Messias, el hombre que hundió al Atlético
Cuando tenía 20 años, se ganaba la vida repartiendo electrodomésticos en el submundo de la economía negra al que van a parar la multitud de inmigrantes que se establecen en Italia sin papeles. Hasta que no cumplió 28 años no accedió al fútbol de primer nivel. Su fichaje por el Milan, a la edad de 30, causó hilaridad este verano. Nadie esperaba a Junior Messias en el Wanda, cuando este miércoles, al cabo de sus primeros 20 minutos de experiencia en la Champions, abrió la jugada a la banda y deslizó su figura cheposa entre Lodi, Giménez y Kondogbia antes de cabecear el 0-1 definitivo. El gol que permite al Milan la conquista de su primera victoria en ocho temporadas en la máxima competición continental. El gol que sitúa al Atlético en el último puesto del Grupo B, a falta de una jornada para la conclusión de la fase de grupos.

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Oblak, Giménez, Mario Hermoso (Renan Augusto , min. 63), Savic, Marcos Llorente, Koke, Carrasco, De Paul (Vrsaljko, min. 76), Lemar (Correa, min. 63), Luis Suárez (Matheus Cunha, min. 76) y Griezmann (Kondogbia, min. 80)
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Tatarusanu, Pierre Kalulu Kyatengwa (Florenzi, min. 64), Kjaer, Romagnoli, Theo Hernández, Brahim Diaz (Bennacer, min. 77), Rade Krunic (Junior Messias, min. 64), Alexis Saelemaekers, Kessié Franck, Sandro Tonali (Bakayoko, min. 64) y Giroud (Ibrahimovic, min. 65)
Goles 0-1 min. 86: Junior Messias.
Árbitro Slavko Vincic
Tarjetas amarillas Giroud (min. 26), Marcos Llorente (min. 59), Bakayoko (min. 66) y Theo Hernández (min. 92)
“Vi el balón y no me lo pensé dos veces”, dijo, al acabar el partido. “Es el mayor éxito de mi carrera”.
Paquetá, que costó 35 millones de euros, fue el último gran fichaje brasileño del Milan. Pero a diferencia de este, cuyo triunfo juvenil, impulsado desde la cantera del Flamengo, le valió el amparo de la industria y del marketing, a Messias la academia lo expulsó. Su paso por la escuela del Cruzeiro acabó en fracaso. Acuciado por la pobreza que le amenazaba en su tierra natal de Minas Gerais, en 2011 emigró con su mujer y su hijo a Turín, donde vivía su hermano. Allí lo acogió Óscar Vargas, propietario de origen peruano de una pequeña tienda de electrodomésticos y presidente de un club aficionado, el Sport Warique, que militaba en una liguilla amateur. De la mano de Vargas el recién llegado comenzó a ganar su sustento como transportista al tiempo que mataba el gusanillo en el Sport Warique, donde pronto destacó por su clase y su buen sentido administrativo de la pelota, que repartió con generosidad entre sus compañeros, la mayoría trabajadores sin papeles como él, de origen andino o africano.
“Jugaba para divertirme”, contó Messia. Tanto se divertía que llamó la atención de Ezio Rossi, exjugador y entrenador del Torino, que por entonces dirigía al equipo de una ONG. “Intenté llevarlo al Fossano, pero me dijo que el sueldo que le propusieron era demasiado bajo y prefirió seguir siendo repartidor para ayudar a la familia”, contó Rossi. La realidad es que, como no tenía la documentación en regla, las posibilidades de que lo repatriaran por la fuerza se multiplicarían si su situación legal emergía intentando fichar por un club que haría pública su nómina.
Messias no regularizó su residencia hasta 2015, cuatro años después de aterrizar en Italia. A tiempo para que Rossi se lo llevara al Casale. Le pagaron 1.500 euros al mes y comenzó a pensar en dejar el trabajo de repartidor. Metió 20 goles, siempre como volante llegador, ganó el campeonato de la Quinta División y le llamó el Chieri, de la Serie D. En 2019 lo fichó el Crotone, de la Serie B, y en 2020 ascendió a la Serie A.
“Un gesto instintivo”
Sus primeros pasos en el Milan resultaron poco premonitorios. Mermado por la baja forma física primero, y por una lesión después, esta temporada solo había disputado 33 minutos contra la Fiorentina y 16 contra el Atalanta en el campeonato local. El partido en el Wanda parecía encaminado hacia el 0-0 cuando Pioli le sustituyó por Krunic en el minuto 65. Tirado a la derecha como interior con funciones de enganche, por detrás de Ibrahimovic, pronto comenzó a distinguirse por su constante disponibilidad. Allí donde sus compañeros necesitaban un apoyo, él se ofrecía. El marco desgarbado de su cuerpo y la mirada triste escondían un zurdo abnegado y sabio, listo para comprender cuándo, cómo y dónde. Sin cometer ningún exceso, en la sucesión de actos precisos y constantes, enseguida comenzó a inquietar a los pivotes y a los defensas del Atlético, que no consiguieron cubrirle sin hacerle falta. El gol era su destino.
“Fue un gesto instintivo”, dijo, sobre la jugada que le llevó a convertir el gol después de una prolongada dominación del Milan, que acorraló al Atlético en la última media hora. “Cuando estás tranquilo las cosas te salen bien”, reflexionó.
El juego aéreo nunca se le dio especialmente bien. En el Wanda metió el cuarto gol de cabeza de toda su carrera tras castigar sucesivamente al Caratese, el Bustese y el Arzachena en las profundidades de la Serie D.
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