Provocador, pendenciero, verdugo, mártir: Joey Barton

Hay muchos Joey Barton. Está el provocador, al que lo mismo le da enseñarle el culo a la hinchada rival en Goodison Park que cantarle las cuarenta a su entrenador o a los internacionales de Inglaterra. Está el pendenciero, el que se lía a puñetazos con un desconocido tras una noche de borrachera (seis meses de cárcel, de los que cumplió 74 días, por una brutal paliza a un hombre en Liverpool en diciembre de 2007). Está también el Barton verdugo, el que ha sido expulsado nueve veces y se toma la justicia por su mano tanto con los jugadores rivales como con los propios (cuatro meses de cárcel –suspendida– y seis partidos de sanción por dejar inconsciente a su compañero Ousmane Dabo en un entrenamiento, también en 2007).

Pero hay otro Joey Barton, más parecido a mártir que a verdugo: el perseguido por el establishment para hacerle purgar sus pecados con más dureza que a nadie, el que pide ayuda para superar sus adicciones y sus ataques de ira, el que tiene la clarividencia de negarle dinero a su propio hermano cuando este huye tras un horrible asesinato racista y le convence para que vuelva al país y se entregue (a Michael Barton le cayeron 17 años de cárcel), el que decide estudiar filosofía y se aficiona al arte y presume de ello pese a las burlas ajenas, el que se convierte en oráculo en Twitter (2,9 millones de seguidores), el que da la cara para denunciar la homofobia en el fútbol o defiende la separación del Estado y la Iglesia en un país en el que el monarca sigue siendo Gobernador Supremo de la Iglesia de Inglaterra.

El problema es que esos Joey Barton no se suceden en un orden evolutivo: se entrecruzan y se superponen unos a otros. A la redención le sigue un nuevo ataque de ira, tras la filosofía y el arte vuelven los puñetazos y la violencia. A sus 39 años, y ya retirado como jugador, Barton fue absuelto el lunes pasado de la acusación de haber empujado y haberle roto la cara a un entrenador rival en abril de 2019, cuando entrenaba al Fleetwood Town, de tercera división. Pero el jueves que viene se inicia la causa abierta contra él después de que su mujer le acusara de agresión en junio pasado. Ella llamó a la policía. Él niega que hubiera agresión. No hay pausa en la vida de Joey Barton.

Barton ha hablado a menudo del entorno en el que creció, en Huyton, no lejos de Liverpool. Sus padres se separaron cuando tenía 14 años y se fue a vivir con su abuela -“Si hubiera hecho caso a la gente, estaría trabajando en una obra. Mi abuela me enseñó a creer en mí mismo”- y con su padre, que le enseñó una técnica de pelea muy específica -“era su mundo, un mundo en el que necesitas cosas muy diferentes que si estás en Eton y vas a ser diputado”-. Ha hablado de que empezó a beber para superar el choque entre su vida en el barrio y la de un joven futbolista rico y famoso -“Nunca me gustó el sabor del alcohol. Pero me gustaba estar borracho”-.

Joey Barton entrena hoy al Bristol Rovers (cuarta división) tras una carrera respetable como jugador (386 partidos entre City, Newcastle, QPR, Marsella, Burnley y Rangers; y unos minutos de Internacional con Inglaterra) pero lastrada por sus propios errores y por el rigor con el que se le suele juzgar. La sanción por las apuestas, en 2017, mató lo que le quedaba de futbolista. “No sé cómo se logra un equilibrio en estas cosas en el fútbol. El legendario Eric Cantona solo recibió una suspensión de nueve meses por asaltar a un fan, así que 18 meses me parece mucho tiempo. Aquí no hay más intención que sus apuestas personales, no hay ningún intento de alterar partidos o amañar resultados”, le defendió Sean Dyche, el respetadísimo entrenador del Burnley.

Al final, ¿quién ganará la pelea de Barton contra Barton?

Puedes seguir a EL PAÍS DEPORTES en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.

Inicia sesión para seguir leyendo

Sólo con tener una cuenta ya puedes leer este artículo, es gratis

Gracias por leer EL PAÍS

Enlace de origen : Provocador, pendenciero, verdugo, mártir: Joey Barton