Visitas digitales a museos virtuales

A finales de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud (que en mayo de 2019 había incluido la adicción a los videojuegos a su lista de enfermedades) lanzó en redes sociales la campaña #PlayApartTogether, que promovía el uso de videojuegos durante el confinamiento. La pandemia había trastocado todas las lentes con las que observábamos el mundo y lo que antes podía generar suspicacias se reveló entonces como un instrumento efectivo para “mantenernos sanos y cuidar la salud mental”, en palabras del organismo.

Quizá fue por obediencia o quizá porque la gente, aislada, encontró consuelo y compañía en el mundo digital, pero el caso es que los videojuegos siguieron con su paulatino desarrollo e, impulsados por la pandemia, ese 2020 crecieron (como por hacer un juego numérico) un 20% en todo el mundo. La pandemia produjo un cierto giro en los hábitos de consumo, un cierto trasvase hacia lo digital que poco a poco va permeando diferentes ámbitos de la vida. Se hicieron habituales las retransmisiones en streaming de conciertos, óperas o películas; los museos anabolizaron sus páginas web para atraer a la audiencia digital, inmóvil pero ávida de impactos estéticos. Y surgieron cosas nuevas, matrimonios entre diferentes medios para ofrecer experiencias hasta entonces nunca vistas, como los conciertos que pudieron seguirse en Minecraft; las películas que pudieron verse en Fortnite. Las catástrofes naturales, ya se sabe, suelen crear nuevas geografías: los volcanes nuevas islas, los terremotos nuevos cauces para los ríos.

Uno de los juegos que más se desarrolló en esos meses fue Animal Crossing. La última entrega del juego de simulación social de Nintendo salió al mercado unos días antes del confinamiento, y en poco tiempo alcanzó 13 millones de usuarios. Famosos y celebridades paseaban sus avatares por las islas virtuales, los conciertos y las quedadas se multiplicaron. El juego, que actualmente tiene 34 millones de usuarios en el mundo, protagoniza una de las citas virtuales del mes, con una visita virtual al Museo del Prado que nos permite disfrutar de varios itinerarios artísticos que incluyen sus cuadros más famosos y hasta una visita a la extinta pero recreada Quinta del Sordo de Goya. Uno puede ir solo pero también hay visitas guiadas que, como en la vida misma, no son obligatorias pero sí gratificantes.

La otra noticia es igualmente estimulante: a finales de 2014 Ubisoft (compañía que, por lo que sabemos, aún no ha sido comprada por Microsoft), lanzó Assassin’s Creed Unity, el episodio de su famosa saga de acción ambientado en el París del siglo XIV. En 2020, meses después de que la parisina Notre Dame ardiera, la compañía creó algo único: aprovechando los estudios sobre la catedral que habían realizado para Unity, ofreció una experiencia en realidad virtual que nos permitía recorrer la reconstrucción digital del templo, Notre-Dame de Paris: Journey Back In Time. Allí podíamos admirar las escaleras de la catedral, sus arcos y gárgolas, pasear por sus naves. Esta semana la empresa anunció que en marzo sacará un juego, también en realidad virtual, en el controlaremos a un bombero y tendremos que salvar la catedral del fuego. Ya que no se pudo en el mundo físico…

El mundo digital se va convirtiendo en un repositorio no solo de nuestras conversaciones de Whatsapp y fotos familiares, sino también de la cultura en general. Esperemos que no haya más pandemias que nos impidan movernos, pero mientras tanto algunas de las obras culturales más impactantes del mundo nos esperan a un click de distancia. Además, y no es poca cosa, los museos virtuales no pueden arder. Todavía.

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