Palabra de Vox, palabra de Feijóo

Elegir las palabras adecuadas es seguramente lo más hermoso del oficio de escritor, de periodista y de quienes tenemos la suerte de trabajar con ellas. Y también más delicado. Por una sola palabra (“guerra”) te pueden encarcelar en Rusia. También por elegir la falta de ellas, como poner asteriscos en una pancarta en señal de protesta contra Putin. Por palabras te pueden matar en México, por ejemplo, si eliges las que corresponden a la denuncia de un crimen. Hay relaciones que se rompen por las palabras porque, sin mediar violencia física alguna, las elegidas agreden, engañan, mienten, arrojan promesas que no se cumplirán o que no se sostendrán con hechos. Como hay palabras ajenas que se roban para apropiarse del talento o las vidas de los demás. El universo de las palabras está lleno de hermosura. Y de crímenes.

Hay palabras que se quedan en la memoria para siempre, que no se borran con una disculpa, como hay otras que enamoran, que embaucan o que embarcan a quien las escucha en misiones peligrosas, arriesgadas, en derivas en las que se jugará la vida, el tipo, la suerte. Por palabras sufrimos, por palabras delinquimos, por palabras aprendemos, por palabras amamos, odiamos, crecemos. Quien las elige tiene un gran poder.

Por ello, las elegidas por el vicepresidente de Castilla y León (¡un vicepresidente!, un ser que representa a todos los ciudadanos de esta región) para referirse a una procuradora con movilidad reducida en las Cortes puede situarse en el vocabulario infecto y favorito de los nazis. “Le hablaré como si fuera una persona como todas las demás”, le dijo. Además, acusó a la izquierda de “invitar a los padres a triturar en el vientre de las madres a quienes tienen discapacidad”, cuando el único triturador dialéctico de discapacitados fue él. Extrañas palabras, todas.

Y por ello, también, las elegidas por Núñez Feijóo para referirse a ello como “sorprendente” le sitúa también en otra lista contaminada: la de quienes contemporizaron con la extrema derecha para apaciguarla, para no meterse en líos. “Me permitirá que no haga de comentarista de los comentarios de un vicepresidente de una comunidad autónoma”, dijo también. ¿Cómo que no, si su “comentario” es una agresión?

Más tarde, el presidente Mañueco pidió disculpas a quien se pudiera sentir ofendido, coletilla hueca que incluye lavarse las manos ante la necedad. Pero el PP va a necesitar mucho más que pedir disculpas si sigue poniendo la alfombra roja para que Vox la ensucie entre multitudes. Porque sus palabras también les contaminarán.

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