Trump se reúne con el presidente de Siria, Ahmed al Shara, y sella el retorno del país árabe a la comunidad internacional

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se ha reunido este miércoles por la mañana con el presidente interino de Siria, Ahmed al Shara, en Riad, capital de Arabia Saudí, en un encuentro que ha durado algo más de media hora y que sella de forma simbólica el retorno de ese país, arrasado por una cruenta guerra de 14 años, al redil de la comunidad internacional. El mandatario estadounidense había avanzado este martes su decisión de aceptar un “saludo” con el líder de Siria, poco antes de efectuar un anuncio sorpresa: el levantamiento de las sanciones de Washington sobre la economía siria.

Una portavoz de la Casa Blanca ha precisado cuál es el primer precio que Trump ha pedido a su homólogo sirio por esa decisión y por el apretón de manos que ha tenido lugar antes de una cumbre entre Estados Unidos y los países del Consejo de Cooperación del Golfo. Ese precio es la paz con Israel. Según esa portavoz, el mandatario ha instado a Al Shara a sumarse a los Acuerdos de Abraham, los pactos de 2020 por los que otros tres países árabes, Marruecos, Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Baréin, establecieron relaciones diplomáticas con el Estado judío.

Trump ha cumplido su promesa de reunirse con su homólogo antes de abandonar Arabia Saudí en dirección a Qatar, segunda etapa de una gira regional de tres días por Oriente Próximo, que, de forma significativa para los analistas, ha dejado fuera a Israel. El jueves, el republicano viajará a EAU y puede que haga una escala final en Turquía, si es que se concreta una reunión entre el presidente ruso, Vladímir Putin, y su homólogo ucranio, Volodímir Zelenski. Los tres Estados del Golfo cuya visita está confirmada han iniciado una carrera por agasajar a Trump con la oferta de contratos millonarios. Riad se adelantó este martes en esa puja por el favor del antiguo magnate inmobiliario al anunciar acuerdos por 600.000 millones de dólares en armas y minerales raros.

La mano de Al Shara, que Trump ha estrechado este miércoles en Riad ante un complacido Mohamed Bin Salmán −el príncipe heredero y hombre fuerte saudí− es la del hasta diciembre líder de Hayat Tahrir al Sham (HTS), una organización que hasta 2016 estuvo afiliada a Al Qaeda con el nombre de Frente Al Nusra.

Ese pasado tan oscuro del ahora líder sirio era el motivo fundamental de las reticencias de Trump a reunirse con Al Shara, quien a día de hoy sigue figurando en el elenco de terroristas del Departamento de Estado de EE UU, según publicó este martes el medio estadounidense Axios. En 2006, el ahora presidente sirio incluso fue capturado por el Ejército estadounidense en Irak y pasó cinco años, sin juicio ni cargos, encarcelado en varios centros de detención y tortura de las tropas estadounidenses. Entre ellos, el campo Bucca, y la infausta cárcel de Abu Ghraib, famosa por las torturas a sus presos. eclusos.

Quien ha convencido a Trump de correr un velo sobre esta trayectoria que el propio Al Shara trata de hacer olvidar incluido mediante cambios en su indumentaria -ha abandonado su nombre de guerra, Abu Muhammad al Jolani, recortado su barba y adoptado el traje y corbata occidentales- han sido dos líderes que el mandatario estadounidense definió este martes como “amigos”: el heredero saudí y Tayyip Erdogan, el presidente turco. Erdogan también ha participado por videollamada en la reunión de esta mañana de Trump con Al Shara. Tanto Riad como Ankara habían presionado a Washington para que levantara las sanciones contra Siria.

“[En Siria] hay un nuevo Gobierno que, con suerte, logrará estabilizar el país y mantener la paz. Ordenaré el cese de las sanciones contra Siria para darles una oportunidad de grandeza”, dijo el martes el presidente ante una audiencia en Riad entre la que se encontraba el heredero saudí, que celebró el anuncio con una ovación en pie. Washington había mantenido esas restricciones económicas, a pesar de la caída en diciembre del régimen de Bachar el Asad, contra el que iban dirigidas.

La última vez que dos presidentes de ambos países se reunieron fue hace 25 años, en 2000, cuando Bill Clinton y Hafez el Asad —el padre de Bachar el Asad, derrocado por en diciembre por una alianza de grupos armados liderada por Ahmed Al Shara— mantuvieron un encuentro en Ginebra, en el marco de los esfuerzos, que resultaron vanos, por sellar la paz entre Siria e Israel.

Un precio alto

La normalización con Israel que Trump ha reclamado a su homólogo sirio durante su conversación no es un precio bajo por sacar a Siria de la lista de los países considerados parias. Desde 1967 Israel mantiene ocupados los Altos del Golán sirios, de donde procede precisamente la familia de Al Shara. La población siria es además, en gran parte, antiisraelí, un sentimiento ahora probablemente exacerbado, no solo por la ofensiva israelí en Gaza sino por la reciente ocupación de otra porción de territorio sirio por parte de su vecino.

Después de una ofensiva relámpago por parte de una alianza de grupos armados capitaneados por HTS, que derrocaron al dictador Bachar el Asad en solo 12 días, Israel aprovechó la confusión para tomar más territorio sirio, en la zona desmilitarizada aledaña a los Altos del Golán. En esa área recién invadida, ha levantado al menos siete bases militares, según muestran imágenes por satélite. El Gobierno de Benjamín Netanyahu ha proclamado además su intención de quedarse en ese territorio y, desde diciembre, no ha dejado de bombardear de forma periódica las escasas instalaciones del endeble ejército de Siria.

El pasado 2 de mayo, Israel lanzó uno de esos bombardeos muy cerca del palacio presidencial de Damasco, supuestamente en apoyo de la minoría drusa, una parte de la cual vive también en los Altos del Golán que mantiene ocupados desde hace casi sesenta años. Con esos ataques, las autoridades israelíes no solo tratan de atraerse el favor de esa comunidad, sino que también atizan en su propio interés las divisiones sectarias en un país cuyo rompecabezas étnico y religioso están tratando de recomponer las nuevas autoridades sirias.

La respuesta de Al Shara ha demostrado el pragmatismo que se le atribuye: evitando el más mínimo conato de enfrentamiento bélico con Israel, cuya superioridad militar es aplastante, y restringiendo al máximo sus declaraciones sobre la agresión israelíes. Ahora Trump le reclama, sin embargo, el paso de gigante que sería establecer relaciones con un país que mantiene parte de Siria bajo ocupación.

A Israel le interesa una Siria frágil y étnicamente dividida, en la que pueda contar con con aliados internos que ejerzan de quinta columna de sus intereses. De ahí que se haya opuesto hasta ahora al levantamiento de unas sanciones que impiden al país árabe acceder al sistema financiero mundial, vetan la inversión extranjera y dificultan la tarea de las organizaciones humanitarias. Las autoridades israelíes siguen describiendo al presidente interino sirio como un yihadista, a pesar de que su organización rompió sus lazos con Al Qaeda en 2016.

Israel dificulta así el principal objetivo del presidente sirio: la reconciliación de su país, desgarrado por 14 años de guerra y 600.000 muertos. El segundo objetivo de Al Shara, confirmado como presidente interino para pilotar una transición sin plazos en enero, era y es que se levanten las sanciones para iniciar la tarea titánica de reconstruir Siria.

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