Muere a los 83 años Manolo Santana

Manolo Santana, pionero y leyenda del tenis español, ha muerto este sábado a los 83 años en su residencia de Marbella (Málaga), según un comunicado emitido por el Mutua Madrid Open, torneo que dirigió de 2002 a 2018 y del que actualmente era presidente de honor.

El madrileño, reconocido como uno de los grandes impulsores del deporte español, alcanzó el número uno en 1965 y además conquistó cuatro grandes: Roland Garros (1961 y 1964), Wimbledon (1966) y el Abierto de Estados Unidos (1965). Lo hizo, además, en una época en la que todavía no se había desarrollado el profesionalismo.

Nacido el 10 de mayo de 1938, Santana popularizó el tenis en unos tiempos en los que este deporte estaba reservado a los estratos sociales más pudientes y en el contexto de la posguerra. Procedente de una familia muy humilde ―su padre, Braulio, era electricista y su madre, Mercedes, ama de casa―, supuso el gran referente para las generaciones posteriores.

Ganó el oro olímpico individual y la plata en dobles en los Juegos de 1968 (México), cuando el tenis era todavía un deporte de exhibición. Entre sus éxitos sobresale el de Wimbledon, donde derrotó en la final al estadounidense Dennis Ralston y se convirtió en el primer jugador español que triunfó en Londres.

Colgó la raqueta en 1973, aunque siempre estuvo estrechamente ligado al deporte. “Yo soy tenis”, solía decir con su habitual cercanía y buen humor, cercano fuera cual fuera la circunstancia. Presente en todos los rincones del circuito, se dejaba ver en casi todos los grandes torneos hasta hace dos años, cuando comenzó a disminuir su presencia pública.

Casado cuatro veces y padre de cinco hijos, Santana comenzó como recogepelotas en el Club Velazquez para ayudar a su familia. Con 23 años y en una España oscura, apadrinado por la familia Romero Girón, ganó su primer major y rápidamente fue haciéndose un nombre en el tenis, compartiendo amistad y entrenamientos con los mejores jugadores de aquella época; sobre todo, los australianos Rod Laver, Roy Emerson, Tony Roche o John Newcombe.

Se adentró Santana en territorios completamente insospechados para un deportista español de aquella época. Viajes transoceánicos, el inglés, personalidades de toda índole. Hablar de Santana supone hacerlo de raquetas de madera y del blanco impoluto; también, de un señor que se ganó el respeto y la admiración de su deporte.

Diestro, bravo y dinámico. Así era como jugador, elogiado aquí y allá, desde los colegas australianos de los que trataba de imitar las maniobras hasta el distinguido Roger Federer. “Es el artista con mayúsculas”, definía al suizo, aunque sentía devoción por Rafael Nadal. “Un fenómeno”, le decía al balear con cariño.

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