Violación y muerte de Elisa Abruñedo: un cazador cazado por ser pelirrojo

Cuenta el genetista Lluís Montoliu, investigador del Centro Nacional de Biotecnología (CSIC), que buscar a un pelirrojo concreto en Galicia es una tarea más ardua que rastrearlo en el resto de España. La frecuencia en este país no pasa del 2%, mientras que en el noroeste peninsular, por las conexiones con los pueblos celtas de la costa atlántica, ronda “entre el 3% y el 5% de la población”. La mutación del gen MC1R, principal explicación genética de los rasgos físicos en las personas con el pelo color fuego, abunda un poco más entre los gallegos, y salió a la luz en las pruebas realizadas por el Instituto de Ciencias Forenses Luís Concheiro de Santiago con las escasas gotas de material genético ajeno que aparecieron en el cuerpo de Elisa Abruñedo, la mujer violada y asesinada al atardecer del 1 de septiembre de 2013 mientras paseaba por su aldea de Lavandeira, en Cabanas (A Coruña).

Diez años después del crimen y gracias a un trabajo minucioso y artesano, la Guardia Civil detuvo el mediodía del martes a R. S. R. V., un vecino de Narón de 49 años, gran aficionado a la caza, con raíces en las localidades coruñesas de Cabanas y Vilarmaior, como presunto autor de la muerte a navajazos de la gerocultora de 46 años. El asesinato de Elisa Abruñedo, hallada con tres heridas de arma blanca un día después de desaparecer, oculta entre zarzas a 200 metros de su casa, dejó dos hijos huérfanos y un viudo, fallecido año y medio después en accidente laboral.

Fuentes del instituto armado aseguran que el cerco en torno R. S. R. V. se fue estrechando hace menos de dos años, cuando, ya sabiendo que buscaban a un individuo de piel clara y cabello anaranjado, empezaron a centrarse en algunas familias con miembros de esas características en la comarca de Ferrolterra, al noroeste de A Coruña. Había también referencias a un vehículo Citroen ZX que algún testigo describió transitando por la zona. Y se barajaban las posibilidades de que el autor se hallase en aquel concreto lugar por ser cazador o simplemente porque le cuadró pasar, buscando un enlace cómodo para regresar a su casa evitando la autopista de peaje o la saturada carretera de la costa un día de verano y de calor (en los alrededores ardían varios montes en aquella fecha).

El ahora detenido, que fue apresado en Navantia-Ferrol durante su jornada laboral en una empresa auxiliar de montajes mecánicos, no tiene antecedentes penales y su material genético no estaba fichado en ninguna de las bases de datos policiales. Así que la búsqueda fue lenta, muy lenta, hasta el punto de que los investigadores del grupo de delitos contra las personas de la Guardia Civil de A Coruña (el mismo equipo que resolvió los asesinatos de Asunta Basterra y Diana Quer) tuvieron que tirar del hilo de su pista genética en el archivo diocesano del obispado de Mondoñedo-Ferrol, en libros parroquiales que hundían sus raíces en el Concilio de Trento, cuando, a partir de 1563 las iglesias se convirtieron en custodias de las líneas genealógicas de sus feligreses. Los agentes rastrearon pacientemente, aldea por aldea, estirpe por estirpe, y según un miembro del equipo con frecuencia se tropezaron con la dificultad añadida de los hijos ilegítimos, “más abundantes que lo que se cree”.

Se realizaron cribados de carácter voluntario en miembros de distintas familias y las muestras se fueron enviando, a lo largo de muchos meses, a los laboratorios de la Guardia Civil en Madrid. Un día, en estas pruebas, se detectó a un pariente cercano del individuo que buscaban. El caso, recuerda un mando, se parece al de Eva Blanco, la chica de 16 años violada y asesinada de 20 cuchilladas el 20 de abril de 1997 en Algete (Madrid). El autor, Ahmed Chelh, fue detenido en Francia en 2015: había sido localizado gracias al ADN de su hermano, después de seguir un rastro genético que llevaba al norte de África y reducir la lista de sospechosos a las decenas de ciudadanos magrebíes que vivían en el lugar del suceso en aquellas fechas. El discreto laboratorio Luís Concheiro de la Universidade de Santiago también dio la clave en aquella ocasión.

Elisa Abruñedo, en su finca de Lavandeira (Cabanas).
Elisa Abruñedo, en su finca de Lavandeira (Cabanas).Archivo familiar

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En las pesquisas para desentrañar la muerte de Abruñedo han trabajado miembros de la Unidad Central Operativa (UCO) y del equipo de la policía judicial de la comandancia de Lonzas, en A Coruña, en cuyos calabozos pasó la noche del martes al miércoles el hombre arrestado. Está previsto que mañana, jueves, pase a disposición de la magistrada instructora de la causa, en el Juzgado número 2 de Ferrol, que ha decretado el secreto de sumario. En el registro a su domicilio se le incautaron varias armas blancas y de fuego, algo esperado en un gran aficionado a la caza, que actualmente todavía frecuentaba los montes de la comarca (y de Cabanas) con su cuadrilla.

R. S. R. V. llevaba una vida discreta, mantenía una relación de pareja desde un año después de la fecha del crimen (momento en el que tenía 39 años) y convivía con su novia en un piso en el barrio de A Gándara, en Narón. Tras la muerte de su madre, seguía manteniendo una relación muy estrecha con su padre y con su hermano. En su página de Facebook únicamente exhibe fotos de sus actividades cinegéticas, posando con jabalíes abatidos; de él mismo y de sus familiares montados a caballo; de diversos animales de granja, de su huerto, de motores industriales o de platos tradicionales. La Guardia Civil se propone comprobar ahora si el sospechoso está relacionado con el intento de agresión a una mujer en Oleiros (A Coruña) que en su denuncia también describió a un hombre pelirrojo.

La mutación del gen en los dos progenitores

En su trabajo Genes, colores y pelirrojos, Lluís Montoliu explica que “el color naranja-rojizo” es el de uno de los dos tipos de pigmentos de los animales y humanos: la feomelanina. El otro, negruzco, es la eumelanina. La combinación de los dos en proporción variada define todos los colores de pelo y piel. De los en torno a 20.000 genes, 650 regulan la pigmentación directa o indirectamente. Si el receptor MC1R no funciona o está mutado, no es capaz de activar la síntesis de eumelanina, o pigmento oscuro y entonces los seres (desde las personas hasta algunos ratones pelirrojos o el propio setter irlandés) solo acumulan feomelanina. Esta probabilidad es del 1% al 2% en la población general, pero se multiplica por diez en Gales, Escocia y, sobre todo, Irlanda, destaca el mismo investigador. En Galicia y la cornisa cantábrica esta influencia eleva la proporción hasta la franja del 3% al 5%.

Normalmente, los humanos tienen dos copias de cada gen, una heredada de la madre y otra del padre. “La mayoría de las mutaciones son recesivas, no manifiestan su efecto mientras siga existiendo una copia funcional, y para que se haga patente ambas copias deben estar mutadas”, describe en su estudio el biotecnólogo y genetista del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Si uno de los miembros de la pareja es portador de una mutación en el gen MC1R “distribuirá el alelo mutante entre la descendencia, que pasará a ser portadora”, pero seguirá sin tener el cabello rojo y la piel clara y pecosa. Los pelirrojos aparecerán “cuando los dos miembros de la pareja sean portadores de mutaciones” en este gen. “Entonces, con una probabilidad del 25% en cada embarazo o, aproximadamente en uno de cada cuatro hijos, podrá aparecer un pelirrojo”, concluye Montoliu.

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