‘Meraxes gigas’: descubierta en la Patagonia argentina una nueva especie de dinosaurio carnívoro gigante

Paleontólogos argentinos, estadounidenses y canadienses presentan hoy una nueva especie de dinosaurio gigante carnívoro: el Meraxes gigas. Fue hallado en 2012 en la provincia de Neuquén, en la Patagonia argentina, pero su descripción completa se ha publicado ahora en la revista especializada Current Biology.

La especie pertenece a la familia de los carcarondontosáuridos, los mayores depredadores que dominaron casi todos los continentes durante parte del Cretácico, entre 100 a 90 millones de años atrás. Como todos los terópodos tenían los brazos cortos, huesos ligeros y desplazamiento bípedo. Los integrantes de esta familia en particular eran los más largos del grupo: entre 12 y 13 metros desde el hocico hasta la punta de la cola. Uno de los rasgos más distintivos eran los dientes: curvos y con dentículos afilados. Como serruchos de poda de hasta 10 centímetros. La denominación proviene, de hecho, del griego Carcharodontosaurus, que significa lagarto con dientes de tiburón. Con más de cuatro toneladas de peso “el gran devorador de dinosaurios”, como califica a esta nueva especie el comunicado de prensa en español, era uno de los lagartos carnívoros más grande de Sudamérica.

Al paleontólogo Juan Ignacio Canale, investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (CONICET) y de la Universidad Nacional de Río Negro (primer autor de 10 que firman el artículo) le recordó a un dragón en específico. “El nombre lo propuse yo porque me encanta la saga Canción de Hielo y Fuego”, admite en una videollamada desde la invernal Patagonia. Se refiere a la obra literaria que inspiró la exitosa serie Juego de Tronos. “Me encantan los nombres que eligió George R. R. Martin para sus dragones y este calzaba perfecto porque la forma es bastante similar: un reptil muy grande con un cráneo gigante. También porque en Neuquén había ya dos carcarodontosaurios gigantes: el Giganotosaurus carolinii –el ‘villano’ del último Mundo Jurásico y el Mapusaurus. Este sería el tercero, como los dragones de la historia, que también eran tres”, explica.

El mayor trabajo estuvo en la descripción y las conclusiones a las que lograron arribar tras una década de investigación financiada por el ayuntamiento de El Chocón –la localidad de la provincia de Neuquén más rica en fósiles–, National Geographic y el Museo estadounidense Field, de Chicago. El hallazgo en sí, fue rápido. El primer día de campaña vieron expuesta entre la tierra una vértebra de la espalda. “Empezamos a excavar y aparecieron cada vez más huesos. Fue un batacazo”, celebra Canale. “Encontramos un cráneo sin la mandíbula pero con el maxilar y algunos dientes”. En realidad, son dientes incipientes porque los dinosaurios –al igual que los cocodrilos y a diferencia de los humanos– tenían varias generaciones dentarias a lo largo de su vida. La de este Meraxes llegó hasta los 45 años de edad, lo que lo convierte en uno de los carnívoros más ancianos hallados hasta ahora.

El ejemplar conserva también los huesos de los brazos y patas casi completos, “lo cual es muy novedoso porque en general los últimos carcarodontosaurios que alcanzaron los mayores tamaños en el Cretácico medio y primera parte del Cretácico superior en general tienen muy poco preservado tanto los pies como los brazos”. Gracias a esa suerte, pudo verse otra de las características distintivas de esta especie: una poderosa garra en el dedo interno de las patas, que supera por mucho a las otras dos en tamaño y filo.

El 'Meraxes giga' tenía un cráneo de 1,27 metros de largo y es posible que tuviera ornamentaciones en la zona del hocico y alrededor de los ojos, como muchos otros carcarodontosáuridos.
El ‘Meraxes giga’ tenía un cráneo de 1,27 metros de largo y es posible que tuviera ornamentaciones en la zona del hocico y alrededor de los ojos, como muchos otros carcarodontosáuridos.JORGE GONZÁLEZ

La cadera tiene también su sello. En la espalda, por encima de la cintura, se elevan unas espinas que recuerdan a la joroba del Concavenator, hallado en 2015 en Cuenca. Haciendo honor a la inspiración literaria del nombre, el comunicado de prensa la presenta como “la silla de montar de la reina Rhaenys Tarharyen”, dado que el dragón que comanda la monarca en la obra original se llama Meraxes.

