Pakistán amenaza con represalias a la India tras el ataque en su territorio mientras EE UU llama a la calma

Mientras el ruido de sables se incrementa entre la India y Pakistán, e Islamabad amenaza con fuertes represalias tras el mayor ataque de Nueva Delhi contra su territorio en décadas, Estados Unidos trata de rebajar las tensiones entre los dos países vecinos y rivales, para evitar que la crisis quede fuera de control. El número de muertos de los ataques de la India asciende a 31, según Reuters.
Las tensiones continúan en un episodio que ha visto a la India atacar la región de Punyab, la más poblada de Pakistán, por primera vez desde los años setenta del pasado siglo. El primer ministro de Pakistán, Shehbaz Sharif, ha ordenado a las Fuerzas Armadas que actúen en “legítima defensa” y con “acciones pertinentes” tras los bombardeos lanzados por la India en la madrugada del miércoles contra varias localidades de la provincia de Punyab y la Cachemira administrada por Islamabad.
El ataque, que mató a varios niños y dejó más de 50 heridos, ha avivado un conflicto latente entre dos potencias nucleares. “Pakistán se reserva el derecho a responder, en defensa propia, en el momento, lugar y forma que considere apropiados”, advierte el comunicado emitido tras una reunión de emergencia del Comité de Seguridad Nacional. “La nación está unida y decidida frente a cualquier nueva agresión”, advierte el texto.
Nueva Delhi justifica su ofensiva como represalia tras el atentado del pasado 22 de abril en la localidad turística de Pahalgam, en la Cachemira india, en el que 26 turistas indios fueron asesinados. El acto fue reivindicado por el Frente de Resistencia, una organización insurgente vinculada al grupo islamista armado Lashkar-e-Taiba, que la India acusa de recibir apoyo de Islamabad. Pakistán ha negado reiteradamente cualquier implicación con ese ataque e incluso se ha ofrecido a que se abra una investigación internacional, con la que está dispuesto a colaborar. Sin embargo, desde entonces, ambos países habían intensificado su retórica, reducido sus vínculos diplomáticos, expulsado personal de sus embajadas y suspendido mecanismos de cooperación, lo que había avivado las diferencias entre ambos.
Mientras la tensión crece, Estados Unidos trata de rebajarla. “Me llevo bien con ambos. Los conozco a los dos muy bien y quiero ver que lo solucionan. Quiero ver que paran”, ha declarado este miércoles el presidente Donald Trump desde el Despacho Oval en una ceremonia para la jura del cargo de su nuevo embajador en China, David Perdue.
“Estamos en comunicación con ambas partes”, había declarado antes la portavoz del Departamento de Estado, Tammy Bruce, en una entrevista concedida a la cadena de televisión conservadora Fox News, en la que ha subrayado que la Administración estadounidense trabaja para restablecer la calma entre sus dos aliados. “El presidente (Trump) ha dicho con insistencia que la guerra no resuelve los problemas”. “Las guerras sin fin no son aceptables” y “eso se aplica también a esa parte del mundo”, ha reiterado la portavoz, haciéndose eco de declaraciones previas del presidente estadounidense.
Tres guerras en Cachemira
El ministro de Defensa paquistaní, Khawaja Muhammad Asif, ha acusado a la India de haber cruzado este miércoles una línea roja y ha calificado la ofensiva como “una violación flagrante del derecho internacional y una invitación a ampliar el conflicto”. Ambos países han librado tres guerras en torno a Cachemira. Gran parte de esa región de mayoría musulmana se adjudicó a la India en la sangrienta partición de 1948, cuando el territorio de la antigua colonia británica se independizó como dos países desgarrados: la India de mayoría hindú y teóricamente secular, y el Pakistán de mayoría musulmana.
En una entrevista con la cadena estadounidense CNN, Asif aseguró que su país está intentando evitar una guerra abierta, pero advirtió que el ejército “está preparado para una guerra total” si la situación se agrava. “La India ha elevado la intensidad y ha subido las apuestas. No podemos permitirnos que nos sorprendan con la guardia baja”, afirmó.
Las bombas indias alcanzaron objetivos en seis puntos distintos, entre ellos las ciudades de Bahawalpur y Muridke, esta última situada a las afueras de Lahore, la segunda mayor urbe del país. Es la primera vez desde 1971 que la India ataca zonas del Punyab paquistaní, el corazón político y económico de la nación. Islamabad sostiene que todos los blancos eran civiles. Nueva Delhi, en cambio, asegura que la llamada Operación Sindoor tuvo como único objetivo “infraestructuras terroristas” —supuestamente vinculadas al atentado del mes pasado— y que evitó deliberadamente atacar instalaciones militares paquistaníes.
La India insiste en que Pakistán no actúa con la mano dura necesaria para descabezar a los grupos terroristas. Previamente, como parte de su respuesta al atentado, suspendió su participación en el Tratado de Aguas del Indo, un acuerdo firmado en 1960 con la mediación del Banco Mundial, que regula el uso compartido de los ríos que cruzan ambos países. Este acuerdo es vital para Pakistán, cuya agricultura y abastecimiento dependen en gran medida de ese caudal. La decisión de Nueva Delhi había sido interpretada en Islamabad como una medida de presión y un precedente inquietante en un contexto de creciente presión.
Pero esta nueva acción militar ha ido mucho más allá y ha deteriorado aún más las relaciones entre dos vecinos históricamente enfrentados. La ofensiva también ha sido interpretada como un movimiento calculado del primer ministro indio, Narendra Modi, para reforzar su imagen de firmeza en política de seguridad. Varios analistas consideran que la operación militar responde tanto a la presión interna como a una narrativa cuidadosamente construida por su Gobierno: la de una India decidida, fuerte y dispuesta a actuar contra el terrorismo. Sin embargo, Nueva Delhi tiene que hacer malabares para encontrar un equilibrio entre la contundencia que le exige su electorado y la moderación que le pide la comunidad internacional.
Para Estados Unidos, las tensiones entre dos aliados fundamentales en el sur asiático llega en un momento complicado. Marco Rubio debe conjugar las tareas de secretario de Estado y de consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, tras el cese la semana pasada de su predecesor en este último cargo, Mike Waltz. Washington está tratando de lograr un acuerdo entre Moscú y Kiev en la guerra en Ucrania, y participa también en los esfuerzos de mediación sobre Gaza. Trump tiene previsto viajar el próximo domingo a su primera gira por el exterior de su segundo mandato, que le llevará a Arabia Saudí, Qatar y Emiratos Árabes Unidos.
“Un enfrentamiento en Cachemira endurecería los alineamientos regionales, reduciría la autonomía estratégica y elevaría los costes políticos internos de la neutralidad en los países no nucleares del sur de Asia”, apunta Rudabeh Shahid, del think tank Atlantic Council. “Eso, a su vez, tendría implicaciones para la estrategia de Estados Unidos en la región del Indo-Pacífico. Washington ve a la India como un pilar de sus esfuerzos regionales de equilibrio contra China, especialmente a través de plataformas como el Quad (la asociación informal de seguridad constituida por Japón, Australia, Estados Unidos e India)”.
“Una crisis entre la India y Pakistán que se alargara no solo distraería el foco estratégico de la India del Indo-Pacífico marítimo para trasladarlo a sus fronteras terrestres occidentales, sino que también limitaría su capacidad de actuar como proveedor de seguridad en la región”, agrega el experto.
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