Un colosal Mbappé lleva a Francia a los cuartos del Mundial

Por Qatar se animan las estrellas. Las del PSG, al menos. Al fenomenal Messi contra Australia le respondió un colosal Mbappé, mensajero, goleador y lo que usted quiera frente a Polonia. De primero, una asistencia propia de Platini o Zidane para el 1-0 de Giroud. De segundo, un golpeo estruendoso que reventó la pelota y crujió la red de Szczesny, el meta polaco. De tercero otra barbaridad, un zurriagazo descomunal que abrasó la portería rival. El hoy es este futbolista llegado del más allá. El ayer es Lewandowski, que con el reloj a cero falló su segundo penalti del torneo. Lloris, meta galo, se movió y el polaco se jubiló de los Mundiales con un emboque final.

Mbappé, para todo, la percha de Francia, por más que le sobre alguna ñoñería. De fútbol va sobrado. En carrera y en punto muerto. Polonia, muy mejorada, aguantó el tipo hasta que Mbappé tocó el violín en el primer gol y sacó la bazuca en el segundo y el tercero. Ya suma cinco tantos —uno más que en Rusia 2018— y dos asistencias —una más que en su exitoso Mundial precedente—.

Francia va a estirones. Los que le propicia tener a Mbappé, que se coordina a mil por hora como la mayoría no lo hace al ralentí. Futbolista con turbinas en las botas, de él cuelga el campeón, sometido más de la cuenta por Polonia en alguna fase. Nada que ver con la ramplona y raquítica Polonia que se midió a Argentina. La selección que tutela Lewandowski tuvo otra soltura, otra voluntad. Es probable que los polacos ya dieran por bueno su Mundial. Al margen del capitán, no hay secuelas de Lato, Gadocha, Deyna, Lubanski, Boniek… Con el cesto actual nada que reprocharse de caer ante Francia.

Con la cuerda de Mbappé y algún chapoteo inicial de Dembélé, el equipo de Didier Deschamps comenzó con el timbre de autoridad que se deducía del cartel. Tchouameni y Rabiot con el ancla. En su órbita, Griezmann, un caso que merece mayor reconocimiento. Futbolista con panorámica, familiarizado con el gol y presente para la intendencia que sea menester. En la mesa de los futbolistas actuales con frac nadie desgasta más suelas que Griezmann. Su tajo le viene de serie, es natural. Y, además, Francia lo requiere para que refresquen los extremos. Por las alas, Mbappé —un suplicio para Cash, al que se le salía constantemente la cadena—, y Dembélé para hacer saltar los pestillos polacos. Giroud a lo suyo, en la sala de espera del gol.

Fue Tchouameni el primero en calentar a ese buen guardameta de apellido que se atraganta que es Szczesny. Todo aparentaba estar bajo el control galo. Un espejismo en los siguientes minutos.

Rebajada en la mesa redonda del medio campo, donde Francia añora a Pogba y Kanté, al conjunto de Deschamps le cuesta sujetar los partidos. Y necesita aire para que pille pista Mbappé, así que tampoco le incomoda un pasito atrás para dar con la mecha de su icono. Esta vez, el equipo de Czeslaw Michniewicz casi se lo hace pagar.

Liberada, sin complejos, Polonia advirtió que tenía sus cartas. Zielinski hizo de baliza y Bereszynski y Frankowski empezaron a darse palique. Y a dar la lata a Koundé, no siempre escoltado por Dembélé. A ese distinguido chacal que es Lewandowski se le fue un zurdazo por unas pulgadas. Dale que dale, toca que toca, la mejor Polonia del torneo tenía contrariada a Francia. Más turbada aún cuando, tras varios minutos sin pisadas de Mbappé, Bereszynski retó con audacia y éxito a la zaga gala. Su servicio al punto de penalti lo incrustó Zielinski contra Lloris. Era gol o gol, pero no. A la segunda, era gol o gol de Zielinski, pero la pelota rebotó en Theo. A la tercera era gol o gol de Szymanski, pero interfirió bajo el larguero Varane.

Alarmas en Francia. Polonia nada tenía que perder. Llegó entonces el momento Mbappé. Por una vez no se aparcó en la banda izquierda y citó a un duelo velocista a Cash. Esta vez se orientó hacia la vía central del ataque. Otro Mbappé, el que además de jugar con patines en vez de botas tiene observatorio. El pase filtrado a Giroud fue una delicia, por ingenioso y conciso. El ariete lo convirtió en terminal con un tiro cruzado a la izquierda de Szczesny. Quedaba repertorio del fenómeno francés del PSG. Por ejemplo, un disparo remoto que entró en la portería polaca como una bomba de racimo. Un golpeo con eco. La joya de Francia terminó el encuentro como ariete. Hay futbolistas totales, pocos, pero los hay. Uno es Mbappé. Con él por bandera, fin del Mundial para Polonia. Y paso al frente de Francia, que con un solista así no tiene límites. Incluso cuando penan en la enfermería Benzema, Kanté, Pogba y Lucas Hernández.

En Al Thumama, el festival Mbappé fue apoteósico.

