Muguruza resbala otra vez en Madrid

La escena se repite, como aquella de Bill Murray y el despertador de Atrapado en el tiempo, el Día de la Marmota: Garbiñe Muguruza enfila cabizbaja el vestuario de la central de la Caja Mágica, tapándose la cara y negando con la cabeza. Acaba de encajar un set en blanco y de perder frente a la ucraniana Anhelina Kalinina (6-3 y 6-0, en 1h 21m), prolongándose así la teoría de que, por la razón que sea, Madrid y ella son algo así como el agua y el aceite, o bien una de esas historias amorosas en la que la pareja se quiere, pero por lo que sea no termina de cuajar y uno y otro deciden coger caminos independientes.
“La gente espera mucho de mí en este torneo, pero justo este torneo me cuesta”, dice la nueve del mundo, intentando procesar todavía qué ha ocurrido y por qué no consigue despegar en la capital española, donde su tope son los octavos que alcanzó en 2018 y donde ha firmado únicamente seis victorias en ocho participaciones. “Es una mezcla”, describe la tenista, que el próximo 8 de octubre cumplirá 29 años; “quizá sea por el hecho de que haya tantas expectativas y el no querer decepcionar al público y toda la gente que está aquí. Eso me genera una mala pasada año tras año”.
Hasta ahora, Kalinina (25 años, 37ª de la WTA) ha disputado 45 partidos en el circuito profesional, frente a los 464 de Muguruza. Sin embargo, conforme se esfuman las seis opciones de break de la caraqueña y su rival atina en la única que dispone en el primer parcial, el partido se rompe y coge mal color. Ausente mes y medio por una dolencia en el hombro izquierdo –y porque al mismo tiempo, necesitaba “recargar las pilas”, decía–, a Muguruza se le empieza a notar la falta de ritmo y su gemelo derecho empieza a agarrotarse. Se contrae al mismo ritmo su juego, y no hay solución.
“Ha sido un partido extraño, ella me ha sorprendido”, afirma. “Aunque he podido descansar [en las últimas fechas], me he notado un poco mermada por los partidos y los entrenamientos, y sobre todo por la tensión. En algunos momentos me ha faltado chispa”, continúa argumentando la ex número uno, que el curso pasado completó su “mejor temporada” y en esta no ha logrado registros reseñables todavía; un año este 2022 al traspié, que comenzó con un episodio de covid en el equipo en Australia y después siguió con el parón.
“Los resultados van y vienen. He empezado un poco atropellada este año, pero ya sabéis cómo es esto, cada temporada [seis triunfos y otras tantas derrotas] es algo nuevo”, prosigue antes de abandonar la Caja Mágica, un territorio al que no acaba de tomarle la medida, y de examinarse el gemelo antes de viajar al Foro Itálico de Roma, donde competirá próximamente en la antesala de Roland Garros (del 22 de mayo al 5 de junio).
Apeada ella y también Paula Badosa y Nuria Párrizas, eliminadas el día anterior, la valenciana Sara Sorribes –citada hoy en la sesión vespertina con Naomi Osaka– se convierte en la única esperanza femenina en Madrid.
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