Nadal vence al tierno Blanch y se gana una ronda más

Son 21 años de diferencia entre uno y otro, 7.787 días exactamente. Cuando Darwin Blanch llegó a este mundo, 2007, al borde de la crisis, Rafael Nadal ya coleccionaba 23 títulos en la élite e iba construyendo una historia única que hoy, lentamente, desemboca en su final. No se sabe dónde ni cuándo ni cómo tendrá lugar, todo son incógnitas, pero las palabras del protagonista invitan a pensar en un desenlace más o menos próximo. Así que Madrid, su Madrid, la pista que le profesa un amor único e incondicional, recalca, disfruta de él por última vez. No será este 25 de abril, más bien desapacible por la brisilla gélida y el frescor que envuelven la holgada victoria contra el estadounidense, el 1.028º del mundo, un prometedor júnior —semifinalista el curso pasado en París y Wimbledon— que se inclina sin rechistar: 6-1 y 6-0, en 1h 04m. Al igual que en Barcelona, se avecina otra vez Alex de Miñaur.

Todo tiene un principio y un final, se le desliza al ganador, que estirará este desfile final por el barrio de San Fermín. “Sí, al menos dos días más”, responde Nadal, que a su vez elogia al muchacho, de 16 años, y recuerda que el simple hecho de competir ya es para él gratificante: “Esto me permite estar un día más en Madrid, que para mí significa mucho. Estamos aquí casi de regalo, así que estoy feliz de salir a la pista otra vez más [el sábado] y con la ilusión de hacerlo de la mejor manera posible. Es complicado, porque él [el australiano De Miñaur, undécimo del mundo] está jugando a un nivel muy alto desde el principio de la temporada y la altura de aquí le favorecerá a sus golpes; pero bueno, yo sigo mi camino, para mí es una oportunidad”.

Blanch, un tenista hecho aquí y allá, por diversas partes del mundo, cae rápido en la trampa del veterano. Entra tibio al partido y a los nervios lógicos le añade el exceso de ímpetu, al querer demostrar demasiado rápido en su puesta de largo en Madrid. Las prisas no son buenas consejeras, comprueba enseguida. Quiere enseñar su zurda el chico —raíces oscenses, nacido en Florida, forjado en Buenos Aires, Tailandia y Taiwan, antes de instalarse en España— y la bola se va larga una y otra vez. Lee rápido la situación Nadal, tira de inmediato el anzuelo y crece rápido la brecha. 3-0, 5-1, set; 4-0 en el segundo. Clava un par de saques directos, pero al mallorquín le basta con bombear el golpe y quitarle ritmo al punto para que el adversario cavile y se enrede. No ofrece miga la tarde. Esta vez, prima lo emocional.

Transcurre la acción en la extraña atmósfera de la Caja Mágica. El público es consciente de que los de estos días son los últimos pelotazos de su héroe en la Caja Mágica, y rebobina: los títulos de 2005 —entonces en el Rockódromo de la Casa de Campo—, 2010, 2013, 2014 y 2017; las batallas libradas con Federer, Djokovic, Murray y tantos otros; el nexo afectivo entre una y otra parte. “Esta pista es especial para mí”, decía un día antes. “¡Madrid te ama, Rafa!”, le dedican cuando se dispone a restar. Y él sigue a lo suyo, que consiste fundamentalmente en ganar tiempo y evitar contratiempos, porque al fin y al cabo el objetivo es llegar a París el 26 de mayo, y toda precaución es poca. Así que propone una tarde bañada en cloroformo. Nada de fuego ni fulgor, atrás quedan. Es Nadal en versión aséptica, la pertinente.

Prolonga el juego el tono de seriedad transmitido en la conferencia previa al torneo. Ni un solo adorno. Todo muy neutro. Ligera progresión con el servicio, pero la resistencia no permite calibrar de verdad. La victoria sería una de las rutinarias, un mero tentempié de no ser por las actuales circunstancias, que invitan a no desmerecer cada paso por la pista. “¡Rafa, muchas gracias por venir a Madrid! ¡Muchas gracias!”, le agradece una señora desde el graderío, lleno de arriba abajo porque la mecha va acabándose y si Nadal está ahí abajo es por la sencilla razón de que es Madrid; de lo contrario, decía veinticuatro horas antes, no jugaría. Revelador. Así que se desenvuelve contenido, haciendo lo justo para que caiga como fruta madura el joven Blanch, con la figura todavía por hacer y tan verde como su equipación.

Puedes seguir a EL PAÍS Deportes en Facebook y X, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.

Enlace de origen : Nadal vence al tierno Blanch y se gana una ronda más