Tres ideas para entender nuestra confusión

Vivimos en medio de una confusión notable, como muestra que un ministerio haya convocado una huelga de juguetes para combatir el sexismo mientras representantes públicos en Cataluña colaboran en el hostigamiento a un niño de cinco años, que el centroderecha se dedique al autosabotaje a base de peleas internas e invocaciones a la ley de pandemias, que la Constitución sea un arma que emplear contra el otro, que los partidos del Gobierno y sus aliados pidan al Congreso que tome medidas contra periodistas desagradables, y que desempeñar las más altas responsabilidades del Estado parezca una forma de llegar a comentarista.

Es una combinación de pirotecnia, frivolidad, partidismo e incomunicación. Corremos el peligro de vivir en realidades diferentes: no tenemos opiniones sobre el mismo hecho, sino hechos distintos. Unos hablamos de unos temas y otros de otros, y las palabras que utilizamos no significan lo mismo.

En La sociedad de la intolerancia (Galaxia Gutenberg), Fernando Vallespín habla del advenimiento de un posliberalismo, que “se manifiesta ante todo en la búsqueda por romper la neutralidad del Estado respecto del conjunto de concepciones del bien, del pluralismo de valores”. Llegaríamos a una fase de evolución de las sociedades democráticas donde el entramado institucional apenas cambia, pero aparece “debilitado en aquellos elementos que tradicionalmente contribuirían a dotarle su sustento, su dimensión liberal”. Se produce una paradoja: se despolitiza la gestión y se hiperpolitiza todo lo demás.

Agnieszka Golec de Zavala ha investigado el narcisismo colectivo, que define como “una creencia en que la exagerada grandeza de un grupo no es lo bastante reconocida por los demás”. Más que centrarse en las propias virtudes, se fija en los agravios y las amenazas. Suele relacionarse con una sensación de vulnerabilidad individual que no repara. Aunque excede la política, prospera particularmente con el populismo.

Janan Ganesh ha escrito sobre la obesidad de la mente: la combinación de un exceso de educación con un exceso de tiempo libre. Esto produce trabajosas exégesis de películas de superhéroes, una incesante actividad hermenéutica sobre el contenido político de nuestras costumbres privadas y el intento de interpretar lo que el virus quiere decirnos. Como decía Ganesh, además de insufrible, es peligroso.

No sé si esos tres conceptos servirán para aclarar mucho, pero, como cuenta Manuel Toscano que decía un profesor suyo, quizá nos ayuden a alcanzar un nivel superior de confusión. @gascondaniel

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