Nunca dos guerras a la vez

El giro en la política española respecto a Marruecos dice más sobre la guerra de Ucrania que la guerra misma. Y lo que dice es que España está en guerra con Rusia y que Europa no puede permitirse una crisis en el flanco meridional de la Península, ni mucho menos una peligrosa pugna que pudiera terminar de mala manera con la soberanía española en las ciudades de Ceuta y Melilla.

Marruecos ha sabido jugar muy bien y a tiempo sus cartas. La capacidad de disuasión de los pequeños los convierte a veces en más temibles que los grandes. Tratándose además de autocracias, en nada influirán las opiniones públicas, ni mucho menos los escrúpulos morales, de forma que sus gobiernos pueden utilizar cruelmente a las personas, e incluso a los menores, como armas de presión sobre las fronteras europeas.

En el caso de Rabat, la sincronización con la invasión putinista de Ucrania ha sido perfecta, tanto en el corte del flujo del gas que llegaba a través del gasoducto Magreb-Europa, clausurado el 1 de noviembre, como en los asaltos masivos a las vallas de Ceuta o la llegada de pateras a las Canarias. Entre las armas no convencionales de las guerras mixtas, empleadas desde países de África y de Oriente Medio, además de las migraciones y la energía, no hay que olvidar cuánto se ha echado en falta en algunos momentos una colaboración honesta en la prevención del terrorismo.

Los equilibrios que permitían a España mantener su posición tradicional respecto al Sáhara se han roto totalmente con el terremoto geopolítico que significa la invasión de Ucrania. Los dos países centrales, Francia y Alemania, estaban ya ganados para la posición de Rabat. Estados Unidos emprendió el giro con Trump, con el doble movimiento de los Acuerdos Abraham: canjear la reanudación de relaciones con Israel por parte de Marruecos por el reconocimiento de la soberanía marroquí por parte de Washington. Biden nunca lo ha corregido ni había visos de que lo hiciera. A la vista del giro español, no solo no lo hará, sino que se felicitará de la continuidad con Trump.

La historia está llena de injusticias. Cada una tiene su dimensión política y exige situarla en su contexto. También hay una dimensión humana, especialmente dolorosa para quienes más energías han dejado en la causa de la independencia saharaui. Es una derrota del Polisario, sin duda, que necesitará mucho coraje e inteligencia para que no sea definitiva y se traduzca en una respuesta en favor del futuro y del bienestar de la población saharaui. El contexto es el del enorme sufrimiento del pueblo de Ucrania y del peligro de una guerra europea que se cierne sobre el entero continente, con las repercusiones inevitables que tendrá en el vecindario del sur del Mediterráneo.

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La autonomía no debiera ser el problema. El auténtico problema no afecta solamente a los saharauis, sino a todos los marroquíes. Es la democracia. No merece tal nombre lo que hay ahora en Marruecos y sin ella poco significará la autonomía para el Sáhara. El modelo español que se pretendía imitar desde Marruecos no es tan solo el Estado de las Autonomías, sino el Estado de derecho, la división de poderes, y la democracia pluralista y liberal. Concierne ahora a todos los marroquíes, solidariamente con los saharauis, emprender seriamente este combate por la democracia, en el que merecen también toda la solidaridad y ayuda de los españoles y los europeos.

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