Se hace por ‘interné’

“Pues va a ser que no”. Eso me respondió la funcionaria de la Agencia Tributaria cuando le expliqué que Isabel, mi gestora, me había dicho que tenía que personarme en la oficina para que me sellaran el documento. “Aquí ya no ponemos ningún sello, se hace por interné, añadió. Cuando le respondí que tanto mi pobre gestora como yo habíamos intentado hacerlo por interné, pero era imposible, se apiadó de mí y fue a buscar a un compañero.

Como había hecho con la funcionaria, le recité mi caso: “pues resulta, mire usted, que me han traducido un libro en Alemania, y para poder cobrar los alemanes me piden este papelito sellado por la Administración española”. Y, como había hecho antes la funcionaria, me respondió que es que allí ya no ponían sello ninguno.

“Ese trámite es un poco difícil de encontrar en la web”, me comentó el buen hombre. “Además, estos días hemos tenido problemas con la red, así que igual por eso no habéis podido hacerlo”, me explicó. Después, giró la pantalla y empezó a enseñarme dónde tenía que ir haciendo clic.

Se lo agradecí y empecé a apuntar sus instrucciones en el móvil, a lo que me respondió que no me preocupara, que me iba a imprimir la ruta de la web para que encontrara la dichosa pestaña. Total, que salí de la Agencia Tributaria con el papel de los alemanes sin sellar, pero con cinco folios a doble cara con las instrucciones para sellarlo yo misma.

Con mi fracaso en la mano me encaminé hacia el Santander. La Diputación de Castilla-La Mancha, que me había contratado para dar una conferencia, también me pedía un sello, el del banco, para poder cobrar. Habían puesto la sucursal muy moderna y para sacar la vez había que introducir el DNI y el motivo de la visita. Delante de mí había un sesentón que no atinaba, así que le tuve que ayudar. Tras media hora de espera, me sellaron mi papel y aproveché para pedir un certificado de titularidad, esto es, un documento que acredita que mis cuentas son mis cuentas y que muchas veces me piden para cobrar —es increíble la de cosas que nos piden a los autónomos para cobrar—. La empleada me advirtió de que eran 24 euros. “Es que hemos empezado a cobrar por los trámites que se pueden hacer por interné”, aclaró. Y, al ver mi cara, añadió que era “normal”.

Le respondí que no, que no era normal, porque yo, que tengo 30 años y una buena situación económica, tengo también un móvil con conexión, la aplicación del banco y los conocimientos necesarios para usarla, pero hay quien no. “Pero tú sí; ¿a que sí?”, me respondió la señora, poniendo la cara por una decisión tomada no solo contra el cliente, sino también contra su puesto de trabajo. Eso sí, seguramente discutida en un despacho a 17 grados de temperatura.

Salí de la sucursal acordándome de los seis meses que habían tardado en pagarme mi baja de maternidad, tramitada online porque no quedaba otra, y de lo que me había costado inscribir a mi hijo en el INSS para que tuviera derecho a atención sanitaria. A mí, que entiendo el castellano, que aprendí informática en el colegio y convivo con internet desde el instituto, que tengo ordenador y varios móviles. Pero, sobre todo, salí acordándome del maestro Larra y de su Vuelva usted mañana, que casi dos siglos después se titularía Se hace por interné.

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