Once trucos para aprovechar al máximo la comida y ahorrar dinero

Al precio que está la cesta de la compra, tiene delito guardar mal las viandas en casa y que la comida se vaya a la porra antes de tiempo. No se trata de hacer croquetas con todo, aunque la cocina de aprovechamiento está fenomenal: aprender a guardar bien lo que traemos del mercado es una necesidad en tiempos de crisis que evita el despilfarro alimentario mientras preserva la salud de nuestras finanzas domésticas. Bueno para nosotros, bueno para el planeta.

Hoy damos algunos consejos para alargar la vida útil de las legumbres cocidas, mantener las conservas en perfecto estado una vez abiertas, hacer que las patatas y cebollas duren más tiempo, aprovechar las ofertas del mercado o el súper y conseguir que el pan sea eso y no chicle durante más de un día.

Jamón y embutidos de oferta, al congelador

Por lo general, los embutidos curados -jamón serrano, chorizo, longaniza o fuet- se llevan mal con el refrigerador. Aun así, si ya hemos loncheado y hace calor; recuerda que la cocina suele ser la habitación más templada de la casa, no queda otra que guardarlos en la zona menos fría del frigorífico en un plato cubierto con un film transparente o una tapa de silicona. Meterlos en un recipiente hermético o envasados al vacío son otras opciones.

Los embutidos frescos y cocidos -jamón cocido, butifarra y demás– nos recuerda nuestra editora Mònica Escudero que también se conservan estupendamente en el frigorífico en un recipiente hermético, aunque no más de tres o cuatro días. ¿Y si hay oferta en tu charcutero favorito? Desde Torre de Nuez no lo dudan: pide que te lo envasen al vacío y al congelador sin piedad.

Las conservas de lata, al táper

Las latas cerradas son una forma de preservación de los alimentos maravillosa. Pero la magia se va al garete en cuanto las abrimos, momento en el que aparecen desde riesgo de filtraciones del aluminio a los alimentos a la proliferación de la Clostridium botulinum, la malvada bacteria responsable del botulismo (también del bótox, pero eso se queda para la sección de belleza, que no es nuestro negociado).

Para que nada de eso suceda, haz el favor de pasar lo que no consumas, con todos sus jugos, a un táper hermético adecuado a su tamaño, y a la nevera. No las dejes más allá de cuatro o cinco días: pasado ese tiempo, a la basura sin misericordia. Nada de olfatear para ver si está malo, porque la toxina botulínica no huele, ni cambia el aspecto del alimento, como explica la tecnóloga de los alimentos Beatriz Robles. Pero si ha montado campamento en el alimento, te puedes ir al otro barrio.





Lo que sobre, a la nevera. PIXABAY

Las lentejas de bote duran más si se guardan boca abajo

Sí, has leído bien. Una vez más, Escudero sale al rescate con un truco casero para no tirar ni una lenteja. ¿Que has abierto el bote de 800 gramos y vives solo? Ciérralo bien, dale la vuelta y guárdalo en el frigorífico boca abajo. Esta triquiñuela doméstica te permitirá aprovechar las lentejas que quedan con si estuvieran recién abiertas.

Patatas y cebollas enteras…

A estas dos les pasa como en Lady Halcón: se aman profundamente -y para muestra, la tortilla de patatas con cebolla-, pero están condenadas a vivir separadas. Todo porque las patatas sueltan etileno, un gas que producen de forma natural algunas frutas y verduras para ir madurando a su trantrán una vez arrancadas de la mata o del árbol. Lo malo es que también aceleran ese proceso en algunos vegetales de su alrededor, en este caso, en las pobres cebollas, de las que empiezan a brotar tallos verdes y adiós cebolla. El resto de la conservación es de sobra conocido: en un lugar fresco, seco, oscuro y aireado. Ni se te ocurra meterlos en una caja cerrada o las patatas se pudrirán con un pestuzo memorable. Yo las guardo en sendas cestas de mimbre, pero valen también cajas de madera o sacos de arpillera: plástico, jamás, que necesitan respirar.

