Evedasto Lifante, el hombre atado a una cantera que lo llevó desde lo más alto del deporte a la cárcel

Evedasto Lifante, a la llegada a los juzgados de Molina de Segura (Murcia), en 2013.
Evedasto Lifante, a la llegada a los juzgados de Molina de Segura (Murcia), en 2013.MARCIAL GUILLÉN ((EPA) EFE)

La operación Brubaker-Búnker, que investiga una supuesta trama de corrupción en la prisión de Sangonera, en Murcia, tiene entre sus últimos detenidos al empresario del mármol Evedasto Lifante, un hombre muy conocido en esa comunidad y cuya trayectoria siempre ha aparecido ligada a una cantera de su propiedad que le hizo rico, le implicó en un crimen —su nombre fue relacionado con un asesinato, aunque nunca llegó a probarse—, le llevó a la cárcel y ha provocado su última detención. Esta es la historia de un hombre atado a su cantera.

Ninguna de las fuentes consultadas tiene claro el origen de esa explotación y cuándo pasó a manos de Lifante. Una persona que lo conoce desde la infancia explica que su padre ya se dedicaba al negocio del mármol. La cantera se ubica en la pedanía de Barinas, un pueblo de unos 900 habitantes en Abanilla (Murcia) en el que Lifante nació en 1968 y en el que ha pasado literalmente toda su vida.

En 1998, Lifante hizo una inversión de 1.000 millones de pesetas (unos seis millones de euros) y contrató a 170 personas para dar el empujón definitivo a la cantera, según recogió entonces la prensa local. El negocio comenzó a crecer al calor de la burbuja inmobiliaria. “Fueron años en los que todo lo que rodeaba a la construcción daba muchísimo dinero y él lo supo aprovechar. Ganó mucho dinero, mucho. Es difícil calcular cuánto ganó”, cuenta otra persona de su entorno. Hoy, la cantera está valorada en 9,3 millones y está pendiente de salir a subasta pública para hacer frente a la deuda de 1,9 millones que Lifante tiene con Hacienda y que le llevó a la cárcel en 2019.

Evedasto Lifante, propietario del equipo de voleibol femenino CAV Murcia 2005, posa con las jugadoras. Con el dorsal 15, Ingrid Visser.
Evedasto Lifante, propietario del equipo de voleibol femenino CAV Murcia 2005, posa con las jugadoras. Con el dorsal 15, Ingrid Visser.pepe riquelme

Pero al comienzo del siglo XXI, la popularidad del empresario crecía igual que su negocio y Lifante decidió entrar en el mundo del deporte para ganar prestigio. Tras un breve paso por el fútbol, en 2005 creó a golpe de talonario un equipo de voleibol femenino, el CAV Murcia 2005, que llegó a ser el mejor del país. Un periodista deportivo que trabajó con él en esos años recuerda que Lifante llegó incluso a patrocinar la liga de ese deporte, que durante un tiempo se denominó Liga EVE, el diminutivo de su nombre.

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Su política se basaba en fichar a jugadoras veteranas pero muy conocidas, con una alta remuneración “de cinco y hasta seis ceros en sus nóminas anuales”, señala el periodista. Era habitual que pagara vuelos a periodistas e incluso a los vecinos de Barinas a los distintos puntos de España y de Europa donde jugaba el equipo, así que “allí donde iba, le hacían palmas, porque el equipo además estaba en lo más alto y daba buena imagen de Murcia”, explica el periodista. Pero obviamente aquel ritmo de gasto “era deficitario”, el voleibol femenino nunca fue un deporte mayoritario, y Lifante “no escatimaba en gastos, pero iba dejando deudas allí por donde iba, en vuelos, en hoteles, en restaurantes, a las jugadoras, en todas partes”.

Sus años dorados, sin embargo, todavía se prolongaron un tiempo más. Tenía dinero y le gustaba mostrarlo. Su enorme chalet en Barinas parecía sacado de una película, y era también de ciencia ficción verlo pasear en su Maserati por una de las zonas más áridas de España. Una persona que lo trató en esos años lo define como “un Pablo Escobar algo paleto, que se construía una piscina decorada con el mapa del mundo, y que tenía a un guardaespaldas que le acercaba un cenicero cada vez que daba una calada al cigarro”.

Con esos antecedentes, Lifante fue elegido alcalde pedáneo de Barinas en 2011 de la mano del PP, al que presumía de estar afiliado desde que tenía 15 años. Dos años después, en 2013, tuvo que dejar el cargo y llegó el principio del fin de su popularidad cuando se lo relacionó con el conocido como “crimen de los holandeses”, el asesinato de una jugadora de vóley que había pertenecido a su club, Ingrid Visser, y su marido. Habían viajado a Murcia precisamente para comprar la cantera de Lifante, pero jamás se halló ninguna prueba que lo incriminara. Lifante siempre defendió que el que había sido su socio y gerente del club, Juan Cuenca, había tratado de vender la cantera de manera fraudulenta en su nombre. Cuenca fue el principal condenado por el crimen junto con dos sicarios.

Con el equipo de voleibol desaparecido, centenares de deudas, y la cantera envuelta en el oscuro crimen, la popularidad de Lifante fue en declive y la mayoría de quienes lo habían tratado en los años previos aseguran que le perdieron la pista. Su nombre volvió a sonar en 2017, cuando la justicia lo condenó a cinco años de prisión por impagos a Hacienda por valor de 1,9 millones de euros de su empresa de mármoles. El empresario tenía una orden de búsqueda y captura y estuvo desaparecido durante dos años, aunque siempre se mantuvo el rumor de que no había salido de su casa de Barinas. De hecho, fue detenido en ella en mayo de 2019.

Llevaba en prisión desde entonces y fue allí, presuntamente, donde tomó contacto con la trama de funcionarios corruptos que lo ha puesto de nuevo en la esfera pública con su reciente detención. Según la investigación policial, lo hizo para evitar que su cantera saliera a subasta. Una vez más, el hombre y la cantera tiene ligados sus destinos, como si los dos juntos conformasen un único personaje.

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