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Un colosal Mbappé lleva a Francia a los cuartos del Mundial

Por Qatar se animan las estrellas. Las del PSG, al menos. Al fenomenal Messi contra Australia le respondió un colosal Mbappé, mensajero, goleador y lo que usted quiera frente a Polonia. De primero, una asistencia propia de Platini o Zidane para el 1-0 de Giroud. De segundo, un golpeo estruendoso que reventó la pelota y crujió la red de Szczesny, el meta polaco. De tercero otra barbaridad, un zurriagazo descomunal que abrasó la portería rival. El hoy es este futbolista llegado del más allá. El ayer es Lewandowski, que con el reloj a cero falló su segundo penalti del torneo. Lloris, meta galo, se movió y el polaco se jubiló de los Mundiales con un emboque final.

Mbappé, para todo, la percha de Francia, por más que le sobre alguna ñoñería. De fútbol va sobrado. En carrera y en punto muerto. Polonia, muy mejorada, aguantó el tipo hasta que Mbappé tocó el violín en el primer gol y sacó la bazuca en el segundo y el tercero. Ya suma cinco tantos —uno más que en Rusia 2018— y dos asistencias —una más que en su exitoso Mundial precedente—.

Francia va a estirones. Los que le propicia tener a Mbappé, que se coordina a mil por hora como la mayoría no lo hace al ralentí. Futbolista con turbinas en las botas, de él cuelga el campeón, sometido más de la cuenta por Polonia en alguna fase. Nada que ver con la ramplona y raquítica Polonia que se midió a Argentina. La selección que tutela Lewandowski tuvo otra soltura, otra voluntad. Es probable que los polacos ya dieran por bueno su Mundial. Al margen del capitán, no hay secuelas de Lato, Gadocha, Deyna, Lubanski, Boniek… Con el cesto actual nada que reprocharse de caer ante Francia.

Con la cuerda de Mbappé y algún chapoteo inicial de Dembélé, el equipo de Didier Deschamps comenzó con el timbre de autoridad que se deducía del cartel. Tchouameni y Rabiot con el ancla. En su órbita, Griezmann, un caso que merece mayor reconocimiento. Futbolista con panorámica, familiarizado con el gol y presente para la intendencia que sea menester. En la mesa de los futbolistas actuales con frac nadie desgasta más suelas que Griezmann. Su tajo le viene de serie, es natural. Y, además, Francia lo requiere para que refresquen los extremos. Por las alas, Mbappé —un suplicio para Cash, al que se le salía constantemente la cadena—, y Dembélé para hacer saltar los pestillos polacos. Giroud a lo suyo, en la sala de espera del gol.

Fue Tchouameni el primero en calentar a ese buen guardameta de apellido que se atraganta que es Szczesny. Todo aparentaba estar bajo el control galo. Un espejismo en los siguientes minutos.

Rebajada en la mesa redonda del medio campo, donde Francia añora a Pogba y Kanté, al conjunto de Deschamps le cuesta sujetar los partidos. Y necesita aire para que pille pista Mbappé, así que tampoco le incomoda un pasito atrás para dar con la mecha de su icono. Esta vez, el equipo de Czeslaw Michniewicz casi se lo hace pagar.

Liberada, sin complejos, Polonia advirtió que tenía sus cartas. Zielinski hizo de baliza y Bereszynski y Frankowski empezaron a darse palique. Y a dar la lata a Koundé, no siempre escoltado por Dembélé. A ese distinguido chacal que es Lewandowski se le fue un zurdazo por unas pulgadas. Dale que dale, toca que toca, la mejor Polonia del torneo tenía contrariada a Francia. Más turbada aún cuando, tras varios minutos sin pisadas de Mbappé, Bereszynski retó con audacia y éxito a la zaga gala. Su servicio al punto de penalti lo incrustó Zielinski contra Lloris. Era gol o gol, pero no. A la segunda, era gol o gol de Zielinski, pero la pelota rebotó en Theo. A la tercera era gol o gol de Szymanski, pero interfirió bajo el larguero Varane.

Alarmas en Francia. Polonia nada tenía que perder. Llegó entonces el momento Mbappé. Por una vez no se aparcó en la banda izquierda y citó a un duelo velocista a Cash. Esta vez se orientó hacia la vía central del ataque. Otro Mbappé, el que además de jugar con patines en vez de botas tiene observatorio. El pase filtrado a Giroud fue una delicia, por ingenioso y conciso. El ariete lo convirtió en terminal con un tiro cruzado a la izquierda de Szczesny. Quedaba repertorio del fenómeno francés del PSG. Por ejemplo, un disparo remoto que entró en la portería polaca como una bomba de racimo. Un golpeo con eco. La joya de Francia terminó el encuentro como ariete. Hay futbolistas totales, pocos, pero los hay. Uno es Mbappé. Con él por bandera, fin del Mundial para Polonia. Y paso al frente de Francia, que con un solista así no tiene límites. Incluso cuando penan en la enfermería Benzema, Kanté, Pogba y Lucas Hernández.

En Al Thumama, el festival Mbappé fue apoteósico.

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