… y a trozos

¿Y si te queda media cebolla? Aquí ya no queda otra que meterla en la nevera, en la zona menos fría y en un táper bien cerrado para que no contagie de su intenso aroma a otros alimentos. En especial, de los que se comen crudos y sin pelar, como las manzanas. ¿Has pillado una oferta de 3×2 y ahora no sabes qué hacer con tanta cebolla? Pícala y congela en porciones individuales. Ten en cuenta que al congelar se queda una textura más blanda, poco apetecible para crudo, pero perfecta para sofritos. Las patatas, en cambio, no aguantan el congelado con dignidad (traduciendo: quedan blandengues y terrosas). Si te has venido arriba y has comprado el saco de cinco kilos de oferta, aprovecha y haz purés con todas las verduras que pilles por casa. Luego, congela y lleva a hervor antes de comer para regenerar la textura.





A la nevera también. PIXABAY

El pan no se tira

Las abuelas eran unas reinas de la cocina y no había casa que se preciara sin una panera, ese mueble humilde donde se guardaba el pan al abrigo de la luz y el aire. Ahora somos unos molones y tenemos freidora con aire, cafetera de cápsulas y tostadora, pero hay quienes guardan el pan en una bolsa de plástico para que no lo ponga perdido todo de migas. Luego, que si el pan está chicloso. ¡Como para no estarlo! “Con el pan hay que procurar que no pierda humedad, pero que tampoco se reconcentre. Lo ideal es la panera de toda la vida o, en su defecto, dejarlo en una bolsa de tela, o en la de papel que te dan en la panadería”, explica el dietista Pablo Ojeda, coautor del libro Comida, vamos a llevarnos bien.

Lo que jamás hay que hacer es meterlo en la nevera, porque los almidones modifican su estructura y hacen que el pan pase de crujiente y tierno a duro y reseco. “Si hemos comprado una buena hogaza y sobra, la solución es partirlo en rebanadas, meterlas en el congelador en un recipiente hermético e ir sacándolas según vayan haciendo falta. A la hora de descongelar, las podemos dejar unas tres horas en la nevera o meterlas directamente en la tostadora o el horno”. Nunca en el microondas, o en un primer instante quedará correoso, pero pasados unos nanosegundos estará duro como una piedra.

El chocolate nunca en la nevera

No descubriremos la pólvora diciendo que el chocolate se lleva a matar con el calor. No pasa nada si vives en Suiza, pero en un país como el nuestro donde, cuando las temperaturas aprietan, lo hacen a base de bien, conservar tabletas de chocolate, bombones y otras ambrosías de cacao en buen estado no es fácil. Clara Góngora, responsable de calidad de Catànies Cudié, explica que “la conservación óptima del chocolate es en un ambiente fresco y seco. Esto es, entre 15-20º y humedad inferior a 70%. En casa puede resultar difícil encontrar rincones frescos en temporadas de calor, pero procuraremos que la nevera sea siempre la última opción”. Para cuando vuelvan a achuchar las olas de calor y tus onzas de chocolate se conviertan en una masa blandengue, lo mejor es derretirlo directamente y usarlo caliente como crema de untar.

Nunca, jamás, ni aunque te metan astillas bajo las uñas, metas el chocolate en la nevera. Absorbe olores y acaba sabiendo a merluza. Además, “un enfriamiento intenso y muy rápido del chocolate produce fat bloom”, un fenómeno que ocurre cuando los cristales de la manteca de cacao suben a la superficie por una variación brusca de temperatura. “No afecta a la seguridad del chocolate, pero sí a sus propiedades organolépticas”, advierte Góngora. Por si fuera poco drama, la humedad excesiva del frigorífico causa sugar bloom, otros puntitos blancos que en este caso causa el azúcar cristalizado en la superficie.





Esto NO va en el frigorífico. PIXABAY

El aceite de freír, ¿se reutiliza?

