Muere Iñaki Fernández, cantante ácido del grupo Glutamato Ye-yé e icono de la Movida madrileña

Iñaki Fernández, universalmente conocido como Iñaki Glutamato, falleció este sábado de madrugada en un hospital de Madrid, víctima de un cáncer, con 63 años. Uno de los personajes más característicos de la Movida, en su vertiente underground, encabezó numerosos grupos, aunque siempre se le identificaba con Glutamato Ye Yé, grupo participado por otros ilustres réprobos como los hermanos Recio o Eugenio Haro y fundado en 1979.

Nacido en Bilbao en 1961, hijo de asturiano y vizcaína, Iñaki pronto se demostró un culo de mal asiento. Era técnicamente menor de edad cuando se escapó hacia los paraísos contraculturales de Ibiza y Formentera. De vuelta en Madrid, con su íntimo colega Luis Vida El Bomba, enseguida descubrieron que su aspecto no se adecuaba a una ciudad que comenzaba a sentir la fiebre de la nueva ola. Encajaba en la tropa hippy de El Retiro pero decidió cortarse la melena y adoptar como signo de identidad un bigotillo, que creaba confusión: “¿va de Hitler o de Chaplin?”.

Su repertorio tampoco se podía encasillar fácilmente: una gema pop como Corazón loco convivía con el surrealismo cotidiano de Hay un hombre en mi nevera. Competía con Siniestro Total en Holocausto caníbal y se burlaba del impulso benéfico de las megaestrellas con Todos los negritos tienen hambre y frío. Provocaba sonrisas y cantos de estadio con Soy del Atleti (que partía del himno de la Legión). Se encuadró a Glutamato en Las Hornadas Irritantes, subgrupo que se enfrentaban a los que denominaban Los Babosos (Iñaki insistía que ese calificativo no era aplicable a Nacha Pop o Mamá, como se solía creer, sino a la tendencia a la ñoñería). Carecía de una voz convencional, algo que compensaba con su carisma y su inagotable humor. No sabíamos muy bien si había voluntad paródica en su versión del éxito posconciliar de Voces Amigas: “canto al amor sincero, canto al fuego del hogar/ canto a la verdadera libertad.”

En un ambiente marcado por la frivolidad, Iñaki destacaba como genuino buscador de experiencias psicodélicas e investigador de la pulsión religiosa: había sido hare krishna y había algo más que provocación cuando salía en una portada como Cristo con corona de espinas. No fue ninguna casualidad que tuviera grupos como Los Beatos o Los Pecadores. Muchos años después, lamentaba no haber coincidido con Abogados Cristianos, “que son lo menos cristiano del país.”

Tenía una idea épica de la existencia y participaba de la utopía de cambiar el mundo; había militado en el Partido Comunista en tiempos estudiantiles. Era inevitable que su breve estancia en una discográfica multinacional no fuera feliz: “me reían las gracias pero no entendían lo que yo planteaba.” Sabía buscarse la vida: llegó a montar en Malasaña una tienda de artesanía magrebí, Tan-Tan. Pero le tiraba la música: en complicidad con su fiel guitarrista Manuel Patacho Recio, animó los grupos ante mencionados además de a Buenas Vibraciones o Coctelera Sónica. En sus últimos años, trabajó en la protección forestal y llevaba mal que algunos de sus compañeros no estuvieran orgullosos de “luchar en primera línea por la ecología.”

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