Reunión clave en el BCE: el Eurobanco se dispone a dejar atrás la época de la expansión y los tipos negativos

Mervyn King, exgobernador del Banco de Inglaterra, proclamó una vez el sueño de todo banquero central: “Mi ambición es ser tan aburrido como sea posible”. Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo (BCE), tiene encomendada este jueves la misión de no serlo. En sus manos tiene tres bolas que no puede dejar caer. Una: los mercados deben convencerse de que la institución que preside hará cuanto esté en su mano para atajar la inflación. Dos: sus decisiones no pueden asfixiar un crecimiento ya mermado por la guerra en Ucrania. Y tres: debe atar corto las primas de riesgo para evitar una catástrofe como la Gran Recesión. “La zona euro no está de fiesta”, acierta a comentar Lorenzo Codogno, profesor de la London School of Economics.
Lagarde comparece este jueves después de la reunión del Consejo de Gobierno del BCE, que será clave para la política monetaria de la zona euro en los próximos trimestres. Con nuevas previsiones económicas en la mano, los mercados esperan que Lagarde eleve el tono. Cunde la percepción de que el Eurobanco va tarde. Máxime cuando una treintena de entidades financieras han llevado a cabo, en conjunto, más de 300 subidas desde el año pasado. Y los halcones llevan desde el cónclave de abril sobrevolando Fráncfort para que la francesa apriete cuanto antes la palanca para subir los tipos de interés. “Es frustrante que el BCE siga arrastrando los pies”, afirma Charles Wyplosz, profesor del Graduate Institute de Ginebra.
Ante la impaciencia de algunos miembros, Lagarde hizo parte del trabajo de este martes a través de su blog. En un inusual movimiento esbozó el camino que iba a seguir en verano: punto final a la compra de deuda y subida de tipos de al menos medio punto hasta finales de septiembre. El dato de inflación de mayo, del 8,1% —el más elevado desde la creación del euro—, le dio el último empujón para una hoja de ruta para la que se ha ido creando un consenso dentro del consejo. Por ahora, ese acuerdo apunta a una subida del 0,25% en julio y otra idéntica en septiembre. Eso sacaría a la zona euro de la etapa de tipos negativos —la tasa de facilidad financiera está en el -0,5%— en la que vive desde hace ocho años.
El gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, ha asentido públicamente con esa hoja de ruta, pidiendo que el proceso de subida de tipos sea “gradual”, evitando “movimientos abruptos”. Pero hasta cinco miembros del consejo de gobierno empiezan a ir más allá. El gobernador austriaco, Robert Holzmann, ha pedido una subida ya este mismo jueves. Y hasta cinco halcones han subido la apuesta al reclamar más mano dura y un incremento de medio punto en julio. Entre ellos el de los Países Bajos, Klaas Knot. En especial, si los datos que han de venir hasta julio son negativos. Y estos son las perspectivas del BCE de este jueves, el dato de inflación de julio (sobre todo observarán la subyacente) y las expectativas de los agentes económicos.
El ‘síndrome Trichet’
Los analistas, de hecho, empiezan a trasladar ya a sus análisis esa urgencia. “Hay una probabilidad del 50% de que se produzca un aumento de tipos en julio, dada la presión”, sostiene Frederik Ducrozet, director global de Macroeconomía de Pictet WM y observador del BCE. “Los bancos centrales llegan tarde a la inflación, como ha admitido la Reserva Federal. Incluso su anterior presidenta, Janet Yellen, dijo que se equivocó. Pero para ser honesto, no creo que los bancos centrales tengan la culpa. Nadie podría haber predicho un nuevo confinamiento en China y muy pocos predijeron los cambios estructurales en la inflación”, afirma a través de videoconferencia. “La posibilidad de un alza de 50 puntos básicos, en reacción a la reciente aceleración de la inflación, está aumentando”, explica Gilles Moëc, economista jefe en Axa Investment Managers.
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Algunos banqueros consultados en las pasadas semanas sostienen que Lagarde buscará un efecto Volcker, en referencia al presidente de la Reserva Federal que logró acabar con la galopante inflación de los años setenta. Sobre todo, le dio credibilidad. “La Fed vivió de los réditos durante tiempo”, dice un exbanquero consultado. Sin embargo, Lagarde no puede permitirse el precio que pagó Paul Volcker: acabar con la inflación desorbitada a costa de una recesión. No en vano, el BCE vive aún bajo el síndrome Trichet, el expresidente del Eurobanco que subió a destiempo los tipos en 2008 y 2011. Hay quienes todavía tiemblan solo imaginar en esa consecuencia. Hay consenso para subir tipos, paso a paso. No para grandes saltos. “Habrá debate”, auguran desde Fráncfort.
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