Serás positivo o no serás

“No logro ser feliz. No consigo ver lo positivo, solo veo lo que me pesa, me siento anormal. En el trabajo, me han pedido que nombre mis tres victorias personales o profesionales en lo que va de año y no se me ha ocurrido nada que decir. ¿Cree que estoy deprimida?”, le preguntó a su psicóloga una mujer apenas separada de su pareja, con la que llevaba 10 años. La analista decidió hace unos días compartir la confesión de su paciente en un hilo de Twitter en el que explica y denuncia el daño psicológico que está causando el mandato ampliamente sembrado en la sociedad actual según el cual serás positivo o no serás. La salvación, nos dicen los gurús superventas del desarrollo personal, los nuevos preparadores que operan en las empresas y hasta el adiestrador de mi perro, pasa por adoptar una actitud positiva ante cualquier adversidad.

“La exigencia de ver lo positivo y de centrarse solo en eso, con el pretexto de que, de lo contrario, somos pesimistas, arrastramos a los demás y atraemos la derrota hacia nosotros, beneficia al productivismo capitalista”, escribe la analista francesa bajo el seudónimo @lapsyrévoltée (”la psicóloga indignada”, en español). Se trata, asegura, de una concepción que transfiere la culpabilidad de la sociedad hacia el individuo. Si no somos felices es porque no tenemos la mentalidad adecuada, “la del ganador”. El entorno económico y social —e incluso el propio inconsciente de cada persona y todo lo que lleva almacenando desde la infancia, nuestra singularidad como individuos— resulta irrelevante: la felicidad es una elección al alcance de cualquiera que se lo proponga.

En esta visión solo cuenta la voluntad individual, nada más. Un mantra que, en otro plano, me recuerda a cuando Macron le dijo a un agricultor en paro que encontrar un trabajo en otro sector era tan sencillo como cruzar la calle, en un país en el que cada dos días se suicida un campesino, según los datos de la Mutualité Sociale Agricole (MSA). En la hostelería o en la construcción, le comentó, conseguir un empleo es facilísimo. No existen problemas, solo oportunidades. O a Louise Hay, la difunta reina del desarrollo personal ―cuya cuenta sigue teniendo más de 360.000 usuarios―, quien instruía a sus adeptos a golpe de best sellers que para ser felices hay que ponerse frente a un espejo y repetirse una y otra vez afirmaciones positivas para eclipsar los pensamientos negativos y cambiar la realidad. Así de simple. Y si no lo conseguimos, es que no nos estamos esforzando lo suficiente. La felicidad o la realización profesional están allí, esperándonos.

Las cuentas dedicadas en Twitter a impulsar esas ideas se cuentan por decenas. @CitaPositiva, una de las más populares con sus 148.600 seguidores, ayuda a los usuarios a “encontrar la motivación que necesitan” compartiendo “pensamientos positivos y citas para ser mejores seres humanos”. Todo un programa. Otras como @PosibleEs incitan a “reprogramar nuestras mentes para mudar la piel” y ser “la luz en la oscuridad”, mientras @TuMotivacion_asegura que “motivarte es fácil y ser feliz es una opción”. Mi preferida, @positivo_poder, aconseja literalmente “manipular tu mente con pensamientos positivos” para que esta no “te manipule a ti con pensamientos negativos”.

“Al evacuar las cosas llamadas `negativas’, apuramos nuestra temporalidad psíquica. Queremos ir más rápido que el tiempo que necesitamos para procesar un episodio de nuestra vida, integrarlo, digerirlo y sanar de él”, explica la psicóloga. El tiempo psíquico de una persona no se corresponde con “las exigencias del tiempo rápido del capitalismo” y representa “un maltrato adicional que no necesitamos en estos momentos”. No sé si por “estos momentos” se refiere a la pandemia, al cambio climático, a la guerra o al auge de los influencers. Lo cierto es que dadas las circunstancias actuales, y ya no digamos si estas se suman a un drama personal, lo que quizás necesitemos paradójicamente, como recomienda el filósofo André Comte-Sponville, es solo un poco de lucidez, dejar de contarse cuentos, en suma. Una tristeza verdadera, por muy profunda que sea, defendía en una reciente entrevista, siempre será mejor que una felicidad artificial.

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