Vox, ocho años de travesía ultra hasta lograr tocar poder

El líder de Vox, Santiago Abascal, en un acto en octubre de 2019.
El líder de Vox, Santiago Abascal, en un acto en octubre de 2019.OSCAR DEL POZO (AFP)

Sorpresa en Andalucía. El 2 de diciembre de 2018, un partido hasta entonces extraparlamentario dio la gran sorpresa y obtuvo 12 diputados en las elecciones al Parlamento andaluz. Era la primera vez en democracia que la extrema derecha entraba con fuerza en las instituciones. El escaño que Blas Piñar, líder de Fuerza Nueva, tuvo entre 1979 y 1982 en el Congreso de Diputados nunca pasó de testimonial. Vox había sido fundado en diciembre de 2013 por descontentos del PP, que consideraban demasiado tibio a Mariano Rajoy. Tras quedarse al borde de conseguir un escaño en las elecciones europeas de 2014, su primer líder, el expopular Alejo Vidal-Quadras, tiró la toalla. Su sucesor, Santiago Abascal, criado políticamente en el PP vasco, cosechó sucesivos fracasos electorales en 2015 y 2016 hasta que el viento cambió súbitamente de dirección rescatándole del naufragio: el referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017 en Cataluña despertó de su largo letargo al ultranacionalismo español. Un año después, el 7 de octubre de 2018, Vox llenó con casi 10.000 simpatizantes la antigua plaza de toros de Vistalegre, en Madrid. Dos meses después irrumpía en el Parlamento andaluz.

El veto de Ciudadanos. Aunque el popular Juan Manuel Moreno carecía de mayoría absoluta, incluso aliándose con Ciudadanos, el veto de este último partido dejó a los ultras fuera del Gobierno andaluz. La disyuntiva para Abascal era diabólica: o apoyaba desde fuera al Ejecutivo de centro-derecha, sin recibir a cambio su propia parcela de poder, o dejaba gobernar a la izquierda, lo que suponía un suicidio político, pues sus votantes nunca se lo perdonarían. Vox se convirtió así en apoyo imprescindible de los gobiernos de coalición del PP y Cs en Andalucía, la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento de la capital, pero nunca le dejaban participar. En Murcia, la situación fue esperpéntica: la dirección de Vox expulsó del partido a tres de sus cuatro diputados en la Asamblea regional —que se negaban a que el partido dispusiera de la subvención pública que legalmente correspondía al grupo parlamentario— por lo que, cuando PSOE y Cs pactaron una moción de censura contra el popular Fernando López Miras, en marzo de 2021, este pactó su continuidad con los díscolos del partido de Abascal dejando de lado al propio Abascal.

Fallida moción de censura. Vox planeó la moción de censura contra Pedro Sánchez, en octubre de 2020, como un instrumento para capitalizar el malestar generado por los efectos económicos de la pandemia y lanzar su campaña para las elecciones catalanas. Pero el recurso a los ERTE y la promesa de fondos europeos hicieron de bálsamo, por lo que la esperada explosión social no se produjo y el debate de la moción de censura solo sirvió para escenificar la ruptura personal y política de Abascal con el presidente de su antiguo partido, Pablo Casado, del PP. Las elecciones catalanas no se celebraron hasta febrero y, aunque Vox obtuvo un magnífico resultado (11 diputados, más de los que sacaron Cs y el PP juntos) su papel en la política catalana siguió siendo tan irrelevante como antes.

La oportunidad perdida de Madrid. La convocatoria de elecciones anticipadas en Madrid para el 4 de mayo de 2021 dio una nueva oportunidad a Abascal. Todas las encuestas vaticinaban un hundimiento del voto a Ciudadanos, como efectivamente ocurrió. Pero la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, cuyo discurso copiaba muchos de los mensajes de Vox, se quedó a solo cuatro escaños de la mayoría absoluta y Abascal (que había tenido 13) optó por regalárselos sin exigir contrapartida alguna. Sería la última vez.

Cambio de tercio en Castilla y León. La convocatoria de elecciones anticipadas en Castilla y León pilló a Vox contrapié y tuvo que improvisar un candidato: Juan García-Gallardo, un abogado de 30 años que se había afiliado pocos meses antes. Ya en la campaña electoral, Abascal advirtió que esta vez el PP no tendría gratis sus votos. Tras lograr 13 procuradores, exigió el mismo pago por su apoyo que tuvo CS en la legislatura anterior: la vicepresidencia de la Junta, tres consejerías y la presidencia de las cortes regionales. Elevó la apuesta y amenazó con una repetición de las elecciones. Esta vez sí lo consiguió.

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