Tres equipos se retiran de la Vuelta a Suiza tras la muerte de Gino Mäder

Terminada la procesión de 20 kilómetros, y el Bahrein encabezándola, en homenaje a Gino Mäder, de 26 años, caído a 90 por hora por un barranco de 90 metros en el descenso del Albula en la etapa del jueves y tan gravemente herido que murió el viernes por la mañana en un hospital de Coire, la organización de la Vuelta a Suiza consultó con la familia del ciclista. ¿Os parece bien que la carrera siga? La respuesta fue un sí, y, así lo anunció el organizador, la carrera, a la que le quedan dos etapas, terminará el domingo con la contrarreloj de St. Gallen, la ciudad en la que nació Mäder en enero de 1997.
La séptima etapa partió el sábado al mediodía de Tübach con un pelotón de 113 ciclistas, 37 corredores menos que la víspera, ya que tres equipos decidieron en pleno no salir en señal de duelo, así como 17 corredores más a los que sus equipos les dieron la libertad de elegir, entre ellos los suizos Schär, del Ag2r, Schmid, del Soudal, Hirschi, del UAE del español Juan Ayuso, y Küng, del Groupama, ganador de la primera etapa contrarreloj. Los equipos completos que abandonaron son el Bahrein, el equipo de Mäder, que podía aspirar a ganar la ronda helvética con el vizcaíno de Gernika Pello Bilbao, quinto en la general a 57s del líder, el danés Mattias Skjelmose; el Tudor, equipo suizo dirigido por Fabian Cancellara que aspiraba a que Mäder fichara por ellos la próxima temporada, y el Intermarché de Biniam Girmay, el ciclista eritreo que ganó al sprint la segunda etapa ante Wout van Aert. Su argumento, es la mejor manera de mostrar nuestro dolor por la muerte de un compañero, de mostrar nuestro respeto, es el mismo que utilizan los equipos que han decidido seguir, nuestro mejor homenaje es hacer lo que a él más le gustaba, disputar una carrera y correr en memoria suya.
Las emociones deciden en un pelotón conmocionado y confuso, corredores que se sienten superhombres en los momentos más duros de las etapas, ascendiendo montañas imposibles a toda velocidad, y descendiéndolas temerarios, y fragilísimos cuando la realidad de la muerte les asalta. Y así, todo el ciclismo.
Los tiempos que cuentan para la general de la etapa del sábado se tomarán en la cima del puerto de tercera de Ottenberg, a 19 kilómetros de la meta de Weinfelden. En el descenso hacia la llegada solo arriesgarán quienes quieran luchar por la victoria de etapa. Es una decisión que toma la organización para templar los ánimos y, en cierta manera, asumiendo las críticas de gran parte del pelotón, que lamenta la última moda de hacer que las etapas de montaña terminen en el valle, tras vertiginosos descensos, y no en la cima.
Unos días antes, el CPA, el sindicato de ciclistas, presidido por el australiano Adam Hansen, había debatido en asamblea telemática este problema, y había votado pidiendo que no pudieran terminar las carreras justo al final de un descenso, sino una decena de kilómetros llanos más allá. “No importa. No cambiaría nada”, opina Michael Rasmussen, exciclista danés y sensato. “Los ciclistas seguirán yendo igual de rápido para tener 20 segundos al final de la cuesta. No tiene ningún sentido. La maldita naturaleza del ciclismo hace que haya un gran riesgo en los descensos. Los ciclistas lo llevan muy dentro. Se trata siempre de ser el primero. Y son los ciclistas los que asumen los riesgos”.
Cuando Hansen tuiteó el resultado de la votación, exigencia de más medidas de seguridad, las redes se inflamaron en contra. Después de la muerte de Mäder, Hansen borró el tuit. “No es este el momento para hablar serenamente de esto”, tuiteó el viernes. “Y también lo borré porque algunos comentarios que criticaban el voto de los corredores habrían quedado fatal ahora. Espero que todos entiendan lo peligroso que puede ser este deporte. Los ciclistas no tienen que estar obligados a arriesgar de más solo en aras del espectáculo”.
Si se impusiera esa regla no se podría correr la Milán-San Remo, que se decide habitualmente en el descenso del Poggio, a cinco kilómetros de Via Roma, y de la que salen ennoblecidos los ciclistas como Matej Mohoric o Vincenzo Nibali que convierten el descenso en el arte del riesgo, como hizo Chris Froome para ganarle a Nairo el Tour de 2016 bajando a pleno riesgo el Peyresourde, y en el próximo Tour habría que modificar la etapa de Morzine, que termina con el ritual descenso de la Joux Plane en el que cimentó Ion Izagirre una victoria de etapa del Tour de 2016, Stephen Roche le ganó a Perico el Tour del 87, y Perico se rompió la clavícula hace 40 años o en el que Nairo se reveló en la Dauphiné de 2013, y también la etapa de Courchevel.
“Todo el mundo está muy, muy afectado. Y se tarda un tiempo en recuperarse. Pero una vez pasadas todas las fases del duelo, volverá a ocurrir”, reflexiona Rasmussen en el diario Ekstra Bladet. “Los ciclistas volverán a correr igual de rápido y con el mismo riesgo”.
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