El cráneo es otra joya. Además de enorme, es el más completo de los miembros del grupo hallados hasta ahora y muestra huesos muy ornamentados, con protuberancias, crestas y surcos. Estas piezas les permiten extraer información valiosa no solo sobre el Meraxes sino sobre todas las especies de la familia, como el célebre Giganotosaurio.

“Nos da mucha información sobre cómo era la anatomía. En el caso de los brazos vimos que eran muy reducidos, algo que se sospechaba pero que ahora podemos decir con medidas”. Lo que el análisis permite afirmar es que, al igual que otros grupos de carnívoros ya conocidos –como los tiranosaurios y abelisaurios– la reducción de los brazos fue progresiva hasta representar una proporción del 40% del tamaño del fémur. Ahí se detuvo. Desconocen la razón. “El asunto es por qué se establece ese límite. Por qué no pudieron reducirse aún más. Por qué se detiene ahí. En todos es similar la proporción de ese límite”, se devana el científico sudamericano. Porque con cada hallazgo aparecen algunas respuestas, pero muchas más preguntas.

El equipo ensaya algunas hipótesis. “Nosotros observamos que la cintura pectoral, que es donde se inserta el brazo, la escápula y otros huesos, no está reducida junto al brazo, sino que es un hueso muy grande y desarrollado en el cual encaja mucha musculatura que va a la extremidad. Entonces hay un límite hasta el cual se puede reducir porque esa musculatura en algún lado se tiene que insertar. Creemos que el límite tiene que ver con eso. Más allá de estar reducidos, alguna función cumplían y en algún lado se tenía que insertar toda esa musculatura originada en la escápula”. Porque todo músculo que nace en un sitio, debe tener un destino final en el que insertarse. La utilidad de tan cortas extremidades aún es motivo de controversias. Para apoyarse durante la cópula, para desgarrar presas o simplemente para evitar darse de bruces contra el suelo. El caso aquí es que el tamaño de los brazos no parece tan relevante cuando se tiene un cráneo enorme. El del Meraxes gigas medía 1,27 metros de largo. Otros carcharodontosaurus conocidos también eran cabezones, como el Tyrannosaurus rex (1,40 metros) y el Giganotosaurus carolinii (1,63 metros). “Todo lo que cualquier animal carnívoro cazador podría haber hecho con los brazos, este lo habría hecho con la cabeza: agarrar la presa, manipularla, sostenerla contra el suelo, matarla”, explica Canale. Los brazos, por lo tanto, no habrían sido de mucha utilidad a la hora de la comida. En especial para intentar comerse a otros gigantes como el Argentinosaurus, uno de los herbívoros de mayores dimensiones en la historia del planeta Tierra. “Seguramente no es casualidad que los carnívoros y los herbívoros más grandes hayan convivido. Es probable que haya una relación en la cadena alimenticia. Es como una carrera armamentística: las presas crecen en tamaño como método de defensa de sus predadores y estos a su vez también crecen para poder cazarlas”, compara el paleontólogo.

Científicos argentinos, estadounidenses y canadienses hallaron los fósiles del 'Meraxes gigas' en 2012, en la provincia de Neuquén, Argentina.
Científicos argentinos, estadounidenses y canadienses hallaron los fósiles del ‘Meraxes gigas’ en 2012, en la provincia de Neuquén, Argentina.AKIKO SHINYA

Al cotejar con otras especies coexistentes, pueden saber cómo fue el final evolutivo de la familia de los carcarodontosaurios. En la misma formación geológica –entre 93 y 96 millones de años de antigüedad, un tiempo no muy extenso en términos planetarios– ya habían sido encontradas otras dos especies: mapusaurus y taurovenator. “Esto nos lleva a plantear que antes de extinguirse alcanzaron un pico de diversidad. Fue un grupo que se diversificó mucho justo en el momento antes de su extinción. Ahí se acaban y dejan de ocupar el lugar de máximos predadores terrestres de su época en Sudamérica”. Luego, los sucederían los abelisáuridos y los megaraptores, pero esa es otra historia.

El equipo científico se completa con los argentinos Sebastián Apesteguía, Pablo Gallina, Alejandro Haluza y Federico Gianechini; los estadounidenses Jonathan Mitchell, Nathan Smith, Akiko Shinya y Peter Macovicky y el canadiense Thomas Cullen. Juntos planean recurrir a técnicas más complejas como tomografías computadas y reconstrucciones en detalle para acercarse más a las respuestas que todavía buscan sobre los huesos, músculos y la anatomía general de este dragón de Hielo y Fuego.

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