: el trabajo, la justicia y el orden republicano y el progreso en materia de educación, sanidad y medio ambiente. Vinculó estos temas a la idea de independencia del país y de Europa. Y también a la propia reforma de las pensiones: sin trabajar más y sin finanzas más equilibradas, no habrá dinero para invertir y garantizar la soberanía en un mundo convulso.

Este era otro objetivo del discurso: pasar página de la mayor crisis política desde los chalecos amarillos: fijar nuevos objetivos y tender la mano a los sindicatos y a los diputados de la oposición dispuestos a apoyarle en algunas leyes. No lo tendrá fácil.

El Gobierno, a su vez, confía en que el Día del Trabajo sea el último cartucho del movimiento que empezó el 19 de enero, después de que la primera ministra presentase el proyecto de ley. Desde ese momento, Francia ha vivido en tensión permanente en Parlamento y en la calle. El texto se adoptó por decreto en marzo, tras fracasar las mociones de censura que habrían anulado la norma. El viernes pasado, el Consejo Constitucional sentenció que el grueso de la ley cumplía con la Constitución. El presidente la promulgó unas horas después y el sábado se publicó en el Diario Oficial.

El discurso televisado de Macron llega casi un mes después de su última intervención televisada, una entrevista en los telediarios de las 13.00 horas en las cadenas TF1 y France 2. “Entre los sondeos a corto plazo y el interés general del país”, dijo entonces el presidente, “yo elijo el interés general del país, y si hay que asumir la impopularidad hoy, la asumiré”. El Gobierno acababa de imponer la reforma recurriendo a un artículo de la Constitución que permite eludir el voto del hemiciclo, y dos días antes había superado las mociones de censura. El Constitucional todavía no se había pronunciado. Desde el fallo del alto tribunal, se han celebrado cuatro jornadas de huelgas y manifestaciones; el rechazo a la reforma no se ha debilitado.

En aquella entrevista, el presidente encargó a Borne que intentase buscar apoyos puntuales en el Parlamento para gobernar. Al carecer de mayoría absoluta en la Asamblea, el margen de maniobra de los macronistas para gobernar y hacer nuevas reformas es reducido. Las próximas elecciones son las europeas de 2024. Las presidenciales no son hasta 2027 y Macron, tras ser reelegido para su segundo mandato, no se puede volver a presentar.

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