Pongamos que hemos frito unas patatas, poniendo fácil más de medio litro de aceite en la sartén. Al precio que está, es normal plantearnos si se puede reutilizar, cuántas veces y dónde guardarlo. La buena noticia es que, sí, se puede reutilizar el sobrante, siempre que esté limpio y sin requemar. Javier S. Perona, investigador en la Nutrición y el Metabolismo de los Lípidos en el CSIC y una de las personas que más sabe de manejo de aceites a este lado de los Pirineos, señala que “el número de usos depende del tipo de aceite. Los que tienen un menor grado de insaturación (palma, coco, oliva, colza, cacahuete, girasol alto oleico…) son más resistentes a la termo-oxidación que los que tienen un mayor grado de insaturación (girasol, soja, maíz, lino, etc.)”.

El de oliva virgen y los orujos de oliva, al ir cargados de antioxidantes, aguantan aún mejor varias visitas a la freidora. ¿Cuántas? “Para un girasol, los estudios realizados en el Instituto de la Grasa muestran que alcanzan el 25% de compuestos polares (es un índice de degradación) a los nueve usos, pero eso es en condiciones óptimas de fritura. Yo no los usaría más de cuatro o cinco veces. Un girasol alto-oleico llegaría hasta las 17 frituras ideales. En el ámbito doméstico yo no pasaría de 10-12. Los aceites de olivar podrían alcanzar las 20 frituras ideales. En nuestras casas, no más de 15”, explica. Guarda tu aceite de fritanga en un lugar fresco y alejado de la luz: puede ser el horno, siempre que esté frío, y nada de tenerlo cerca de los fogones.

Frescos de consumo próximo

La madre de todos los ahorros que te apañan una visita al súper: esas pechugas de pollo, carne en tacos, rodajas de merluza o lechugas envasadas y con una etiqueta fosforito que grita “bajada de precio” y “fecha de consumo próximo”. Son alimentos perfectamente comestibles hoy, pero a los que les quedan pocos días para echarse a perder.

Los supermercados los sacan a la venta con descuentos en torno al 15-30%, y eso en los tiempos que corren es una oportunidad de ahorrar. Lo importante es llegar a casa y cocinarlos antes de que se cumpla su fecha de caducidad, o sea, cuanto antes, mejor (o congelarlos al momento). ¿Quieres aprovecharte más de estas ofertas? Date un paseo por los lineales de frescos a primera y a última hora. Los lunes por la mañana también suelen abundar esos productos que no se han podido vender durante el fin de semana.

Envasar al vacío

Has ido al pueblo y te vuelves con varios kilos de carne de la rica. O con pescado recién sacado del mar. Al llegar a casa tienes tres opciones: congelar, hacer batch cooking como si no hubiera un mañana o envasar al vacío. “Es una forma de arañar tiempo gracias a que retiramos el oxígeno. Esto minimiza algunos procesos de deterioro, como el enranciamiento de las grasas. Eso sí, debe ir acompañado de conservación en frío para retrasar el crecimiento microbiano”, explica Mario Sánchez, tecnólogo alimentario y divulgador científico en Destakando. La carne al vacío puede durar de 15 días a un mes en la nevera, según el tipo de pieza que sea (menos tiempo para los filetes y más para las piezas grandes). El pescado, hasta un par de semanas fileteado. “Si optamos por congelar después de envasar al vacío, evitamos las típicas quemaduras por frío”.

Usar envases bien rotulados o transparentes para guardar la comida en la nevera
Escudero vuelve a la carga con un consejo que tiene más chicha de la que puede parecer: “Si  todo lo que hay en la nevera está bien a la vista, o puesto en envases transparentes -no necesariamente tápers caros de cristal, se pueden usar tarros- o debidamente rotulado en el lateral o donde lo veas al abrir la nevera, evitas que se traspapelen ingredientes en crudo, pero sobre todo sobras que podrían tener una segunda vida”. ¿Quién no se ha encontrado un resto de estofado casi con vida propia extraviado en una tercera fila de tápers? Pues eso.

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