Muere a los 61 años Javier Imbroda, consejero andaluz de Educación

El consejero de Educación y Deporte de la Junta de Andalucía, Javier Imbroda Ortiz, ha fallecido en la tarde del pasado 2 de abril, a los 61 años. El año pasado fue diagnosticado con cáncer de próstata, una enfermedad de la que ya había sido tratado en 2016 y que había logrado superar. Sus restos mortales han sido trasladados al Parque Cementerio de Málaga (Parcemasa), donde se celebrará una misa esta tarde, 3 de abril. Por expreso deseo de la familia, que agradece todas las muestras de apoyo recibidas, será despedido en la más estricta intimidad, tal y como ha comunicado su equipo de comunicación.

Nacido en Melilla en el año 1961, Imbroda ha sido uno de los consejeros más mediáticos del Gobierno bipartito de Andalucía. Hermano del presidente de la Ciudad Autónoma de Melilla, el popular Juan José Imbroda, el responsable de la cartera de Educación y Deportes no era ajeno a la política ni a Ciudadanos cuando asumió la cartera en la Junta de Andalcuía. Ya le vinculaba una estrecha amistad con Albert Rivera antes de anunciar su fichaje como independiente por el partido naranja. Doctor en Investigación e Innovación Educativa por la Universidad de Málaga y máster en Alta Dirección de Empresas por el Instituto Internacional San Telmo, el espíritu combativo y ambicioso que forjó desde los banquillos de baloncesto, donde dirigió a la selección nacional entre 2001 y 2002, además de a otros equipos como el Unicaja de Málaga, el Caja San Fernando o el Real Madrid, lo mantuvo durante sus casi cuatro años al frente de la Consejería de Educación.

Durante su intervención de este sábado en el congreso nacional del PP, el presidente de la Junta se refirió a él expresamente, reconociéndole su labor al frente del gobierno, consciente, sin duda, de que ya se encontraba muy grave. Esta misma mañana, tras conocerse su fallecimiento, el dirigente popular ha mostrado sus condolencias a través de un tuit: “Nos dejas tu legado y nos queda tu memoria, que honraremos siempre”, acompañado de una foto suya en una cancha de baloncesto, el escenario en el que se encontraba más cómodo.

La presidenta de su partido, Inés Arrimadas, y otros dirigentes de la formación, como Guillermo Díaz, Luis Garicano o José Ramón Bauzá, también se han sumado a las muestras de cariño a través de mensajes en sus redes sociales. También Rivera, quien lo designó personalmente para encabezar las listas por Málaga en las elecciones autonómicas de 2018 se ha despedido de él en Twitter. “Se ha ido un gran hombre, un sabio del deporte, de la empresa, de la educación … de la vida. Y también se ha ido uno de mis mejores amigos, a quien admiraba y quería profundamente. Pero él nunca morirá, siempre nos quedará su luz y su sabiduría.”

Desde que volviera a ser diagnosticado de cáncer el año pasado, cada vez que se le preguntaba por el futuro de su partido o si repetiría como candidato de Ciudadanos, no rehusaba responder -siempre fue claro y directo- pero lo hacía con el matiz de que “solo le preocupaba el día a día”. “No pienso en lo que voy a hacer o dónde voy a estar en un año, sino en la próxima semana”, repetía, acompañado siempre de una sonrisa. Su última aparición pública fue el pasado 22 de marzo en el Consejo de Gobierno que se celebró en la localidad sevillana de Carmona.

Igual que había hecho sobre el parqué de las canchas de baloncesto, trató de trasladar la cultura del esfuerzo y la superación, en la que él creía firmemente y que le trajo éxitos en el plano deportivo, al proyecto político que inició en la Junta de Andalucía. Sus principales obsesiones, que reiteraba en cada comparecencia pública o en los pasillos de los desayunos o actos a los que acudía, era lograr despolitizar la educación y buscar la excelencia en las aulas. Eso le costó desencuentros con Vox, a cuenta del veto parental, y con los sindicatos de educación, que no compartieron algunas de sus iniciativas, como las clases de refuerzo escolar en el verano en los centros educativos. Su principal reto en esta legislatura, no obstante, fue adaptar el curso escolar tanto a la pandemia como a la reforma educativa -con la que se mostró crítico y escéptico-.

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Aunque ya tenía cierta experiencia de gestión antes de asumir la consejería, en 2011 fue nombrado director del Área de Deportes del Ayuntamiento de Málaga, dirigido por popular Francisco de la Torre, al llegar a la Junta pronto se dio cuenta de que la burocracia administrativa -y también las zancadillas políticas- le impedían ejecutar sus propósitos de la manera directa y expedita con que lo hacía desde el banquillo. Él mismo no tenía pudor en reconocerlo y aunque en estos años no ha parado de visitar colegios, centros de formación o inaugurar infraestructuras, donde más cómodo se le veía era cuando abordaba asuntos deportivos.

Uno de sus mayores logros y de los que presumía ha sido recuperar el estadio olímpico de La Caruja, unas instalaciones abandonadas y que en tiempo récord consiguió rehabilitar y convertir en escenario de varios partidos de la Eurocopa de Fútbol. Allí, el pasado 21 de octubre, también se celebró la ceremonia de inauguración del Salón de la Fama del baloncesto español. Esa noche estaba feliz. “Estos son de los míos”, decía feliz. Muchos de los galardonados o habían estado a sus órdenes o habían jugado en equipos contrarios. Todos tuvieron palabras de reconocimiento.

Porque antes de entrar en los despachos de la política, Imbroda ya se había forjado una sólida trayectoria bajo las canastas. Como seleccionador nacional batió al equipo de EE UU en el Mundial de Indianápolis, en 2002, competición en la que España se alzó con el oro, después de haber conseguido el bronce en Europeo de Turquía. Él sembró el germen de la generación de Oro del baloncesto español. Antes dirigió a los quintetos del Unicaja, consiguiendo el subcampeonato de la ACB, en 1995, al Caja San Fernando (1998-2001), Real Madrid (2002-2003), al Valladolid (2006-2008) y al Menorca, en 2009 y actuó como asistente de la selección lituana de baloncesto, con Arvidas Sabonis al mando, que obtuvo la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Barcelona 92.

Tras dejar el baloncesto de alta competición, inició su andadura como experto en coaching, una experiencia que ha plasmado en su último libro: Entrenar para dirigir. Fue socio fundador de varias empresas relacionadas con la formación, el emprendimiento y la medicina deportiva. En 2014 constituyó la fundación que lleva su nombre y con la que pretende ofrecer a niños en riesgo de exclusión social salidas a partir de la educación y el deporte.

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