Trump agita el fantasma del fraude electoral en Estados Unidos al hablar de “trampas” en Pensilvania
El sistema electoral de Pensilvania, el más importante de los siete Estados decisivos en las presidenciales del próximo martes, prohíbe abrir los sobres con los votos emitidos por anticipado hasta el día de las elecciones, pero eso no ha impedido a Donald Trump acusar a sus autoridades electorales de estar perpetrando un “fraude” sobre la marcha. “Pensilvania está haciendo trampas y siendo descubierta a una escala que rara vez se ha visto antes”, escribió este miércoles por la mañana el candidato republicano en su red social, Truth, con su característica tendencia a la hipérbole.
El día anterior, en un mitin en el condado de Lancaster (Pensilvania), Trump había agitado el fantasma del robo en las urnas que condujo, tras su derrota legítima en 2020 frente a Joe Biden, al asalto al Capitolio. “Ya han empezado a hacer trampas aquí”, dijo en la ciudad de Allentown.
Según el candidato, una misma persona había votado centenares de veces. Esa denuncia sin pruebas la plasmó también en sus redes sociales con un mensaje en el que, como también tiene por costumbre, usó las mayúsculas a discreción: “¡Guau! El condado de York, Pensilvania, recibió MILES de formularios de registro de votantes y solicitudes de voto por correo potencialmente FRAUDULENTOS de un grupo de terceros. Esto se suma a que el condado de Lancaster fue descubierto con 2.600 boletas y formularios falsos, todos escritos por la misma persona. Cosas realmente malas. ¿QUÉ ESTÁ PASANDO EN PENSILVANIA? ¡¡¡Las fuerzas del orden deben hacer su trabajo de inmediato!!! ¡¡¡GUAU!!!”.
El candidato tergiversó así el anuncio de la semana pasada de que los funcionarios electorales de Pensilvania estaban investigando 2.500 posibles registros fraudulentos de votantes. Esos registros, cuya investigación sobre su legalidad aún no ha concluido, no pueden equipararse en ningún caso a sufragios reales emitidos.
Como parte de lo que parece ser una estrategia de arrojar dudas sobre el proceso democrático que recuerda a la de hace cuatro años, su campaña anunció este miércoles la interposición de una demanda contra las autoridades de Bucks, otro condado de Pensilvania, por, según Michael Whatley, copresidente del Comité Nacional Republicano, “entorpecer” el voto republicano.
Los hechos denunciados ocurrieron el día anterior, última jornada para el voto por correo en ese Estado. El sistema de Pensilvania difiere del de otros territorios del país, porque no permite el uso de las máquinas de votación antes del día de la cita con las urnas. En ese caso, los ciudadanos tienen que solicitar la papeleta en una oficina electoral, rellenarla en el lugar y depositarla en el buzón correspondiente. Los tres pasos pueden completarse en un único viaje. Las colas desbordaron este martes, día en el que expiraba el plazo, a los funcionarios del condado.
Un portavoz explicó a la cadena CBS que decidieron dejar de admitir papeletas cumplimentadas por ese método a las 14.45, pero que dieron una alternativa a quienes llegaron antes del fin del plazo de las 17.00: el Departamento de Estado de Pensilvania pidió a todos los condados que garantizaran a los ciudadanos que estuvieran en la fila antes de esa hora la posibilidad de completar y enviar una solicitud para votar por correo. Las papeletas recibidas por la vía postal tienen que llegar por ley antes del cierre de los colegios, a las 20.00 del martes.
Un sistema complejo
La pelea por un sistema electoral tremendamente complejo y ciertamente difícil de comprender desde la óptica de otras democracias, que priman el voto el día de la cita con las urnas, ya es, a menos de una semana de las elecciones, una guerra abierta con escaramuzas por todo el país.
Un individuo pegó fuego este lunes a dos buzones llenos de votos en Vancouver, en el Estado de Washington, y en Portland (Oregon). Esas papeletas ya no contarán en el resultado electoral. Además, este miércoles, el Tribunal Supremo de Washington dio la razón al gobernador de Virginia, el republicano Glenn Youngkin, en su decisión de invalidar el registro de 1.600 votantes con licencias de conducir que despertaron sospechas de que sus dueños no fueran ciudadanos estadounidenses. La posibilidad de que los inmigrantes sin papeles puedan participar en las elecciones es extremadamente improbable, pero ha sido uno de los argumentos más esgrimidos en los últimos meses por el Partido Republicano para sembrar dudas preventivas sobre el resultado electoral.
Las instancias inferiores de Virginia tumbaron esa decisión ejecutiva, que el alto tribunal ha sancionado ahora de urgencia. Varios grupos de defensa de derechos civiles denuncian esa supresión de votos por estar basada “en información obsoleta y errónea”.
El Comité Nacional Republicano lleva meses entrenando a un ejército de “observadores electorales” para que vigilen la limpieza del proceso, y, según han concluido varias investigaciones periodísticas de los medios estadounidenses, Trump y los suyos tienen lista una estrategia legal para impugnar los resultados si no les son favorables. Las tácticas recuerdan a las de las últimas elecciones, cuando el entonces presidente estuvo avisando de un fraude que convirtió en una profecía autocumplida cuando llegaron los resultados definitivos, que le dieron como perdedor.
Después de las elecciones, Trump puso en marcha una operación para revertir esos resultados que incluyó decenas de denuncias, todas ellas desestimadas en los tribunales, presiones sobre funcionarios electorales, que han desembocado en un juicio penal en Atlanta, y una escalada retórica que desembocó en el asalto al Capitolio, hechos por los que también está procesado por un juez federal de Washington. Dos terceras partes de los votantes republicanos consideran que Biden llegó a la Casa Blanca aupado en un fraude.
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